Pensamiento a fondo

Patricia Gutiérrez-Otero

Buen inicio de año. Más vale empezar con optimismo. El año pasado se nos murieron varios autores queridos, y para algunos, varios seres amados y muy cercanos. Pero, entramos en el 2017. Hay esperanzas de que algo puede cambiar (no los fallecimientos de personas caras, esos son inevitables porque somos seres vivos que nacemos, crecemos, quizás nos reproducimos, y morimos, aunque algunos sí deseamos resucitar), porque abrimos los ojos cada mañana y nos alegramos de que haya sol o haya lluvia (según los gustos y los temperamentos), sentimos el olor del café o de la tierra húmeda o de la gasolina, quizás amamos.

La carga del trabajo nos pesa porque cada vez hay menos presupuesto y exigen más, y entonces regreso a la idea: ¿realmente es inevitable que sea así? ¿Quién me convenció de que tengo que vivir corriendo de la casa al trabajo a la casa y de nuevo al trabajo por once horas? ¿Quién que dejemos a los hijos en guarderías y no podamos estar con ellos cuando se la están pasando mal o bien; que no podamos estar cerca de la madre o padre o hermano enfermos porque es necesario checar la tarjeta de entrada? ¿Que los créditos bancarios nos estén comiendo la mensualidad como si fueran tiendas de raya de las que no podemos alejarnos porque la publicidad nos convenció que necesitábamos cambiar coche, tele, aparato de sonido, computadora, celular inteligente o porque tuvimos mucho miedo de que los hijos nos reprocharan no haberles comprado un aifón último modelo o todo un ajuar nuevo aunque su ropa aún esté aún muy buena?

¿Realmente es inevitable que sea así? ¿No me he vuelto una rata de Skinner entrenada para hacer siempre lo mismo? ¿Es que realmente elijo las cosas porque soy libre o las elijo porque me entrenaron para elegirlas? Veo en realidad lo que es el mundo, su belleza, las oportunidades que están fuera del sistema o cierro mi mente para quedarme con lo que ya conozco, con lo que me ofrecen y me aferro a lo que tengo y quiero más para no sentir el vacío terrible que me habita. Aunque también puedo echarle la culpa a alguien, el Copetes, el Papa, los sionistas, los reptilianos… Entonces, ¿dónde quedó mi libertad?

Esa es la bella pregunta para abrir el 2017. ¿Qué hago, por qué lo hago y qué quiero para mí y los míos (los míos puede ser tan amplio como podamos y queramos)? ¿Qué tipo de vida me parece, buscando desde adentro, la más plena, la vida más buena y más justa y más gozosa? No puedo aquí dejar de pensar en que hay que cambiar el imaginario que nos habita. Un imaginario centrado en la individualidad del tener, del poder, del lucir, que nos aleja de nuestro centro y de la relación buena con los otros en la moderación. Nunca es tarde para elegir caminos, porque la vida es corta. Esas decisiones son espirituales, éticas, políticas, y por eso, profundamente personales.

Mi propósito de Año Nuevo es pues encontrar el verdadero gozo, más allá del que vende la publicidad y que conviene a grandes señores del poder que construyen una sociedad ad-hoc para tener esclavos sumisos. ¡Les deseo un año 2017 lleno de decisiones que vengan de lo más hondo de su deseo de gozo!

Además opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés y la Ley de Víctimas, que Ayotzinapa se investigue, que trabajemos por un nuevo Constituyente, que Aristegui y su equipo recuperen un espacio, que se respete la verdadera educación situada, que Graco e iguales sean destituidos.