Por Jacquelin Ramos

Son más de 40 años de sumergirse en las entrañas del Gran Templo de México. Es una búsqueda que no se detiene, mientras más se excava, sale a la luz más información sobre el asentamiento que constituyó el centro ceremonial más importante en el corazón de la Gran Tenochtitlan, su riqueza es simplemente infinita.

Como parte de esa riqueza, existe uno de los edificios más importantes de lo que fue el centro ceremonial tenochca, que no sólo ha sobrevivido al paso de medio milenio, de ahí el asombro ya que su estado de conservación es único. Hoy los transeúntes del Centro Histórico de la Ciudad de México lo pueden constatar al asomarse a un par de ventanas arqueológicas habilitadas en la calle República de Argentina, entre Justo Sierra y San Ildefonso, gracias al esfuerzo realizado por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a lo largo de tres años.

“Al asomarse a las ventanas, verán un edificio o gran basamento que ofrece una nueva perspectiva sobre los significados del Templo Mayor, pues en los materiales utilizados y la forma como está conformada la construcción, se muestra claramente que se trató de emular en esta área una especie de montaña sagrada”, señala en entrevista para Siempre!, el arqueólogo Raúl Barrera, director del Proyecto de Arqueología Urbana.

Foto Cortesía INAH - Héctor Montaño

Foto Cortesía INAH – Héctor Montaño

La estructura cuadrangular, explica Barrera, cuenta con 40 metros de norte a sur: “la estructura arquitectónica presenta el frente principal hacia el lado oeste, al igual que el Templo Mayor. Atraviesa la calle Argentina y entra parcialmente por debajo de los edificios coloniales aledaños, por lo que aún no se tiene certeza de su anchura, aunque se calcula que debe ser de las mismas dimensiones por los cuatro lados”.

Barrera, quien además encabeza los trabajos de excavación en el Templo Mayor, señala que el edificio se encuentra a más de dos metros de profundidad. Además de que la primera ventana mide unos 13 metros, la segunda abarca cuatro metros de largo por 3.25 de ancho.

“El edificio era parte del centro ceremonial tenochca, área de unos 500 metros por lado, donde había unos 78 templos, de acuerdo con fray Bernardino de Sahagún”. Después del Templo Mayor, esta construcción es una de las más importantes.

Etapas constructivas del Templo Mayor

El vestigio arqueológico elaborado en piedra de tezontle, con recubrimiento de estuco, tuvo diversas etapas constructivas, como el resto de los edificios del recinto sagrado. “Conecta cinco etapas de la construcción del Templo Mayor que van del año 1440 a 1521 después de Cristo; la que está visible al público, corresponde a la etapa IV, es decir a la época de Moctezuma I y hasta la llegada de los españoles”, explica el arqueólogo.

Insistió Barrera en la importancia que debió tener este basamento en la antigua ciudad mexica, sin embargo advirtió que aún desconocen su funcionamiento. “No podemos saber a quién fue dedicado porque necesitamos elementos arqueológicos que nos ayuden a confirmarlo. En este momento lo que podemos decir es que se trata de un gran basamento y que a futuro los trabajos determinarán a quién estuvo dedicado”.

Afirma que a través del INAH se ha dado una especial atención a esta área nuclear en historia y pasado de la Ciudad de México, donde el gran basamento descubierto fue visto desde el principio como una riqueza que debía mostrarse para que los mexicanos constataran la gran ciudad de la que proviene parte de la cultura que les dio origen.

“Poco a poco vamos hallando las coincidencias entre las crónicas del siglo XVI y los descubrimientos que se van sumando a nuestro conocimiento de la gran urbe de Tenochtitlán, cuya gran maqueta se sigue renovando gracias al trabajo de grandes y dedicados especialistas. Estas ventanas arqueológicas nos permiten hacer nuevamente nuestro el pasado y nuestra riqueza cultural”.

Barrera destaca que en las ventanas instaladas en la calle de República de Argentina los mexicanos podrán encontrar no sólo vestigios de diversas etapas del Templo Mayor, sino además de otras épocas de la ciudad, pues en la primera ventana de mayores dimensiones se observan los restos de una tubería de barro vidriado de principios del siglo XX. “Son restos de un drenaje porfiriano, de entre los años 1910 y 1915”.

Raúl Barrera Rodríguez, Director del Proyecto de Arqueología Urbana.

Historia del hallazgo

El hallazgo del gran basamento se dio después de que, entre 2012 y 2013, el equipo del Proyecto de Arqueología Urbana realizara pozos de sondeo, como parte de los trabajos de remodelación que emprendió el gobierno capitalino en esa calle.

Ambas ventanas fueron diseñadas por especialistas del INAH, en colaboración con el Fideicomiso del Centro Histórico. “Participaron arqueólogos, restauradoras, arquitectos e ingenieros, así como museógrafos con el fin de encontrar las soluciones más adecuadas para la preservación de los vestigios arqueológicos y de su exhibición”.

La construcción cuenta con deshumidificadores que ayudan a controlar la humedad y a evitar la aparición de líquenes en los muros; además se instaló iluminación fría a base de leds para mejorar la apreciación de los vestigios. Según el arqueólogo Barrera, la conservación y mantenimiento de las nuevas ventanas están a cargo del Museo de Templo Mayor cuyo personal mantendrá una vigilancia constante para proteger los vestigios.

Todo lo anterior, explica el arqueólogo, no fue tarea fácil, para ello, se realizó una propuesta de investigación, la cual es enviada al Consejo de Arqueología del INAH, “es sometido por un cuerpo colegiado para su análisis y observaciones, sólo de esa manera se otorga la autorización para intervenir en las diferentes áreas”.

Para obtener el fruto que se espera, considera Barrera, en cualquier proyecto de investigación que se realice, debe cubrir las diferentes fases: la excavación —que en muchas de ellas se interviene por ley—, la protección del patrimonio arqueológico y la exhibición. Esta modalidad “la generamos en el Programa de Arqueología Urbana y lo estamos haciendo en diferentes espacios, entre ellos, el Centro Cultural de España en México, ubicado entre las calles de Guatemala y Donceles 97, en el Centro Histórico de la Ciudad de México”.

En los años 2007 a 2009, se hicieron excavaciones en ese lugar, y se logró preservar el vestigio arquitectónico mexica que se encontró, a través de la creación de un museo de sitio para exhibir los hallazgos.

En cuanto a las técnicas de arqueología que se utilizaron para las excavaciones, platicó Barrera, se emplearon diferentes métodos como la magnetometría. “Junto con la Universidad Nacional Autónoma de México —con la que tenemos una gran colaboración— se llevó un registro de las anomalías que se encuentren en el subsuelo; de alguna manera, este método nos ayuda para darnos una idea de lo que podemos encontrar en el subsuelo”.

“En cuanto a la excavación lo hacemos por sondeo —añadió Barrera—, llevamos control estratigráfico de todas las excavaciones de la superficie, y nos permite determinar hasta dónde podemos culminar con la excavación; el trabajo en sí es muy sistemático”.

De la arquitectura o los basamentos que vamos localizando, lo que nosotros hacemos es preservarlos tal como los encontramos; desde luego se requiere de un mantenimiento de consolidación, de restauración, porque es necesario. Por ejemplo el basamento estaba a punto de colapsarse, por lo que tuvimos que protegerlo, ¿de qué manera? Dándole un cierto mantenimiento. Sin embargo, nuestro propósito es evitar la reconstrucción, tratamos de dejarlos tal como se encuentran para que puedan ser mayormente apreciados.

El corredor cultural

Ahora será más fácil llegar del Zócalo al Antiguo Colegio de San Ildefonso o la librería Porrúa. No habrá que rodear la Catedral o caminar hasta Correo Mayor para llegar a Justo Sierra, gracias al nuevo puente peatonal sobre el Templo Mayor, que conecta el Zócalo con las calles de República de Argentina y Justo Sierra.

Tuvieron que pasar 15 años para que el corredor de una inversión de 13 millones de pesos se convirtiera en un corredor cultural. “Ahora los visitantes pueden disfrutar del Templo Mayor desde su fachada, hasta sus vestigios arqueológicos”, aseguró Barrera.

Es un corredor, añadió el arqueólogo, que se ha convertido en un espacio cultural, destinado por INAH para llevar a cabo exposiciones temporales, como la que en este momento se encuentra; se trata de una muestra integrada por imágenes prehispánicas en su mayoría mexicas. Es todo un atractivo este corredor cultural.

Sin duda alguna, el puente elevado y las ventanas arqueológicas “son un encuentro entre el pasado y presente, que ilustran a las nuevas generaciones sobre dos tiempos y ofrecen la perspectiva sobre su historia y pasado”, concluye la entrevista el arqueólogo Raúl Barrera.

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