Todos tienen diagnósticos, análisis y recetas

José Fonseca

Hay quien cruza el bosque y solo ve la leña para el fuego. León Tolstoi

En los textos militares una de las descripciones de las avanzadas es que se trata de unidades pequeñas cuya finalidad es determinar la fuerza y posiciones del adversario, para evitar sorpresas para un ejército que se prepara para desplegarse para la batalla.

Muchas veces estas unidades suelen entablar combate con las avanzadas del adversario, descritas como escaramuzas, apenas el preámbulo de cualquier batalla, pero no constituyen la batalla propiamente dicha.

Así ocurre con las declaraciones que salen del equipo del presidente electo de Estados Unidos Donald Trump. Unas a través de sus tuits, los cuales reflejan cuánto goza estar en campaña, otras las hacen distintos personajes de su equipo y ocasionalmente parte de lo que será su gobierno.

Simples escaramuzas para desconcentrar a los adversarios, en este caso al gobierno mexicano, con quien habrán de enfrentarse cuando, llegados a la Casa Blanca, se planteen los términos en que serán las negociaciones para revisar el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá.

La inercia, es cierto, mantiene la narrativa de campaña, la cual permite mantener el ánimo de quienes votaron por Trump, a la vez que mantienen energizado al presidente electo con el efecto electrizante que causa en un político el entusiasmo de sus seguidores.

Pero, como se dijo, las declaraciones son apenas escaramuzas. La verdad es que apenas da atisbos el equipo de Trump sobre cuál será su actitud a la hora de negociar con México y Canadá, especialmente con México, leitmotiv del lanzamiento de la campaña de Trump hace año y medio.

Como ejemplo tenemos la declaración hecha por el vicepresidente electo Mike Pence al programa de 60 minutos el pasado domingo. En esa entrevista el señor Pence aseguró que el muro se construirá y que se encontrará la forma de que México pague por él. Y cundió la indignación en la opinión publicada mexicana. Y los nervios.

Sin embargo, al día siguiente, uno de los asesores del señor Trump habló ante un grupo al cual pertenecen los directores generales de las empresas más grandes, ricas y poderosas de Estados Unidos.

Les aclaró que al TLC nadie lo va a hacer pedazos, que será revisado, lo cual, explicó, no ha ocurrido durante los 23 años de su vigencia. Nadie quiere, les dijo a los poderosos empresarios, una guerra comercial. Se buscará revisar los acuerdos comerciales para ajustarlos con el fin de que haya más beneficios para Estados Unidos. Nada más, pero nada menos.

¿Señales cruzadas? ¿Contradicciones entre los colaboradores del presidente electo? No, simples escaramuzas con las cuales, querámoslo o no, han conseguido mantener colgados de las lámparas a muchos, muchísimos, personajes relevantes de la política, de la academia, del empresariado y a la opinión publicada que regocijada capitaliza el nerviosismo.

Y, como siempre ocurre, aquí sobran expertos y especialistas en economía, finanzas y, obviamente, en estrategias diplomáticas. Todos tienen diagnósticos, análisis y recetas.

Las declaraciones forman parte de una guerra psicológica organizada por quienes son expertos en ella. Si no lo creen, pregúnteles a los rusos. Mantengamos la cabeza fría, no caigamos en las provocaciones. No cometamos el error de perder en las negociaciones del TLC porque llegamos a ellas, o temblando de ira, o temblando de miedo.

Serenos, serenos, morenos.

jfonseca@cafepolitico.com

Fonseca