Juan Antonio Rosado

La literatura del y sobre el exilio suele ser nostálgica, con un dejo de ambigüedad y amor-odio por la patria perdida y acaso irreconquistable. Durante el siglo XX, cuando palabras como “Estado” o “patria” aún tenían sentido, el exilio hacía tambalear la identidad y también la reafirmaba, sobre todo cuando era exilio político. Entre los exiliados a México por causas políticas, en particular en los años 80 y 90, destaco aquí a los guatemaltecos Carlos López Barrios, Carlos Illescas y José Luis Perdomo Orellana. Este último publicó hace poco Dejado de ruidos, Carlos Illescas retoma la palabra, obra de lúcidas y lúdicas entrevistas (originalmente grabadas) con el poeta y narrador Carlos Illescas (1918-1998).

Estas entrevistas se remontan a 1996. Fueron realizadas entre abril de ese año y mayo o junio de 1998. Antes de la jugosa parte de las conversaciones, Perdomo Orellana tuvo el tino de reproducir varios aforismos y reflexiones breves de Illescas. Reproduzco aquí dos de las que más me interesaron: “Nunca hay que vivir con la gente. En cuanto uno termina la mudanza, se viene abajo todo”, y esta otra, cada vez, por desgracia, más actual: “El neoliberalismo es el peor de los dibujos realistas realizado por un caricaturista de sexta categoría, con lo cual estoy traduciendo a Shakespeare, Macbeth: ‘La vida no es más que un cuento contado por un idiota’”.

Las entrevistas arrojan luces sobre un autor, sus motivaciones e intenciones, sus proyectos y su pasado; iluminan asimismo dos países, dos historias inmediatas, dos culturas: Guatemala y México; este último, país donde “todo pasa sin pena ni gloria”. En la infancia guatemalteca, la dictadura, los soldados, el terror, la violencia; en la diáspora, la multiplicidad de caminos, sus consecuencias, el encuentro con autores como Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Miguel Guardia o Dolores Castro. Las lecturas de Illescas, desde Jenofonte, Platón, Dos Passos, Faulkner, Whitman y Chejov, hasta guatemaltecos como Asturias, Cardoza y Aragón o Monterroso, desfilan por estas páginas con juicios lúcidos, como desfilan reflexiones sobre el amor, Guatemala, el socialismo, la historia, la filosofía, la música y, por supuesto, la literatura y algunos libros de Illescas. De la poesía, por ejemplo, afirma: “La métrica es la mecánica, es la matemática, el instrumento de ejecución de la poesía, hasta de la prosa, según fray Luis de León, que contaba su prosa con los dedos”. Es notoria su pasión por la gran música del siglo XX: Schoenberg, Bartók, Messiaen, Xenakis…, quienes “saben mover los silencios como líneas que se diluyen y caen en su propia abstracción y se rencuentran”. Sin duda, esta obra nos recuerda que un escritor de verdad puede ser creador incluso cuando habla, sobre todo cuando el entrevistador es otro autor y, por tanto, sabe qué y cómo preguntar.

José Luis Perdomo Orellana, Dejado de ruidos, Carlos Illescas retoma la palabra. México, Editorial Praxis, 2016; 235 pp.

@filopalabra