La “Plaza de la Identidad”

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

Y del perder algunos en un hecho suelen otros sacar mucho provecho. Juan de Castellanos

Fiel al sello de su administración, el pasado 3 de enero de este 2017, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Espinosa, impuso el nombre de Plaza de la Identidad al espacio que hasta ese día llevó el nombre del capitán de fragata Hilario Rodríguez Malpica, bravo marino que en 1914 se rebeló en contra de Victoriano Huerta.

Acostumbrado a desconocer el origen del espacio público, que reordena a su antojo y arbitrio, el Gobierno de la Ciudad invirtió 29 millones de pesos en instalar sus fuentes luminosas a ras de piso, en la recolocación de una estatua imaginada por la pintora Rina Lazo y en la habilitación de un kiosco tecnológico para el uso del internet gratuito.

Si bien es cierto que en noviembre de 2014 el maestro Héctor Maldonado, director del Registro Civil cuya Oficina Central flanquea ese espacio, propuso rebautizarla como Plaza de la Identidad, no es menos cierto que quien esto escribe le comentó lo impropio que representaba a la memoria del héroe honrado con dicha distinción por el gobierno del general Álvaro Obregón el 16 de junio de 1924 —justo a una década del haber ofrendado su vida en defensa del Ejército Constitucionalista, a quien el general Obregón ascendió a capitán por sus hazañas en contra de la marina fiel al Chacal Huerta.

A pesar del argumento histórico, y de haberle indicado que cualquier modificación debía ser aprobada por la Comisión de Nomenclatura —hecho que no ocurrió, pues veo en el portal del Templo de Nuestra Señora de Belén de los Mercedarios que la dirección oficial sigue siendo Plaza H. Rodríguez Malpica N. 10, Col. Doctores— el equipo del doctor Mancera lo indujo a tomar decisiones que dañan la memoria histórica de la ciudad que gobierna, y ello nos obliga a defender la identidad perdida.

Es seguro que en las tarjetas informativas que le suelen preparar al gobernante,  se omitieron hechos como que dicho espacio perteneció a la llamada Casa de las Recogidas, fundada por el padre Barcia en 1626, institución dedicada a brindar a las mujeres viudas o abandonadas “hogar y oficio para así alejarlas de las tentaciones”; que dicha fundación padeció mil y un vicisitudes a pesar de contar con el apoyo de obispos; que el templo que aún brinda servicios religiosos fue remozado en 1735; que la Reforma juarista transformó las instalaciones en asilo, cuartel y Escuela Médico Militar; que los arquitectos Rivas Mercado, Gorozpe y Nicolás Mariscal modificaron el templo entre 1906 y 1908, y que la imagen de la Virgen de la Merced que ahí se venera ocupó, hasta 1861, el sitial de honor del templo mayor del convento de esa advocación mercedaria.

Es una pena que al doctor Mancera se le prive de tal información, pues como bien expresaba el conquistador y clérigo sevillano Juan de Castellanos, del perder algunos en un hecho, otros los que sacan es mucho provecho… de tanta ignorancia urbana.

suarez del real