Federico Campbell
Jaime Luis Albores Téllez
La palabra trans —inseparable, que significa del otro lado, a través de (transparente)— y la palabra peninsular —natural de una península o relativo a ella— o sea Transpeninsular es una palabra inventada que nos puede dar la idea de lo que es natural e inseparable de un lugar, y también es el título de uno de los libros de Federico Campbell (Tijuana, 1941- Ciudad de México, 2014; reeditado por Ediciones B, México, 2015; 183pp). Y ahora que lo releo confirmo que es un libro rodeado de una
atmósfera fantasmagórica, de ciertos efectos producidos con un lenguaje que produce una sensación de lejanía: “Parecía que lo estaba viendo desde lo alto de una colina…” o “el hombre entraba en una fase de la concentración que gracias al transcurso del tiempo propicia que cada jornada sea diferente a la anterior…”. Además, también la fantasmagoría se da cuando a través de la historia de un viejo periodista que busca saber de otro periodista llamado Fernando Jordán, quien redescubrió unas pinturas rupestres, emprende un viaje por toda la península de Baja California, en México, para saber más de la vida de Jordán. Sí, la historia del viejo periodista sucede cuando se imagina la vida que llevó Jordán, y descubre que la mente de él es vana y frívola cuando se halla siempre ocupada, pero sin provecho, sí, sobre todo cuando toma algunas situaciones como grandiosas y son simples imaginerías que hacen que se desperdicie el tiempo en futilidades, entonces comienza a conocer sus pensamientos y a darse cuenta que tiene que concentrarse en la información para no caer en fantasías creadas por su mente perezosa que evita examinar las situaciones a fondo. También se da cuenta que es difícil concentrarse sólo en la información para conocer la vida de Jordán porque el imaginario colectivo fantasea irremediablemente a tal grado que “aunque parezca mentira la verdad nunca se sabe”.
Federico Campbell también nos cuenta en Transpeninsular otra “realidad” cuando Fernando Jordán, periodista mexicano, a través de sus crónicas da a conocer el desierto de la península de Baja California, donde se encontró un esqueleto de humano gigante, unas cuevas con pinturas rupestres. También describe la playa del Coromuel desde Pichilingue a La Paz: “En el verano la ciudad muere todos los días. Hay cierta hora, hacia las tres de la tarde, en que el tiempo se queda detenido, sudando, y el pueblo deja de dormir sus pensamientos, embotado por una marea caliente que suspende la vida. Las palmeras se duermen inclinadas y los laureles de la India hacen de filtro al reflejo del sol sobre la bahía. Frente a la ciudad, el mar de la bahía es de plomo y arde bajo el sol brutal, que no permite sombras. Pegado al muelle, un barco duerme en la modorra una siesta eterna, como duerme una siesta de muerte un marinero renegrido, desnudo bajo la toldilla inútil”.
Federico Campbell nos cuenta una historia donde cada instante corre lentamente, al igual que una cámara lenta, que explora las regiones secretas del desierto y su camino hacia la muerte. En fin, es un libro que nos invita a reflexionar entre la alternativa que hay entre información y el imaginario literario.
@Magnilin
