Luis Videgaray

Alfredo Ríos Camarena

La sucesión presidencial en México siempre ha sido un tema relevante y fundamental, dadas las características de nuestro presidencialismo que, durante décadas, ha conservado una fuerza y un control de las grandes decisiones del país.

Hoy, más que nunca, la elección del 2018 cobra una trascendente y vital importancia hacia el futuro de la nación; hemos atravesado pacíficamente estas transiciones presidenciales, inclusive, con el cambio del partido en el poder; hoy, viviremos una etapa que aún no podemos descifrar con claridad, el futuro es incierto y la amenaza de nuestros principales aliados ahonda la crisis económica y la debilidad de las instituciones.

Como parte de la economía global que se impuso en el mundo llamado occidental, México aceptó los nuevos paradigmas neoliberales y, se convirtió, a querer o no, en uno de los discípulos más aventajados de la economía abierta, de la liberación de precios y de la apertura de fronteras para bienes y servicios, particularmente a partir del acuerdo comercial norteamericano.

Abandonamos equivocadamente viejos paradigmas productivos y, si bien es cierto tuvimos un crecimiento importante, dejamos de ser productores del mercado interno para insertarnos en la economía exportadora; olvidamos la producción de los ejidatarios, comuneros y de los pequeños propietarios, para apoyar a los grandes exportadores de productos alimentarios; dejamos sin protección a los campesinos, desmantelando instituciones de gran importancia, como Conasupo, Guanos y Fertilizantes, Productora Nacional de Semillas, bancos agrarios y agrícolas, fideicomisos al apoyo productivo y, simplemente, los cambiamos por apoyos asistenciales que han demostrado palmariamente su fracaso.

Un país, para mantener su soberanía, tiene que conservar y buscar su autonomía alimentaria y darle un impulso al mercado interno con productos nacionales de carácter agropecuario.

Por estas y muchas razones más es de enorme importancia la sucesión presidencial, cuya ruta de navegación ha cambiado nuevamente, cuando menos, en lo que al PRI y al gobierno se refiere con el regreso de Luis Videgaray como secretario de Relaciones Exteriores, que lo posiciona como el favorito oficial a la Presidencia de la República.

Pero tampoco podemos esperar milagros, las decisiones del presidente electo Donald Trump están claras y las vemos con nitidez en el nombramiento de su equipo de trabajo y en su agresiva actitud frente a las empresas que pretendían establecerse o expandirse en México y que hoy empiezan a dar marcha atrás.

Videgaray ha dicho que debemos enfrentar con dignidad y valor las nuevas relaciones con el Imperio; condenó las puertas falsas del enfrentamiento frontal y de la sumisión vergonzosa, así lo mencionó a los cónsules y embajadores mexicanos recientemente, subrayando el importante papel que México juega en la economía mundial; señaló que, con talento e inteligencia y con respeto a nuestra historia, podremos alcanzar mejores resultados en las negociaciones con los Estados Unidos.

Este posicionamiento y su indudable cercanía al presidente Enrique Peña Nieto lo sitúan como un probable candidato presidencial, aunque claro está el PRI en este momento atraviesa por una de sus peores circunstancias y no es fácil que gane la contienda electoral.

La percepción de una gran parte de la sociedad empieza a manifestarse a favor de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador; en caso de tener éxito, podría dar como consecuencia una colisión con inciertos resultados en las relaciones comerciales y políticas con el Imperio.

No son nada fáciles las circunstancias que se plantean en el futuro inmediato; no podemos cruzarnos de brazos esperando una buena fe que obviamente no existe. Los próximos meses serán decisivos para esta batalla que decidirá a mediano plazo el porvenir de la nación.

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