Por B.M.H.

La política del presidente electo en el Mar de China, el origen de la disputa.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, que será ya oficial y efectiva el próximo 20 de enero tras su investidura, ha provocado un movimiento de alianzas geopolíticas en todo el mundo que está redibujando el equilibrio de poder por todo el globo.

Mientras Rusia gana peso en Washington gracias a la buena sintonía que han parecido mantener el magnate y Vladimir Putin en los últimos meses, amén del acercamiento entre Moscú y Ankara y por extensión con Teherán, otros países no ven con buenos ojos la toma de poder del nuevo presidente norteamericano.

Este es el caso, sobre todo, de China. Desde que Trump ganara las elecciones presidenciales el pasado 8 de noviembre, varios han sido los gestos hostiles provenientes tanto de él como de su equipo de trabajo hacia los intereses de Pekín. Durante la campaña, el propio Trump aseguró que endurecería los aranceles de importaciones desde Asia, especialmente desde el gigante asiático y desde Japón, porque, según afirmó literalmente, “nos toman el pelo”.

Pero el tema del comercio no fue sino el primero de varios desagravios del presidente electo hacia la primera potencia económica mundial. El segundo fue la conversación telefónica que mantuvo Trump con la principal mandataria taiwanesa, Tsai Ing-wen, a comienzos del pasado mes de diciembre y en la que ambos acordaron promover una nueva etapa de estrecha colaboración y cooperación en materia económica, política y de defensa.

Pekín, que no esconde sus aspiraciones soberanistas sobre el estado-isla, criticó este acercamiento y salió al paso de las declaraciones de Trump conminándole a respetar el status quo y a no añadir más leña al fuego a unas relaciones bilaterales lo suficientemente tensas de por sí.

Sin embargo, el asunto más tensión está provocando entre ambas potencias es el papel de Estados Unidos en el Mar de China Meridional. Desde hace varios años, el Gobierno de Xi Jinping ha promovido una muy controvertida política de expansionismo en la zona mediante la construcción de islas artificiales cerca de los deshabitados archipiélagos Spratley y Paracel que garantizan sus derechos territoriales más allá de los que les corresponden de manera natural. Una especie de política de ‘espacio vital’ marítima que tiene como objetivo controlar una de las mayores rutas comerciales del mundo por el que cada mes pasan decenas de miles de megacargueros en una de las zonas-factoría más productivas del planeta.

Esta política ha entrado en conflicto con la de los países de la región, en especial con Filipinas y Vietnam, aliados de Estados Unidos. Con el objetivo de prestar apoyo a sus amigos, Washington cuenta con una considerable presencia militar en la zona e intenta sacar músculo para que China no se extralimite en sus aspiraciones.

En este línea, Trump ya ha asegurado en varias ocasiones que no consentirá que China siga con su política de islas-artificiales, mientras que desde Pekín se insiste que están en su legítimo derecho (se basan en cartas navales de siglos de antigüedad, lo mismo que el resto de países de la zona).

Por lo pronto, el diario oficialista chino ‘Global Times’ publicaba este viernes un incendiario editorial en el que advierte de que si la diplomacia del equipo del presidente electo prosigue con sus desafíos, ambas partes “deberían pensar en prepararse para un enfrentamiento militar“.

Vía El Imparcial

http://www.elimparcial.es/noticia/173570/mundo/trump-lleva-a-china-a-plantearse-un-enfrentamiento-militar.html