Un adolescente va a la escuela con un arma. En su salón, dispara en contra de tres compañeros y la maestra para, segundos más tarde, hacer lo mismo en su contra con funestos resultados. De inmediato, las redes sociales y medios de comunicación dan cuenta de la noticia, brindando detalles como el nombre del joven, el estado de las víctimas y teorías de por qué sucedió el hecho.

Pero en las redes también se empieza a dar una discusión acerca de lo que implica que alguien ingrese a una escuela armado, al momento en que comienzan a circular las imágenes del salón en donde sucedió la tragedia, video incluido. Usuarios comienzan a inconformarse por esta difusión y piden que no se ofrezcan imágenes y videos del crimen, unos por respeto a las víctimas y sus familias, otros por considerar que eso puede alentar a otros a realizar acciones similares.

No es la primera ocasión, y no será la última, en que en el contexto de un hecho como el que sucedió en Monterrey el pasado miércoles 18 de enero la audiencia de medios y redes se divida acerca del contenido que se transmite y sus posibles consecuencias.

https://twitter.com/MeidEprac17/status/821802306387804166

En la década de los años 80, una investigación de la Universidad de Michigan alertaba acerca del abuso en los videojuegos, pues se argumentaba que éstos enseñaban que la violencia era una herramienta útil en la resolución de cualquier problema.

Esa misma década en México regresaba a la televisión la transmisión de funciones de lucha libre, prohibidas en los años 70 bajo el argumento que eran factor para enseñar la violencia como una actividad permitida.

Para distintas sociedades, los medios ayudan a que los niños y jóvenes –los más indefensos bajo esta óptica– aprendan a comportarse con violencia en el entorno social. Fenómenos que antaño no recibían denominaciones tales como bullying, son vistos como resultado de un proceso de aprendizaje que tiene a los medios de comunicación como maestros, cuyos contenidos –basados principalmente en series extranjeras o comedias que se basan en ridiculizar a otros por sus características físicas–, son lo que ha modelado el comportamiento de nuestra sociedad.

Las recientes telenovelas que abordan el tema de los narcotraficantes también pasan por esta crítica y tiene restricciones de horario, en la búsqueda de proteger a la sociedad mexicana de una emisión que es considerada dañina por los valores que promueven.

Pero ante este panorama, conviene preguntarnos, ¿en realidad debemos prohibir la difusión de imágenes o videos como los que circularon la semana pasada o series que se centren en narcotraficantes? Proteger a nuestra niñez es una de las razones de quienes concuerdan con este tipo de prohibiciones, pero para otros analistas es difícil culpar a los medios y redes sociales de una tendencia que viene de siglos.

La humanidad se ha especializado en actos violentos. Es creadora del asesinato, la tortura, canibalismo, extinción de otras especies, incluso sin la presencia de medios masivos de comunicación. La discusión continúa sin que se dé con una conclusión definitiva acerca de los efectos de los medios en el comportamiento de algunos miembros de nuestras sociedades.

Para los medios, esta situación supone una disyuntiva. Informar de un hecho violento supone un desafío ético, pues sin duda se debe salvaguardar los datos personales de algunos de los involucrados, principalmente víctimas, además de cuidar el tratamiento de los presuntos responsables –término utilizado para referirse a los sospechosos de realizar algún delito–, además de cuidar a la audiencia ante la exposición de contenidos violentos –asesinatos, tortura, violación, accidentes fatales–, por la manera en que esto podría afectar a algunas personas. Pero también está el cumplimiento de su principal función, informar, por muy cuestionable que sea la noticia.

https://twitter.com/ronaldgamboav/status/822307825447682048

https://twitter.com/MontanaMX_/status/821952569518030848

Volviendo al tema de Monterrey, no se ha profundizado con respecto a la solicitud de no difundir imágenes o videos de lo sucedido en el Colegio Americano del Noreste. Uno de los argumentos para pedir que no se dé tal difusión, es el respeto a las víctimas, lo cual nos lleva a la pregunta de si no dar sus nombres es suficiente o de qué manera se les puede afectar con la difusión de fotografías –algo similar se discute con relación a los videos que retratan la prepotencia de los llamados “lores”, como #lordaudi, o de las “ladies”, como #ladynomealcanza–, o videos en los que aparecen como protagonista, aunque sea de manera involuntaria, de un hecho de interés público.

Otra faceta de esta discusión, tiene que ver con la posible imitación de conductas que se ven en televisión o redes sociales. Desde la época de Jack “El destripador” se menciona la manera en que otras personas imitan la conducta criminal, al estilo de los famosos “copycats” de Estados Unidos, gracias a lo que ve en los medios.

La investigación no ha resultado concluyente acerca de si, en realidad, los medios puedes influir decisivamente en la conducta de algunas personas, en especial de jóvenes. Con tal variedad de contenidos en medios –incluso en redes sociales–, conviene preguntar por qué razón sólo lo negativo es imitado y no los personajes que con base en su esfuerzo o creatividad triunfan en la vida.

Se trata de una discusión inacabada en la cual cada quien puede aportar su punto de vista y defenderlo, pero debemos considerar que la función de los medios y, ahora, de las redes sociales es informar y aportar a la discusión sobre temas de interés de la sociedad. Que se difunden noticias falsas o que alguien puede tomarlas como pautas a seguir, es un riesgo el cual queda pequeño ante la falta de información o debate público, que es una de las consecuencias de empezar a prohibir sin atender todas las facetas de un problema.


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