Torpe, la respuesta gubernamental

Raúl Jiménez Vázquez

El gasolinazo literalmente prendió a México. No es para menos pues se trata de una decisión plena de autoritarismo, insensibilidad y violencia estructural. Es el fruto envenenado de dos movimientos estratégicos: el adelantamiento de la apertura total del mercado interno de petrolíferos, originalmente prevista para el 2018, cuyo valor aproximado es de 70 mil millones dólares anuales, y la fijación de un precio máximo de venta al público de gasolinas y diésel absolutamente irracional, abusivo y contrario a los intereses de la población en general.

Los beneficiarios directos de dicha maniobra son, sin duda, los poderosos corporativos trasnacionales que a partir del 2017 podrán importar, distribuir y enajenar dichos combustibles en sus propias estaciones de servicio. Lo que pone en evidencia la perpetración de un gravísimo desvío de poder ya que las potestades jurídicas inherentes al Estado mexicano fueron puestas a la disposición de unos cuantos privilegiados.

En aras de ese objetivo extranjerizante: I) se violó flagrantemente el artículo 28 constitucional, del cual se deduce que la razón de ser de los precios máximos es justamente proteger la economía popular y evitar alzas injustificadas de precios de los artículos de primera necesidad, o sea, los considerados indispensables para la economía nacional o el consumo popular; II) se transgredió el derecho humano a la vida digna reconocido en el artículo 4 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en la jurisprudencia establecida por la Corte Interamericana a partir del caso Comunidad Indígena de Sawhoyamaxa vs. Paraguay; III) se desacató el deber de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos, impuesto a todas las autoridades en el artículo 1º de nuestra Carta Magna.

Hartazgo, enojo, rabia e indignación son las emociones acumuladas que estallaron con tan descabellada determinación oficial y dieron cauce a las manifestaciones y marchas de protesta que están brotando por doquier. El México profundo al que se refirió Guillermo Bonfil Batalla en la obra del mismo nombre está saliendo de su letargo.

La respuesta del gobierno ha sido extremadamente torpe y se ha limitado a negar la realidad, echar mano del caduco modelo del pensamiento único e insistir en que “no hay de otra”, y desplegar una estrategia de inoculación de pánico colectivo con el fin de desincentivar las movilizaciones, sembrar el sentimiento de inutilidad, esparcir la desesperanza y moldear la psique colectiva para que los subsecuentes incrementos sean recibidos con resignación. Esto último ha calado en algunos sectores, quienes están exigiendo que se apruebe cuanto antes la ley de seguridad interior para que las fuerzas armadas se hagan cargo del malhumor ciudadano.

Gasolinazo permanente y militarización indefinida son ahora una horrenda amenaza a la que ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil tendrán que hacer frente amparadas en las tres diosas griegas; la diosa de la razón, la diosa de la verdad y la diosa de la justicia.

 jimenez