Gasolinas

José Fonseca

 Las coherencias tontas son la obsesión de las mentes ruines. Emerson

Nadie puede decirse sorprendido porque la llamada “flexibilización” de los precios de los combustibles se haya aplicado al término de 2016.

Siempre fue una de las etapas de la reforma energética. Lo sabía el PAN cuando respaldó las reformas legales y constitucionales que la crearon. Lo sabía, toda vez que en el Congreso se complació a los panistas que, para aprobarlas, exigieron que antes se aprobara la reforma electoral que proponían. Aunque no la votaron por razones electorales, lo sabían los perredistas que supieron de ella cuando firmaron el Pacto por México.

Todos sabían que llegaría el momento en que, como en 1995 el presidente Zedillo decidió que la cotización del dólar estaría sujeta la oferta y la demanda, así los combustibles empezarán a estarlo este año.

Panistas y perredistas le apuestan a la desmemoria y hacen tonantes declaraciones contra los aumentos que sufrirán los precios de las gasolinas, pretenden que olvidemos su rol en el proceso de la “flexibilización”.

Mal para el gobierno que la decisión se deba tomar al cierre de un año difícil y cuando arranca un año que sin duda será aún más difícil, pues los finales de año suelen ser de sequía informativa y el presunto desabasto de gasolinas y las alzas de precio son un regalo de fiestas.

Eran de esperarse las predicciones de los “expertos” en asuntos financieros y económicos que aseguran que los aumentos de combustible dispararán la inflación, pues las gasolinas constituyen insumo importante para la industria y el comercio.

Quizá es una ingenuidad esperar que industriales y comerciantes aumenten sus precios solamente por el porcentaje que los combustibles representan de sus costos, pues puede repetirse lo ocurrido en el pasado.

Cuando Echeverría declaró aquel aumento salarial de emergencia, los industriales aumentaron desproporcionadamente los precios. Hubo estudios que probaron que los salarios representaban apenas el 8 por ciento del costo de producción. Sin embargo, los industriales aumentaron los precios en 25, 30 y hasta 35 por ciento.

Hoy, cuando la obsesión de tantos grupos de la sociedad es socavar la imagen de un gobierno al cual le restan menos de dos años en el poder, se multiplican las declaraciones, los “análisis” y los diagnósticos, cuyo objetivo es crear la percepción de que habrá un cierre de sexenio de crisis económica.

Sería insensato negar que exista la posibilidad, pero pretenden ignorar que las circunstancias del entorno internacional se han modificado radicalmente y, seguramente, habrán de ajustarse muchas premisas de la política económica.

Empero, para hacer los ajustes hacen falta serenidad y cabeza fría. Hará falta temple para hacer lo necesario, cuando están ya desatados los grupos que, cada uno por sus razones, tratan de distanciarse del régimen y, en muchos casos, cobrarle los presuntos agravios recibidos.

jfonseca@cafepolitico.com

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