Por Jacquelin Ramos

“Divertido, realmente así lo fue al estudiar por segunda vez la pirámide de Kukulcán”. De esa manera comenzó el interés de un grupo de investigadores de la UNAM, al intentar mirar por segunda vez hacia dentro de la también nombrada El Castillo, sin imaginar que esta les tenía una inesperada sorpresa: una pirámide más pequeña y muy anterior a su gran hermana. El descubrimiento, un auténtico huracán al tratarse de uno de los monumentos más conocidos del planeta, y que, además, retrotrae la historia espiritual de la portentosa pirámide a épocas muy anteriores a las que hasta ahora se manejaban.

“Es como las muñequitas matrushkas (muñecas rusas), de la grandota sacamos otra, otra y otra”, así lo señaló en entrevista exclusiva para Siempre! el coordinador del proyecto René Chávez Segura, e investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM.

El método

La estructura primigenia fue descubierta gracias a una Tomografía de Resistividad Eléctrica tridimensional (TRE-3D), que en principio fue desarrollada para estudiar el subsuelo de edificios urbanos, “este método llevo su tiempo en hacerlo, no fue fácil, su creador, al que se le ocurrió inicialmente —miembro también de este proyecto—, el doctor Andrés Tejero, de la Facultad de Ingeniería, UNAM, tenía que detectar túneles bajo zonas habitadas y uno de los problemas que se tenían era que no se podían instalar estos detectores precisamente dentro de los departamentos hubo la necesidad de rodear utilizando este método.

Imagen cortesía El Universal-UNAM.

Fueron seis años de trabajo para generar el planteamiento, agregó Chávez, junto a Gerardo Cifuentes, del IG unidad Michoacán; “estudiamos una unidad habitacional en Iztacalco, los edificios presentaban una inclinación, por lo que rodeamos toda la unidad —entre cuatro o cinco edificios—, detectamos la fractura que había dañado la segmentación de los edificios, se estaban colapsado”.

Pero, ¿en qué consiste este método? Son electrodos que funcionan a través de un par de fuentes de corriente eléctrica en el interior del subsuelo o de una estructura, “esa corriente viaja y se va esparciendo como cuando tiras una piedra en el agua y genera ondas hasta llegar al otro lado, donde nos esperan otros electrodos que medirán la fuerza con la que llega esta energía”.

En el caso de Kukulcán, ahí empezó el gran reto, cómo ver dentro de la estructura utilizando este método, sin dañarla, explica el titular del proyecto: se colocaron 10 detectores alrededor de los diferentes cuerpos de la pirámide, “se envió la corriente eléctrica al subsuelo mediante los electrodos, que permiten medir de manera simultánea, además de la diferencia de potencial,  la resistividad del suelo”.

Las observaciones se hacen en grupos de cuatro detectores, dos de corriente y dos de potencial, llamados cuadripolos; para cada uno de ellos, calcula un punto de atribución a profundidad y después los datos son interpretados. “El modelo obtenido aún posee poco detalle, debido a la capacidad computacional que se tiene, pues el número total de datos es alrededor de 45 mil puntos y en ese momento se modelaron 23 mil”.

Obviamente antes de utilizar esta tecnología no invasiva y única en el mundo, se realizaron los tramites correspondientes para el acceso a la pirámide, “mucho de ello se lo debemos a una de nuestras antiguas estudiantes, ahora investigadora del INAH e integrante también del proyecto, Denisse Argote, quien además apoyó para interpretar los datos históricos de El Castillo. piramide kukulkan

¿Por qué Kukulcán?

Más de siglo y medio de búsqueda no ha agotado los enigmas de esta ciudad y ruinas. Las primeras referencias documentales que se disponen de este sitio son de 1842, cuando fue detallado en mapa y grabados por Jonh L. Stephens y Frederick Catherwood. Después, en 1923, el gobierno mexicano y el Instituto Carnegie de Washington emprendieron exploraciones en gran escala, que se suspendieron durante varios años.

En 1931, se empezó a trabajar en esta zona de forma sistemática y arqueológica; en ese entonces se encontró que debajo de Kukulcán existía otra subestructura, pero no se tenía un conocimiento exacto de si existían más etapas constructivas.

“En 1992 se restablecieron los proyectos de conservación y exploración, se realizaron levantamientos topográficoarquitectónicos de toda la zona, que arrojaron pistas sobre las formas de aprovisionamiento y conservación del agua para consumo y uso agrícola por medio de pozos chultunes (depósitos de agua hechos por los antiguos mayas), cenotes y cuevas”, explica el doctor Chávez, quien además mostrará el proyecto del hallazgo en San Francisco, Estados Unidos.

Con lo anterior, continúa el especialista, expresa que su interés por explorar una de las maravillas del mundo aumentó cuando tuvo la fortuna de participar en 1997 en un estudio de radar de penetración terrestre, entre arqueólogos y geofísicos estadounidenses. “Ellos tenían la misma idea de que podía existir algo debajo de la pirámide de Kukulcán”. Se hicieron estudios a lo largo y ancho de la plaza principal, hacia el noreste y sureste de la pirámide.

Junto a Linda Manzanilla, William Sauck y Larry Desmond, los dos últimos de las universidades de Michigan y San Francisco, se encontró una discontinuidad o ruptura en la roca caliza que, en apariencia, “entra” en El Castillo. “Parecía que existía un sacbé —camino enterrado— hacia el interior de la pirámide”, pensamos en ese momento. Sin embargo, “no estábamos seguros de que era un túnel, pensamos que posiblemente era una subestructura más”.

Foto: Instituto de Geofísica.

La sorpresa: una segunda subestructura

No es la primera vez que este enigmático sitio depara una sorpresa. En 2014, el mismo grupo de investigadores del Instituto de Geofísica, —utilizando su tecnología de electrodos— dio a conocer que la pirámide de Kukulcán fue construida sobre un cenote, o cuerpo de agua subterráneo, comunes en la región y venerados por los mayas.

A partir de esa indagación, entre los objetivos que se persiguieron en la segunda fase del proyecto, explica Chávez Segura, interesaban dos cosas: primero si el cenote o la cavidad de 25 metros de diámetro que se encontró en 2014 no se había perdido, o solo fue algún efecto de la computadora; “afortunadamente con los nuevos datos pudimos confirmarlo”. Segundo, si había algo más, además de lo que ya se conocía en los años treinta, “quisimos iluminar la entrañas de El Castillo”.

Gracias a eso, se detectó una nueva subestructura: “la pirámide de 10 metros de altura, además de la probable existencia de un adoratorio” dentro de las dos otras edificaciones que componen la monumental pirámide maya de 30 metros que se encuentra en el complejo de Chichén Itzá, en el estado de Yucatán.

Este último monumento, indicó Chávez, está ubicado en dirección del cenote que soporta la pirámide, lo que hace suponer que cuando los mayas construyeron esa subestructura ya sabían de la existencia del cuerpo de agua.

Andrés Tejero, René Chávez y Esteban Hernández, investigadores de la UNAM.

Andrés Tejero, René Chávez y Esteban Hernández, investigadores de la UNAM.

Ojalá Kukulcán no nos lance la maldición

El descubrimiento, añadió en entrevista para Siempre! Esteban Hernández, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM e integrante del proyecto, podría ofrecer una nueva perspectiva de la cultura original maya, antes de que se mezclara con otras poblaciones del centro de México. Explicó que, según los resultados de las recientes investigaciones, se determinó que el periodo habitacional más importante de Chichén Itzá se divide en tres etapas.

“La primera, de los años 550 al 800, corresponde a la etapa de mayas puros, cuando se construyó la primera pirámide de 10 metros. Después, entre 800 y 1000 ocurrió el periodo transicional —la pirámide intermedia de los años treinta, de 20 metros de altura—, cuando llegaron pobladores del centro de México y comenzó el estilo maya-tolteca. Finalmente, la etapa de decadencia del asentamiento, entre 1000 y 1300, cuando se construyó la gran estructura de 30 metros que es visible ahora”.

Por otro lado, asegura Hernández, espera que este hallazgo sea una forma de abrir la puerta para generar estudios posteriores de la estructura. “Sabemos que efectivamente hay estructuras de los llamados mayas puros distribuidas en toda Centroamérica, incluyendo la gran parte de la Península de Yucatán en México”.

“La transcendencia queda en manos de los especialistas en la historia, por nuestra parte quedamos muy satisfechos porque estas técnicas nacieron para resolver problemas muy comunes que vivimos todos los días en la Ciudad de México, pero que alcanzaron el nivel que ahorita tienen”.

Una de las grandes cosas que tiene México, explica Hernández, es que “estamos llenos de restos de civilizaciones y de diferentes grupos, en diferentes partes del país y que merecen ser investigadas, un ejemplo de ello es la Gran Pirámide de Cholula en Puebla; podríamos investigarla de la misma manera, tal vez en los diferentes túneles que han hecho los arqueólogos exploratorios”.

¿Habrá una cuarta o una quinta pirámide dentro Kukulcán? Los métodos geofísicos que utilizamos hasta este momento evidencian solo las que hasta el momento se conocen, “mas no tenemos la capacidad por el momento, no tenemos la resolución, quizá con un equipo más potente y con el diseño de otro tipo de electrodos podamos llegar mas al fondo”.

Por otro lado, “contamos con el apoyo de algunos de nuestros estudiantes del instituto, es un verdadero motivo de orgullo que los jóvenes se animen a participar en estos proyectos, porque pueden hacer muchas cosas a pesar de que aparentemente el nivel académico es tan bajo, sin embargo tenemos alumnos muy brillantes. Nos sentimos muy contentos, como universidad, como mexicanos, por lograr exponer este hallazgo ante el mundo. Ahora solo nos queda esperar que Kukulcán no nos lance una maldición por explorarla”, concluye la entrevista el especialista Esteban Hernández.

Foto: Instituto de Geofísica.