La noche prematura

Teodoro Barajas Rodríguez

En los tiempos de la presidencia imperial que caracterizó a nuestro país en la era del partido hegemónico en que se vivía con el formato de una república, aunque en los hechos todo apuntaba a una curiosa monarquía sexenal, el mandatario en turno arribaba a su cuarto año con fortaleza, con la certeza del poder absoluto. Fueron otros tiempos, porque nuestra actualidad registra signos contrarios: debilidad, opacidad y desatinos.

El presidente Enrique Peña Nieto ha llegado debilitado al cumplir cuatro años al frente del Poder Ejecutivo, el panorama interno y el internacional envían señales preocupantes, índices altos de inseguridad en diversas regiones de México, así como las actitudes hostiles de Donald Trump que no deja de vociferar estulticia que es su principal característica. Peor imposible.

La popularidad de Peña Nieto hace rato que se desplomó entre escándalos e insuficiencias.

Del gabinete actual ningún cuadro figura de manera destacada al hacer los pronósticos rumbo a la contienda electoral de 2018, para nadie escapa que la clase política actual enfrenta una crisis derivada de situaciones vinculadas a la corrupción e impunidad, aunque para el gobierno federal los efectos de los yerros adquieren dimensiones de mayor resonancia.

Desde hace rato los punteros en las diversas mediciones electorales de 2018 son Andrés Manuel López Obrador y Margarita Zavala.

La economía continúa entre tumbos, deprimida, la deuda externa ha crecido como lo han hecho los problemas de inseguridad e impunidad que nos dejan ver un panorama sombrío, tal parece que la noche ha llegado prematuramente a la gestión encabezada por Peña Nieto.

El gobierno federal se ha encargado de festinar ruidosamente los consensos que permitieron aprobar las reformas estructurales que, hasta el momento, no han reflejado mejoras en la condición de vida de millones de mexicanos. Las expectativas horneadas no han rebasado dicho estatus que se originaron desde que fuera signado el Pacto por México suscrito por el mandatario y los dirigentes nacionales del PAN y PRD en los albores del sexenio. Tal parece que solo se trató de un asunto escenográfico, se apuesta al futuro pero ello solo abona a la incertidumbre.

La impunidad no se ha combatido de manera contundente, los crímenes en su mayoría no son castigados aunque la teoría contractualista remarca el pacto entre gobierno como parte del estado y los gobernados como otro componente del mismo. Lo que tenemos son linchamientos que ya resultan cotidianos, muestra sintomática de una creciente desconfianza en la autoridad legalmente constituida.

En su momento el mandatario Peña Nieto invitó al ahora presidente electo de los Estados Unidos Donald Trump a Los Pínos, su posición fue difusa, más próxima a la tibieza. Ahora que ya el magnate norteamericano cuenta las horas para despachar en la Casa Blanca  mantiene el tono amenazante contra los migrantes; también se pretende revisar el Tratado de Libre Comercio o cancelarlo, el principal perjudicado sería México.

Restan dos años en la presidencia para el mandatario, aunque no se advierte un relanzamiento, el liderazgo parece que se eclipsó prematuramente, los efectos del desgaste son evidentes y el saldo no alcanza para festejos.

Barajas