Que no se vulnere nuestra soberanía
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Con un mal vecino, el hombre
más pacífico no puede vivir en paz.
Schiller
Este 14 de febrero se cumplirán cinco lustros de un suceso ratificador de la vocación pacifista del Estado mexicano, de un acto expreso de soberanía nacional y de una prueba indiscutible del liderazgo mexicano en el concurso de las naciones y pueblos del mundo.
Hace cincuenta años, en un mundo atemorizado por la Guerra de los Misiles desatada en octubre de 1962 por Estados Unidos ante la decisión soviética de equipar a Cuba con misiles nucleares, en una acción de advertencia hacia nuestro vecino del norte que puso al mundo en un tris del holocausto nuclear —según expresó la BBC de Londres—, la fortaleza de la diplomacia mexicana, fraguada desde 1907 en La Haya, consolidada ante la Sociedad de Naciones durante los años 30 y 40 del pasado siglo y reconocida desde la conformación de la ONU en 1949, desempeñó un papel fundamental para distender las mayores tensiones registradas entre las dos potencias nucleares.
Por iniciativa del presidente Adolfo López Mateos, el 29 de abril de 1963, los presidente Víctor Paz Estenssoro, de Bolivia; Joao Goulart, de Brasil; Jorge Alessandri, de Chile, y Carlos Julio Arosamena, de Ecuador, presentaron al mundo una Declaración Conjunta en la que anunciaron su disposición para “firmar un acuerdo multilateral con los demás países de América Latina, en el cual se establezca el compromiso de no fabricar, recibir, almacenar ni ensayar armas nucleares o artefactos de lanzamiento nuclear”; tal declaración expresó al mundo la decisión continental de abstraerse de la imparable carrera nuclear, para así reafirmar la vocación pacifista y neutral de Latinoamérica ante la humanidad.
Exposición de carteles por «50 Aniv. del #TratadodeTlatelolco» en @SRE_mx Entre los 11 finalistas están dos compatriotas bolivianos pic.twitter.com/n808lX9Ayl
— Bolivia en México (@EmBolMexico) February 2, 2017
La importancia de este acto mereció un mensaje a la nación por parte del presidente mexicano, alocución radiada y televisada que destacó su compromiso por “no aceptar nada que vulnere nuestra soberanía y no negar nuestro concurso a ningún esfuerzo que pueda servir efectivamente para mejorar la concordia de los países y la condición de vida entre los hombres”.
Los embajadores Alfonso García Robles y Jorge Castañeda de la Rosa, fueron artífices excepcionales de los trabajos que concluyeron en la Torre de la Cancillería —diseñada por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez como aporte del siglo XX al conjunto de la Plaza de las Tres Culturas—, en Tlatelolco, para signar el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe, mejor conocido como Tratado de Tlatelolco, firmado por los representantes de 30 de las 31 naciones latinoamericanas.
La destacada labor del embajador García Robles le valió recibir el Premio Nobel de la Paz en 1982, reconocimiento internacional que hoy amerita ser rescatado para beneficio del México del siglo XXI, al igual que la visión de estadista de López Mateos, quien encontró en Latinoamérica los esfuerzos necesarios para imponer la paz ante el mal vecino al que, aún sin imaginar que podría llegar a existir alguien como Trump, se refiere el poeta Schiller.
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