Jesús Hernández Garibay
La polémica toma de protesta de Donald Trump como nuevo presidente de Estados Unidos estuvo, como se sabe, repleta de protestas, desaires y todo tipo de preocupaciones por el futuro del planeta. En tanto que en su discurso el magnate reafirmaba el camino prometido en su mandato (“Hemos hecho ricos a otros países mientras la fuerza y la confianza de nuestro país ha decaído. Ese es el pasado. Ahora miraremos solamente hacia el futuro”; “Recuperaremos nuestros trabajos, nuestras fronteras, nuestra salud y nuestros sueños”; “Estamos devolviéndoles el poder a ustedes, al pueblo…”), mientras en la villa de Davos, Suiza, se llevaba a cabo la 47 edición del Foro Económico Mundial.
En este conclave el vicepresidente saliente, Joe Biden, pronunciaba un emotivo discurso a las élites asistentes, cuyo mensaje estaba dirigido al recién estrenado inquilino de la Casa Blanca: “en un momento de incertidumbre como el que padece actualmente el mundo, debemos apostar por los valores que hicieron grandes a las democracias occidentales y no permitir que el orden liberal del mundo sea desgarrado por fuerzas destructivas…”, decía. No obstante, dicho planteamiento también reflejaba la zozobra que, como telón de fondo, permea hoy tanto a la presidencia de Trump, como al mismo Foro y al mundo entero.
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En discursos y conversaciones del Foro, “la frustración y el descontento”, así como la incógnita, la incredulidad y el no entender de plano hacia donde caminar, enmarcaron la agenda de la reunión anual. Fue éste un Davos sin brío, donde resonaron frases como “el peligro del populismo” o “las inconveniencias del proteccionismo”. Y es que la virtual defensa del proceso sistémico global equipara con la acrecentada desigualdad planetaria, que ya crea el hartazgo social. Un informe de Oxfam Internacional, Una economía para el 99%, expuesto antes de abrirse el evento, denunciaba que sólo ocho personas en el mundo poseen hoy una riqueza igual a la de los 3 mil 600 millones de seres humanos más pobres, es decir la mitad más excluida de la población mundial.
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— World Economic Forum (@Davos) January 25, 2017
Así, mientras el nuevo mandatario disfruta ahora de su triunfo como resultado de la promesa de fortalecer a los trabajadores para que al fin alcancen el “sueño americano” ―una posibilidad tardía, que comenzó a perderse desde los ochenta cuando ya se denunciaba que las empresas dejaban atrás fábricas cerradas, trabajadores desempleados, y un grupo de pueblos fantasmas (ghosttowns) bajo el progreso de la desindustrialización a que sometieron a su país, al preferir aprovechar el poderío del mismo para hacer fortuna afuera, a costa del resto del mundo―, el informe de Oxfam muestra precisamente cómo “la brecha entre ricos y pobres es hoy mucho mayor de lo que se temía y describe cómo grandes empresas y los más ricos logran eludir y evadir el pago de impuestos, potencian la devaluación salarial y utilizan su poder para influir en políticas públicas, alimentando así la grave crisis de desigualdad”.
Una realidad que ahora evocan el ex-vicepresidente Biden y sus cofrades internacionales, cuando hablan de “apostar por los valores democráticos” del mercado, que paradójicamente guiarán también a Trump.
Blog del autor: jhg2010.blogspot.mx