Inexorable

Alfredo Ríos Camarena

No hay duda de que el desarrollo ascendente del sistema capitalista produjo resultados positivos y espectaculares: en lo político, la democracia liberal; en lo jurídico, la consolidación de los derechos humanos; y en lo económico, un avance formidable que permitió un saldo cuantitativo y cualitativo de la historia humana.

En los últimos cincuenta años el avance de la ciencia y la tecnología es más grande que todo el desarrollo de la historia humana.

En efecto, la televisión, las comunicaciones satelitales, el genoma humano, el desarrollo de la aeronáutica, de la robótica, de la física y de la química son de incalculables beneficios. Sin embargo, como el propio Adam Schmitt lo sugería, este sistema se basa en la aspiración mezquina del lucro y la riqueza, por eso, vivimos un punto de quiebre que genera la gran crisis del capitalismo global.

La miseria, la ignorancia, el hambre y la enfermedad cada día crecen en forma exponencial, por ello, es importante voltear a lo que está sucediendo actualmente.

La semana pasada se publicó una información generada en Ginebra de la que se desprende que más de 20 millones de personas podrían morir de hambre, dentro de los seis meses próximos, simplemente por falta de comida.

Arif Husain, economista en jefe del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, señaló que los conflictos en Yemen, en el noroeste de Nigeria y en Sudán del Sur devastaron a las familias en esos lugares y dispararon los precios de los alimentos, mientras que una sequía en el este de África arruinó la economía agrícola.

Es inaudito que en este mundo de creación de riquezas inconmensurables existan millones de seres humanos carentes de todo satisfactor; aquí mismo, en México, el hambre se reproduce exponencialmente y la pobreza crece día con día.

El capitalismo no concluyó, como lo pronosticó Lenin, en la etapa del imperialismo, sino que tuvo todavía un importante crecimiento en esta, ahora sí, la etapa final, regida por los cánones implacables del neoliberalismo.

Los acontecimientos recientes en Gran Bretaña con el brexit y el triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos anuncian esta etapa final, para lo cual debemos estar preparados fortaleciendo nuestro mercado interno y, sobre todo, con nuevas fórmulas productivas, especialmente de alimentos, que nos permitan superar la negra etapa que se avecina.

Tenemos con qué, hemos tenido instituciones que, lamentablemente, desmantelamos, cabe señalar que apuntaban a que la reforma agraria tuviese una auténtica función productiva y de distribución de la riqueza.

Con las presiones que estamos viviendo frente a la inminente desaparición del TLCAN, debemos encontrar la fortaleza interna nacional para desarrollar un plan que implique mayor productividad para el consumo interno.

El panorama es desolador, pero en México tenemos todos los elementos geográficos y estructurales que permitan un golpe de timón en la conducción de la administración pública, que retome los valores de la soberanía, el nacionalismo y la capacidad productiva con sentido social.

Los dramáticos avisos de la hambruna pueden ser signos de alerta para acelerar el camino que la historia nos marcó, particularmente en los principios paradigmáticos de la Constitución, que hemos abandonado lamentablemente.

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