Los riesgos sociales que conlleva

José Fonseca

Hay personas que en su arrogancia son como el gallo que piensa que el sol sale para verlo cantar.

George Elliot

Si, como se esperaba, los diputados aprobaron la minuta que sobre la legalización del uso de medicamentos elaborados a partir de las sustancias que contiene la marihuana, se habrá dado un paso trascendental para los enfermos que para su tratamiento ingieren esos medicamentos derivados de la cannabis.

Eso es lo que importa, que los enfermos podrán utilizar legalmente esos medicamentos, y se sientan la bases para que eventualmente sean producidos en México y no haya necesidad de importarlos.

El acontecimiento, sin embargo, ha disparado, inflamado la imaginación de muchos de aquellos que dicen ser partidarios de la legalización de las drogas. Tanta imaginación ha acelerado el pulso de quienes están seguros de que la legalización del uso medicinal de la marihuana significa un cambio de paradigma en la guerra contra las drogas y contra quienes las trafican.

Para respaldar su apresurada conclusión, aducen que cada vez son más los estados de la Unión Americana en los cuales es totalmente legal el uso de la marihuana con fines lúdicos, o sea, como simple distracción, un divertimento.

Afirman que, si nos apresuramos a legalizarla en México, dejaremos sin propósito a las bandas criminales del narcotráfico. Quizá, pero, ¿cuántas de esas bandas sólo saben traficar con marihuana? ¿Cuántas de ellas trafican con heroína, cocaína y con las drogas artificiales, como las metanfetaminas?

¿Quién garantiza que una vez legalizado el consumo de marihuana con fines lúdicos vaya a cesar el tráfico de otras drogas, cuya producción es más rentable que la cannabis? Nadie, nadie puede garantizarlo.

Entonces, ¿cómo se atreven a decirnos que la aprobación del uso medicinal de la marihuana cambia todo el paradigma de la guerra contra las drogas?

Es una falacia, a menos de que su verdadero propósito sea la legalización del consumo de cualquier droga, incluidas las producidas actualmente en laboratorios clandestinos, tales como las metanfetaminas.

No sabemos si ese es su objetivo. Si lo fuera, deberían ser francos y decírnoslo. Y en una votación abierta la mayoría decidiría si se levanta la restricción de nuestra jurisprudencia, con todos los riesgos sociales que ello significa.

En realidad, hay una gran arrogancia detrás de la narrativa que habla de “cambio de paradigma”, la omnipresente arrogancia tan propia de la condición humana.

jfonseca@cafepolitico.com

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