Ante el bravucón Trump

Raúl Jiménez Vázquez

El discurso de toma de posesión de Donald Trump confirmó a cabalidad que detrás de sus apocalípticos pronunciamientos subyace una personalidad narcisista, impulsiva, carente de empatía, acostumbrada a salirse con la suya. Es un genuino peligro para México y el resto del mundo. Sin duda habrá que echar mano de muchas y muy creativas estrategias para poner límites a este profesional del bullying, a este bravucón de alto rendimiento.

Una de ellas estriba en hacer valer la legalidad imperante en el plano internacional. Por lo pronto, las amenazas trumpianas son violatorias de los objetivos de la ONU y de los postulados básicos contenidos en el artículo 2º de la Carta de San Francisco, su instrumento fundacional: buena fe, no intervención, igualdad de derechos y libre autodeterminación de los pueblos, igualdad soberana de los Estados, prohibición de la amenaza o uso de la fuerza. También contravienen la Convención de Derechos y Deberes de los Estados, la Declaración de Naciones Unidas sobre los Principios de Derecho Internacional referentes a las Relaciones de Amistad y la Cooperación entre los Estados, y la jurisprudencia establecida por la Corte Internacional de Justicia en el caso “Nicaragua vs. Estados Unidos”.

El nuevo gobernante estadounidense quiere subvertir el orden internacional democrático y equitativo preconizado en la resolución emitida por la ONU el 17 de diciembre de 2015. Lo que implicaría el quebrantamiento de principios ius cogens o normas imperativas del derecho internacional reconocidas en el artículo 53 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados.

En lo que a nuestro país concierne: I) la construcción del muro fronterizo, además de atacar la soberanía nacional y los principios constitucionales que rigen la política exterior, atenta contra el criterio interpretativo fijado por la Corte Internacional de Justicia en la opinión consultiva sobre “Las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio palestino ocupado”; II) el despropósito de la expulsión masiva de connacionales es contrario al derecho humano a la dignidad plasmado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, al derecho humano al debido proceso acogido en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y a las protecciones humanitarias previstas en la Convención contra la Tortura, la convención sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y sus familiares y la convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación; III) el amago del abandono del TLCAN si no se accede a las exigencias del nuevo inquilino de la Casa Blanca es conculcatorio del principio Pacta sunt servanda contemplado en el artículo 26 de la mencionada Convención de Viena, según el cual los tratados obligan a las partes y deben ser cumplidos de buena fe.

Los mexicanos no estamos dejados de la mano de Dios. El Ejecutivo federal debe hacer valer esas y otras armas jurídicas a fin de defender la dignidad nacional.

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