Las encuestas son contundentes. Andrés Manuel López Obrador y su partido, Morena, ganarían en este momento la Presidencia de la República.

Las razones son las mismas o parecidas a las que llevaron al poder a Hitler y Stalin: un cataclismo económico, político y moral que sumió en la desesperación a sus pueblos.

Una investigación del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados indica que el gobierno de la república cuenta, apenas, con el 6 por ciento de aprobación.

Que la mayoría de los mexicanos consideran un error las reformas energética y educativa, y desaprueban los niveles de corrupción. Que muchos mexicanos ganan apenas entre 3 mil y 6 mil pesos al mes. Y que, dentro de este contexto de pobreza, falta de crecimiento e ineptitud gubernamental, lo más indicado es votar en 2018 por Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena.

Como consecuencia, el tabasqueño anda como Jesucristo pescando almas ingenuas y arrepentidas donde las encuentre. Lo mismo en otros partidos —incluido el PRI—, que en el medio intelectual y en la iniciativa privada.

La denodada publicidad hacia los empresarios que han decidido aceptar la invitación de AMLO para incorporarse a su proyecto político forma parte de la estrategia propagandística de Morena para atraer a un sector que lo sigue considerando un peligro para México.

En otro tipo de aspirante a la Presidencia de México sería natural el intento de congraciarse con el gran capital. Pero, ¿por qué el socialista y antineoliberal a ultranza coquetea con los hombres del dinero?

Por la sencilla razón de que llegar a Los Pinos —bueno, él viviría en Palacio Nacional— costaría, en términos muy conservadores, 40 mil millones de pesos.

Lo que deberían saber los empresarios que ya se fueron con él y los que andan inquietos es que una vez sentado en la silla presidencial se deshará de todos aquellos que le fueron útiles para llegar a donde quería llegar.

¿Por qué no le preguntan a Cuauhtémoc Cárdenas, al senador Miguel Barbosa o al mismo Chucho Ortega, cómo es López Obrador en su relación con el poder?

Es cierto que nadie aprende en sufrimiento ajeno, pero su vida política y personal nos dice que una vez que tenga puesta la banda presidencial nada lo detendrá para lograr el control absoluto del país y de las instituciones a las que, sin duda, mandará al diablo.

Todos los dictadores han llegado al poder con un gran respaldo popular. Son vistos como mesías salvadores en medio de la carencia de liderazgos. Son grandes simuladores. Lo mismo saben hacerse las víctimas y los indefensos, que pasar —mientras consiguen el poder— por defensores de la democracia y la libertad.

Extraña que empresarios prominentes carezcan de la información y la malicia necesarias para entender que AMLO simplemente los está utilizando.

Lo que hemos visto y escuchado salir de los labios de López Obrador durante más de treinta años debería ser suficiente para entender que él es cualquier cosa, menos un demócrata.

Muchos se preguntan, y con razón: ¿quién es el candidato al gobierno del Estado de México por Morena? ¿López Obrador o la maestra Delfina Gómez? De los 28 segundos que dura el spot de lanzamiento de la aspirante, su jefe político habla 22 y ella solamente cinco.

Por cierto, ambos aparecen en un jardín y al fondo una lujosa casa residencial que nada tiene que ver con los pobres y sí con los muy ricos. Evidentemente, el líder moral de las izquierdas anda de caza y de pesca por barrios que hasta hace poco le producían alergia.

En medio de la emergencia nacional que hoy vive el país, la iniciativa privada mexicana no puede equivocarse. Necesita decidir si le va a poner o no la escalera a un dictador.

@pagesbeatriz

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