Ante una nueva etapa

José Elías Romero Apis

Está concluyendo un año y, como suele suceder, hacemos recuento de nuestros sucesos y de nuestros actos para reiniciar nuestra vida a cuenta de una nueva etapa.

Sin embargo, pareciera que los tiempos cobran un dinamismo insólito. Que acontecen más fenómenos en lapsos menores. Que existe un vértigo de sucesos que nos aturde y nos impide ver con claridad y razonar con plena lucidez. En fin, que tenemos frente a nosotros un cúmulo de decisiones por tomar y, para nuestro mal o, por lo menos, para nuestra incomodidad, tenemos que decidir sobre innumerables cuestiones ineludibles para el porvenir de nuestra vida individual y colectiva.

Es muy positivo que se haya señalado la necesidad de que los mexicanos asumamos nuestra corresponsabilidad en el proceso de lograr que México supere los muchos y muy graves problemas que nos acometen. Debe entenderse que ser corresponsable no significa ser responsables solidarios, lo que no sería políticamente consecuente. Ni responsables subsidiarios, lo que no sería moralmente aceptable, de las causas generatrices ni de los efectos terminales de nuestros males. Significa, nada más pero nada menos, que cada uno asuma y enfrente lo que le corresponde en una tarea nacional que será ardua, áspera y dolorosa.

Es muy oportuno que, en nuestros días, valoremos la medida exacta de nuestras vicisitudes. Es grave que nuestra sociedad padezca tantos problemas, de magnitud tan profunda y, lo que es peor, de manera simultánea. Pero, más grave que ello, es la sensación muy generalizada de que todo va mal. Para ello decía Franklin Roosevelt que a lo único que debemos temer es al miedo.

Lamentablemente, ha ido arraigando una riesgosa premonición de debacle y de decadencia. Hay una sensación generalizada de orfandad social. De que la mexicana es una sociedad desprotegida que no tiene a quién recurrir ni como ciudadano, ni como elector, ni como empresario, ni como deudor, ni como contribuyente, ni como víctima del delito, ni como trabajador, ni como demandante de justicia, ni como estudiante, ni como ama de casa, ni como enfermo, ni como consumidor, ni como espectador, ni como productor, ni como nada.

Todo ello porque siente que su administración pública es ineficiente y parcial; que su sistema de justicia es lento, intrincado y deshumanizado, que su sistema de seguridad es perverso y corrupto, que los bancos son guaridas, que el fisco es un abusivo, que los clientes son malos pagadores, que la educación es anacrónica, que los sindicatos no defienden, que los patrones no cumplen, que los trabajadores no desquitan, que los medios no son confiables, y así se pasa a la declinación mundial. Si fuera consecuente hablaríamos de los que creen hasta en la catástrofe estelar donde sienten que, cada día, está más cerca el meteoro final.

Quizá por eso ha dicho Marlis Alpher que los poetas piensan en el próximo milenio; los politólogos, en el próximo siglo; los políticos, en el próximo sexenio; y el hombre común, en la próxima quincena.

romero apis