Auge y decadencia de las elecciones en el Mundo, de Pedro Arturo Aguirre
Por Norma Salazar
Una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil. Abraham Lincoln
La ciencia política que se encomienda primordialmente a las elecciones se llama psefología de psephos ψῆφος “guijarro”, palabra que usaban en la democracia griega como papeletas. En la esfera de la política el rol de las elecciones es un asunto inicial en la toma de decisiones que los electores ejercen al aportar su voto a un candidato o candidatos, quienes ocuparán deberes políticos en una democracia representativa, los ciudadanos participativos ejecutan su voto con total libertad, cada país tiene sus características de elecciones.
El libro del analista político internacional Pedro Arturo Aguirre que hoy nos ocupa muestra un panorama histórico-reflexivo por más de setenta años cuyos protagonistas son políticos, antipolíticos, ciudadanos simples malos o intachables, estadistas, oportunistas con sus matices claroscuros, una reflexión que va más allá de las urnas. De Winston Churchill a Donald Trump. Auge y decadencia de las elecciones en el Mundo. Cómo leemos éstas líneas del prólogo de Luis Carlos Ugalde.
“También cómo los políticos se engrandecen o encojen en las campañas, cómo capturan el sentimiento de la gente y lo traducen en triunfos arrolladores o en fracasos rotundos cuando son incapaces de actuar y leer el humor público con sentido común”.
A través de la historia muchos pensadores han señalado que el ejercicio de la democracia moderna es una íntima extracción asociada al periodo antes de las elecciones en forma legal por antonomasia para solventar y contender lo político en las modernas sociedades de masas. Un ejemplo lo podemos observar en el capítulo Auge y Decadencia de las Elecciones en el Mundo lo observamos: “Fue en 1989 que Francis Fukuyama escribió, célebremente: ‘Quizá seamos testigos del punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la implantación de la democracia liberal occidental como forma definitiva del gobierno humano’. Ya iniciada nuestra centuria, también en las naciones del África subsahariana, dentro de las cuales se encuentran las sociedades más precarias del planeta, comenzaba a vislumbrarse un cambio democrático, y las inusitadas rebeliones de la llamada ‘Primavera Árabe’ esbozaron, en su momento, cierto espejismo democrático”.
En los últimos años hemos visto dramáticas vicisitudes de orden electoral en ciertas naciones, apreciamos gran rechazo a sus políticos que han jugado un papel relevante en la historia política de su país; uno de sus emblemáticos políticos lo podemos leer en “La Más Dulce de las Derrotas” (España, 1996). “Esta ha sido la más dulce de las Derrotas”, fueron las jactanciosas palabras que dirigió a sus partidarios Felipe González Márquez cuando en la noche del 3 de marzo de 1996 se enteró que había sido derrotado por su adversario José María Aznar por apenas poco más de un punto porcentual después de que todas las encuestas habían pronosticado durante semanas un descalabro apabullante para el hombre que tras catorce años en el poder había logrado transformar a España, pero cuya última legislatura había sido catastrófica.
El analista internacional Aguirre nos comparte en esta ardua investigación aquellas contrapartes de la historia electoral y sus protagonistas, esa parte oscura que sacude el abuso de poder que obtiene su logro preponderante por medios no institucionales.
Los golpes de Estado en los que la violencia ocupa un privilegio central, elecciones manipuladas con servilismos. Prestar atención en el capítulo “Boris Yeltsin, o como resucitar a un candidato moribundo” (Rusia, 1996). “Al poco tiempo de desaparecida la Unión Soviética, la mayor parte de los rusos se manifestaban ‘desilusionados’ de la democracia y soñaban con el ‘líder providencial’ que fuera capaz de sacar al país de sus múltiples problemas, al grado que muchos analistas políticos destacaron el parecido preocupante que presentaba la situación rusa de finales del siglo XX con la crisis que padeció Alemania a principios de los años treinta, y la cual llevó a este último país al fascismo”.
Las condiciones en que los ciudadanos se sienten motivados para participar electoralmente y cuándo prefieren abstenerse de hacerlo. “Otra jugada maestra la hizo Yeltsin cuando, rumbo a la segunda vuelta, anunció que nombraría al popular general Alexander Lebed, quien había quedado tercero en la primera vuelta, como responsable de la seguridad del estado ‘con el encargo supremo de extirpar la corrupción en Rusia’. Con ello el presidente ganó para la segunda vuelta buena parte de los 11 millones de votos que obtuvo Lebed en la ronda preliminar. Y claro, una vez reelecto Yeltsin cumplió su promesa y nombró a Lebed con el pomposo título de secretario general del Consejo Nacional de Seguridad, para sólo obligarlo a renunciar dos meses después”.
Vladímir Vladímirovic Putin, abogado y político. Actual presidente de la Federación Rusa desde el 27 de mayo de 2008 también es presidente del Consejo de Ministros de la Unión de Rusia y Bielorrusia, en el año 1998 fue electo director del Servicio Federal de Seguridad (sucesor de la KGB). En agosto condujo el gobierno y lanzó la segunda guerra chechena convirtiéndolo en un político popular de Rusia, cuando Yeltsin informó su dimisión el 31 de diciembre de 1999, así, de acuerdo a la Constitución rusa se convirtió en presidente interino. El 26 marzo de 2000 con el 52, 94 por ciento de los votos ganó las elecciones presidenciales. Putin ha sido impopular por distintas personalidades y medios de comunicación fuera de su país, por sus presumidas violaciones a los derechos humanos, por sus reformas políticas.
“La actividad de Putin como gobernante ha estado marcada por su formación en el KGB, la cual fue determinada por la confianza, el secretismo y la falta de transparencia en la toma de decisiones. Como lo dijo Tim Garton Ash, ‘Putin actúa más como un militar (propiciando estructuras jerarquizadas), como un burócrata (eludiendo implicarse emotivamente en las preocupaciones de la ciudadanía), o como un deportista (batiendo récords consigo mismo) que como un político en un sentido moderno’”.
Para terminar, Pedro Arturo Aguirre nos deja una interrogante para reflexionar en el capítulo “¿Donald Trump en la Bandera de Estados Unidos?”. (Estados Unidos, 2016). Lo anti-político, el primer día de su candidatura del empresario Donald Trump mostró su postura a propio estilo de enumerar lo que pensaba sin tomar en cuenta los consejos de sus asesores, se jactaba por su temperamento y, no tenía límites en sus comentarios durante la campaña electoral que fue la más extravagante en la historia electoral norteamericana. La misoginia de Trump, el tono despectivo para referirse a las mujeres fue una constante en su campaña, al referirse a México “Traen drogas, crimen, son violadores” y los inmigrantes indocumentados ha calado. “Y es que el fenómeno Trump, la aparición de un candidato que se maneja como ‘antipolítico’, es absoluto, es privativo de Estados Unidos, ahí están los Broncos, Berlusconis, Tsipras, Iglesias y Beppes Grillo de por aquí y por allí para demostrarlo.
Lo que sí es particular de Trump es su absoluta rebelión ante la ‘corrección política’ que ha dominado el ambiente público norteamericano durante décadas, muchas veces (debe reconocerse) de forma asfixiante. Por eso, mientras más dislates y salidas de tono tiene Donald, más parecía ascender en las encuestas”.