La biblioteca Benjamin Franklin estaba llena. Esta vez no de estudiantes que acudían a consultar libros o material online, sino de periodistas. La ocasión era marcada por la toma de poder de Donald Trump como el 45 presidente de Estados Unidos, que reunió en este recinto cultural a residentes estadounidenses, miembros de la prensa nacional e internacional; todos aglomerados en un pequeño espacio transformado en foro momentáneo para presenciar vía televisiva la ceremonia política, quizás la más esperada no sólo en la Unión Americana sino en todo el mundo.
Tras una estela de personalidades políticas y religiosas, el momento de la toma de protesta llegó. En una pantalla televisiva colocada al fondo del foro, se podía ver a un Donald Trump a veces impaciente, colocando la mano y jurando sobre dos ejemplares de la Biblia. “Yo, Donald John Trump, juro solemnemente que ejerceré con fidelidad el cargo de presidente de Estados Unidos y, hasta el límite de mi capacidad, preservaré, protegeré y defenderé la Constitución de Estados Unidos. Que Dios me ayude”.
Intensidad patriótica
Incluso para la comunidad periodística ahí reunida, el evento tenía una relativa importancia no sólo por la polémica personalidad del ahora mandatario estadounidense, sino por los mensajes lanzados en su primer discurso oficial salpicados con fuerte intensidad patriótica, rompiendo con los cánones políticos e incluso mostrando un doble mensaje sin chistar. Primero agradece a Barack Obama, sólo para detonarlo diciendo que su toma de poder es un “día histórico, no solo porque se realiza una transferencia de poder de un mandatario a otro, sino porque estamos transfiriendo el poder al pueblo” dijo.
Contra el establishment
A partir de ahí fue una secuencia de ataques alusivos a las dos administraciones del primer presidente negro en la historia estadounidense, a quien dejaba entrever como un aliado del establishment egoísta. “Durante mucho tiempo, un pequeño grupo disfrutaba de la recompensa, mientras el pueblo se quedaba atrás. El establishment se protegía, pero no protegía a los ciudadanos”. “Eso cambia justo aquí y justo ahora. Este momento es de ustedes”,
Un marcado nacionalismo populista
A lo largo de 18 minutos, el también magnate inmobiliario matizó frases que fueron seguidas por prolongadas rondas de aplausos y gritos que enaltecían aún más la personalidad ruda de Trump, situado en la parte frontal del Capitolio. “El 20 de enero de 2017 será recordado como el día en que el pueblo volvió a controlar esta nación”. Aparecieron los mensajes propagandísticos uno tras otro: “la grandeza estadounidense”, “Estados Unidos será lo primero”, “la erradicación del islamismo”, “las razas tienen los colores rojo, blanco y azul de la bandera estadounidense”, “nunca más serán ignorados” y sobre todo: “nunca los decepcionaré”.
Roberta Jacobson
Llegó la hora del himno. Una chica de 16 años hizo una ejecución magistral. Residentes y diplomáticos se pararon para entonarlo al parejo, mientras los colegas camarógrafos y fotógrafos no dejaban de graban o de captar cada momento. Al finalizar, la embajadora de Estados Unidos en México, Roberta Jacobson, agradeció a los periodistas, previamente invitados, por compartir un momento importante de su país.
“Es día muy especial para nosotros, la toma de posesión del 45 presidente de Estados Unidos, Donald J, Trump. Se trata de una tradición nacional única y celebra nuestra democracia de 240 años. Una transición pacífica demuestra nuestra unidad como pueblo que apoya nuestra democracia permanente”, dijo Jacobson. “Me llamó la atención que en su discurso de 18 minutos, el presidente Donald Trump habló de buscar la amistad y la buena voluntad con todas las naciones del mundo”, comentó la diplomática.
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