Patricia Gutiérrez-Otero

La solidaridad es la ternura de los pueblos.

(Leyenda en el billete túmin de Tepoztlán)

Cuando la moneda, un instrumento de apoyo para el intercambio de bienes y servicios, fue capturada por la lógica capitalista para hacer de ella un sistema de ganancia su utilidad se corrompió; su perversión se manifestó de manera clara cuando la Bolsa de valores quebró la correspondencia entre lo real y lo ficticio en beneficio de pocos. La moneda entró de lleno en su etapa de abstracción al servicio de la especulación y la ganancia.

Sin embargo, en diversos lugares del planeta se ha tomado la decisión consciente de crear monedas sociales, alternativas, locales o complementarias, que permiten intercambios justos liberados del sistema financiero globalizado, y que son benéficas tanto para los consumidores como para los productores al brindarles una justa autonomía en sus transacciones protegidas de intereses parásitos. Estas monedas están basadas en la confianza, la honestidad y la importancia de lo local; además difícilmente permiten el acaparamiento ni caen en el juego de la especulación. Algunos ejemplos en Europa son el Sol-Violette (Toulouse, Francia), el Chiemgauer (Alemania), los Jimenos (Jiménez de la Frontera, España). Tan sólo en España hay unas ochenta monedas locales. En México una de ellas es el túmin.

El túmin surgió en 2010 en la región náhuatl del Estado de Veracruz, municipio de Espinal, como una forma de facilitar el trueque que ya se realizaba en el lugar. La iniciativa provino de maestros de la Universidad Veracruzana Intercontinental. El nombre viene de la lengua totonaku y significa “dinero”. Sin embargo, su influencia en el país se ha extendido: en el 2016 ya había mil tumistas en dieciséis estados de la República Mexicana. Aunque su intención no es suplantar el uso del peso, sino ser un complemento que favorezca la producción e intercambio local, el Banco de México, en 2011, lanzó una infundada acusación ante la PGR por intentar reemplazar la moneda nacional.

El túmin forma parte de la red de trueque y se utiliza en forma impresa. Con él se pueden intercambiar artesanías, productos agrícolas, servicios, productos industrializados (aunque promueve una conciencia de cuidado de la naturaleza y el desarrollo local). Se puede usar el túmin en las tiendas que lo acepten así como en ferias de economía solidaria. El túmin regional puede ser válido en otras regiones. Los principios que lo sustentan son: la confianza, la solidaridad, la ayuda mutua, la autonomía, la libertad, etcétera.

Hoy, cuando la devaluación, los gasolinazos, el Brexit, la elección de Trump, la dependencia de insumos externos, entre otros, nos muestran la fragilidad del sistema bancario y financiero global que sostiene a las monedas nacionales; hoy cuando los mexicanos pretendemos consumir lo mexicano, vale la pena asomarnos a estas transacciones alternas, para formar parte de ellas como consumidores y como productores. Si vendes algo puedes hacerte socio y colocar en tu negocio: “Aceptamos túmin”.

Cambiar nuestro imaginario y nuestra acción está en nuestras manos. Las monedas locales son un reto lúdico y una posibilidad de que nosotros, nuestros hijos y nietos tengamos una vida buena (www.tumin.org).

Además opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés y la Ley de Víctimas, que se investigue Ayotzinapa, que trabajemos por un nuevo Constituyente, que se respete la educación, que Graco sea destituido, que recuperemos nuestra autonomía alimentaria y nuestra dignidad.

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