Un 2017 sin sangre
Humberto Musacchio
El mejor deseo para todos los mexicanos es un 2017 que ponga fin a la guerra que desató Felipe Calderón, el irresponsable panista que de esa manera quiso legitimarse después del sucio proceso electoral que por supuesto avalaron los consejeros del entonces IFE.
El reciente discurso del general Salvador Cienfuegos fue una severa llamada de atención a los gobernantes civiles de todo nivel, incapaces hasta ahora de depurar y fortalecer los cuerpos policiacos. El titular de la Secretaría de la Defensa Nacional advirtió que los soldados están cumpliendo tareas que no les corresponden, porque no son gendarmes ni guaruras.
Lamentablemente, al día siguiente vino la respuesta presidencial de que los militares se quedarían en las calles, aunque no les corresponda, y estarán ahí hasta que se cuente con policías honestos, eficientes y bien peinados. Varias organizaciones empresariales, no todas, aplaudieron la anterior declaración, que no contó con el voto de numerosas organizaciones no gubernamentales que consideran peligrosa la militarización del país.
Para satisfacer a los militares, se anuncia un periodo extraordinario del Congreso de la Unión en el que se discutirá y en su caso habrá de aprobarse una ley de seguridad interior que ampliaría las funciones constitucionales de las fuerzas armadas y sería, obviamente, una manifestación de impotencia de nuestra clase política ante el reto que plantea la criminalidad.
Pese a lo anterior, es oportuno señalar que no todos los partidos están por aprobar al vapor el nuevo ordenamiento para los militares, pues los políticos más sagaces entienden que ampliar las facultades de las fuerzas armadas es cederles espacios que naturalmente corresponden al poder civil, y que por ese camino al rato tendrán que irse a su casa los actuales gobernantes para que los uniformados se hagan cargo de la administración pública. Dos líderes políticos de importancia han manifestado abiertamente su desacuerdo, Andrés Manuel López Obrador, que propone medidas de política económica para combatir la criminalidad, y Margarita Zavala, quien, ante el tiradero que dejó su marido, ahora demagógicamente ofrece a los militares “un regreso victorioso” a los cuarteles.
Sin embargo, lo mejor sería despenalizar en forma reglamentada la marihuana y otras drogas y destinar lo que hoy se destina al gasto policiaco y militar a la inversión productiva y la creación de empleos. Es absurdo seguir cuidando la salud de los vecinos, cuando ellos ya legalizaron el cáñamo en la mitad de Estados Unidos.