No cabe duda que la humanidad está pasando por una etapa nunca antes vista de cambios veloces y radicales en el ambiente tecnológico, que a su vez impactan significativamente en el comportamiento social. Hasta hace algunos años, redes sociales como MySpace o hi5 y gadgets como el Walkman o BlackBerry dominaban nuestro entorno, y hoy sólo quedan en nuestros recuerdos. Para las nuevas generaciones nacidas dentro de los años 2003 y 2010, que hoy utilizan redes sociales como Instagram, SnapChat, o Musically y dispositivos de Samsung o Apple, estas tecnologías seguramente estarán sólo en su memoria en un par de años también.

Esta dinámica no es ajena al gobierno y todos los ámbitos en los que éste tiene injerencia, como  salud y seguridad. Como ejemplo podemos mencionar los avances en telemedicina (cirugías a distancia), en tecnologías como CCTV o C5 (circuito cerrado de vigilancia) para ciudades seguras, o la facilidad con la que hoy podemos cumplir con la obligación del pago del predial desde un portal en línea.

Estos avances tecnológicos también nos traen un reto muy importante: ¿cómo saber que la persona que está realizando alguna consulta o algún trámite gubernamental es quien dice ser? Asegurar la identidad de una persona en este punto es de vital importancia, por lo que, la identificación biométrica de las personas a través de sus huellas digitales, rostro o iris es hoy la mejor herramienta para prevenir el robo de identidad y sus consecuencias.

A la fecha ha habido esfuerzos independientes por parte de algunas dependencias de gobierno tanto estatal como federal, que han implementado sistemas biométricos para salvaguardar la identidad de los usuarios.

Como ejemplos exitosos tenemos al Servicio de Administración Tributaria (SAT) y la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), que están empadronando con sistemas biométricos a los ciudadanos que realizan trámites en estas dependencias; mientras que a nivel estatal, en el Estado de México capturan huellas, iris y rostro durante el trámite para obtener la licencia de conducir.

Organismos como Seguro Popular o programas de ayuda social a la población vulnerable también están utilizando estas tecnologías para evitar el robo de identidad. En muchos casos utilizan la tecnología más avanzada, lumínica, que es capaz de leer huellas desgastadas en personas que realizan actividades rudas con sus manos.

Pero, ¿qué pasa con aquella población que no tiene acceso a estos servicios, que por diversas circunstancias no paga impuestos o no tramita un pasaporte; que ni siquiera es beneficiaria de un programa social?

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De acuerdo el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), al menos un 7% de los niños menores de cinco años en México no cuenta con un acta de nacimiento, mientras que la organización Be Foundation afirma que alrededor de 14 millones de mexicanos no cuentan con este importante documento.

Esto trae como consecuencia que esta población sea doblemente vulnerable, ya que normalmente se ubica en las zonas con menor desarrollo económico del país, y a las que no suelen llegar los apoyos de programas sociales ni los servicios de salud.

Aunque las iniciativas aisladas son muy loables, sólo debe ser un primer paso. Para cerrar esta brecha digital, es tiempo de pensar en una sola plataforma de identidad nacional —que por su función, debería ser administrada por el Registro Nacional de Población e Identificación Personal (Renapo)— tanto biográfica como biométrica, que pueda ser consultada por cualquier dependencia de gobierno. Esta información nos ayudaría a una mejor distribución de los recursos, para que realmente lleguen a quién más los necesita.

Este esfuerzo ya se realizó en otros países de nuestra región y algunos comparten, mediante la firma de convenios internacionales, información biométrica de sus ciudadanos. Esto facilita su identificación, pero, sobre todo, garantiza sus derechos como migrantes. Que países de menor tamaño que el nuestro hayan podido desarrollar este tipo de iniciativas demuestra que no es un sueño imposible en México.

La concreción de un buró biométrico no es una opción para nuestro país; estamos obligados a desarrollarlo. Si no lo hacemos, seguiremos viendo que sólo unos cuantos se benefician del crecimiento económico, mientras que otros siguen siendo invisibles para su propio gobierno.

>Miguel Ángel Loera es director comercial de Biometría Aplicada, empresa mexicana especializada en soluciones biométricas, con más de 16 años de experiencia en el mercado. Es egresado de la Universidad Nuevo Mundo, cuenta con estudios en administración. Desarrollo de nuevos negocios en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, y egresado del programa AD1 del IPADE.