BERNARDO GONZALEZ SOLANO
En cinco días más Estados Unidos de América (EUA) contará con su cuadragésimo quinto presidente. Los tiempos se han cumplido. Como nunca antes, la ceremonia acostumbrada por los estadounidenses frente al Capitolio, en Washington, el 20 de enero, ha provocado tal consternación que puede afirmarse, sin duda, que el país está dividido prácticamente a la mitad y que una diferencia de casi tres millones de votantes sufragaron por la candidata demócrata, Hillary Rodham Clinton –65,844,610 de votos, que representan el 48%–, aunque el Colegio Electoral de EUA para elegir a su presidente le reconoció el triunfo al abanderado republicano, Donald Trump –62,979,636 de sufragios, el 46%–, escandaloso descendiente de emigrantes alemanes. Es la quinta ocasión en la historia de EUA que un candidato gana la mayoría el voto popular pero pierde en el Colegio Electoral.
La elección de Trump sorprendió a propios y extraños. La personalidad del ofensivo empresario, que piensa que gobernar a su país es como dirigir una “gran compañía”, tiene de cabeza a todo el mundo. Además, para que nada falte, los principales organismos de inteligencia y de seguridad de EUA (la CIA, el FBI y la Agencia de Seguridad Nacional, NSA), presentaron la semana pasada un documento en el que se asegura que el Gobierno de Moscú metió la mano en los comicios del “último” imperio y que su objetivo era socavar la credibilidad del proceso democrático y acusar de corrupta a la candidata demócrata para reducir sus posibilidades de victoria. De hecho, desde el mes de octubre la inteligencia estadounidense había señalado la posibilidad de que Putin ordenara “hackear” el proceso electoral de la Unión Americana.
El documento de inteligencia desencadenó el desencuentro final entre los dos presidentes estadounidenses: Barack Obama y Donald Trump. Como respuesta a la denuncia de los servicios de inteligencia de su país –con los cuales deberá trabajar en pocos días más–, el próximo mandatario aseguró el sábado 7 de enero en su Twitter que Rusia “respetará a EUA mucho más” cuando él sea presidente. Y agregó: “Tener una buena relación con Rusia es algo bueno, no malo. !Sólo la gente estúpida, o los tontos, podrían pensar que es malo”… “Tenemos ahora suficientes problemas alrededor del mundo sin necesidad de tener uno más. Cuando yo sea presidente, Rusia nos respetará mucho más que ahora”, se jactó el sucesor de Barack Obama.
Sin embargo, de acuerdo con su costumbre de negar hoy lo que un día antes había afirmado, tal parece que 24 horas más tarde Trump dejó de cuestionar la paternidad rusa de los hackeos en los comicios de noviembre último. Mientras no recibía los informes de la CIA, el FBI y la NSA, los desautorizaba e incluso llegó a dar más crédito a Julian Assange, el creador de Wikileaks, que difundió los correos electrónicos del Partido Demócrata, que a las propias agencias estadounidenses. Así, el domingo 8, Reince Priebus, su probable jefe de gabinete, señaló que el presidente electo ya cree en las investigaciones.
La actual crisis entre Moscú y Washington no empezó ayer. La decisión de Obama de expulsar 35 diplomáticos rusos por el informe de las agencias de inteligencia de su país, no fue nada exagerada, aunque Putin haya decidido, en contraparte, no expulsar a ningún diplomático estadounidense de Rusia, en espera de que Donald Trump asuma el poder el viernes 20 de enero. Al respecto, hay muchas suspicacias en las relaciones entre los dos personajes. Por ejemplo, en agosto pasado, Michael J. Morel, ex jefe de la CIA en dos ocasiones –entre 2011 y 2013–, que trabajó 33 años en la propia agencia, escribió un artículo en el diario The New York Times en el que afirma: “En un mundo en el que la información confidencial es muy poderosa, podríamos decir que Putin ha reclutado a Trump como agente sin que él mismo se haya percatado”. No solo esto sino que aprovechó su escrito para criticar severamente al magnate republicano afirmando que no solo “no está cualificado para ser presidente del país, sino que también podía poner en peligro la seguridad nacional” por su inexperiencia y por la actitud de la que ha hecho gala durante la campaña. Un comportamiento que, según Morell, denota “una evidente necesidad de auto-engrandecimiento, una tendencia a tomar decisiones basadas en la intuición, una negativa a cambiar sus puntos de vista a pesar de haber nueva información… una falta de voluntad para escuchar a los demás y una falta de respeto por el Estado de Derecho”.
Morell también recuerda en su artículo que el showman definió al presidente ruso “como el gran líder que ha animado a los servicios de inteligencias rusos a espiar a su rival demócrata, Hillary Clinton“.
En otro sentido, fiel a la máxima que lanzó durante la campaña presidencial de “gestionar el país como una empresa”, el debatido empresario ha continuado su propósito de dirigir a las grandes compañías automovilísticas y de otro tipo –especialmente las que están establecidas en México, el país que ha servido de blanco de sus ataques simple y llanamente porque así le dio la gana–, mismas que bajo presión suya han modificado sus planes de inversión y de contingencia a pocos días de su toma de posesión. De forma que serían las propias multinacionales las que garantizarían que el controvertido Trump cumpla sus promesas de “regresar” empleos a los bastiones electorales donde los votantes blancos desempleados votaron en su favor. Por cierto esos estados son los más afectados por la deslocalización industrial.
Bajo la amenaza de aplicarles una tarifa del 35% a la importación de productos del exterior, que Trump resume en esta frase habitual en Twitter: “fabrica en EUA o paga en la frontera”, las compañías norteamericanas –y extranjeras–, han cedido y dando a conocer inversiones no previstas en las tierras del Tío Sam, en detrimento en las que planeaban en otros países de Hispanoamérica, fundamentalmente en México –el “enemigo” elegido por el nuevo Rico MacPato republicano desde que inició su campaña electoral–, donde ya se han sentido las consecuencias económicas y políticas de su próximo gobierno.
El hecho es que sin haber asumido todavía el cargo, el presidente electo de EUA, Donald Trump comenzó a ejercerlo de hecho. En varias decisiones ratificó lo que en la campaña solo parecían baladronadas. Nunca antes un mandatario del vecino del norte se había comportado así. Amenazador con las principales compañías automovilísticas de su país, casi como si fuera un capo de la mafia. Algunas de las grandes factorías estadounidenses doblaron la cerviz. Ford (que ha hecho fortuna en México desde hace 92 años), General Motors, Chevrolet. Entre los doblegados se han inscrito ya algunas firmas europeas, como la Fiat y hasta la Volkswagen.
have enough problems around the world without yet another one. When I am President, Russia will respect us far more than they do now and….
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) January 7, 2017
En tales condiciones nadie puede predecir cuál será el futuro político y social del mundo con la mayor democracia del planeta encerrada en sí misma. El sentido común indicaría que este no es el mejor camino, aunque una oleada de nacionalismos y proteccionismos parece dirigirse también al Viejo Continente.
Entre tanto, mientras llega el día D —el viernes 20 de enero–, cuando Trump jure su cargo en una vieja Biblia, la Unión Americana vive una división inédita. Nunca antes de esta simbólica ceremonia de cambio de mandato, se había desarrollado un ambiente de tanta confrontación. Antes se consideraba un honor participar en este acto. Los pleitos eran por la invitación. Esta vez no es así. Muchos personajes han rechazado la invitación. Otros, decidieron asistir como la cantante Cristi Brazao porque consideró que “mi misión como cantante es ablandar corazones, tender puentes, establecer conexiones y hacer amistades”, ya no por simpatía y apoyo a Donald Trump. Varios historiadores dicen que la angustia general reinante en torno a si participa o no es algo inusual.
Hasta la asistencia de los Clinton –Bill y Hillary– ha sido criticada, pues como dijo uno de sus ex funcionarios, Robert Reich: “al asistir a la juramentación, la normalizan como si Trump fuera simplemente un presidente más… (y no es así)… Donald Trump llegó a la presidencia mintiendo, denigrando a las mujeres, denigrando a las minorías étnicas y raciales, rechazando informes de inteligencia de intromisión extranjera den nuestra elección, justificando la violencia constar sus oponentes y socavando la libertad e independencia de la prensa”.
Meryl Streep, one of the most over-rated actresses in Hollywood, doesn't know me but attacked last night at the Golden Globes. She is a…..
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) January 9, 2017
Al respecto, en la reciente entrega de los premios de los Globos de Oro, en Los Angeles, California, la galardonada actriz Meryl Streep, fue otra de la denunciantes en contra de Donald Trump –el primero fue el conductor Jimmy Fallon que dijo que “la premiación era uno de los pocos lugares en América donde aún se respetaba el voto popular–, que se convirtió en firme defensora de los extranjeros y de la libertad de prensa (tópicos que no son del agrado del empresario): “Todos los que estamos en esta sala pertenecemos a dos sectores menospreciados, extranjeros y prensa… Hollywood está lleno de forasteros que si se les expulsan no se tendrá nada más que ver fútbol o artes marciales, que en realidad no son artes…La falta de respeto provoca violencia y esta más violencia…La prensa es necesaria para que defienda y saque a la luz todas las historias que hagan que los poderosos respondan de sus actos”.
Trump contestó rápidamente a la actriz con un mensaje en su cuenta de Twitter: “Meryl Streep es una actriz sobrevalorada… Es una lacaya de Hillary…”. Vaya. Y en el informe de las agencias de inteligencia de EUA, aparece treinta veces el nombre de la periodista rusa (de origen armenio, Margarita Simonián, “la periodista más peligrosa del planeta”, dicen), acusada de “haber contribuido a la elección de Trump”, gracias al apoyo de Vladimir Putin. Qué historias, y el gobierno de Trump apenas comenzará. VALE.