Carmen Galindo

Cinco eran los amigos más cercanos de José Revueltas: Roberto Escudero, Ignacio Osorio, Martín Dosal, (quien, creo, fue su compañero de celda en Lecumberri), Enrique Sevilla e Ignacio Hernández, a quien el escritor llamaba con el hipocorístico de Nachito o más en breve, Chito.

Existen dos antologías de entrevistas con el ya legendario escritor que comparten el mismo título: Conversaciones con José Revueltas. Una es de Andrea Revueltas y Philippe Cheron, la otra es de Gustavo Sáinz, el autor de Gazapo. En esta segunda aparece una entrevista de Ignacio Hernández, la mejor que he leído, si dejamos de lado la de Elena Poniatowska que vale sobre todo por el retrato que hace de Revueltas. Desde que la leí, recordé que Nacho era director de la pastorela que una vez fuimos a ver en la Casa del Lago del Bosque de Chapultepec. Al final, como era amigo de Carlos Monsiváis nos quedamos platicando un buen rato con él y su esposa entonces la actriz Dunia Zaldívar, que actuaba en la pastorela. Cuando nos reencontramos, unos 20 años después, Nacho me recordó que nos conocíamos desde la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Vino a mi Seminario de Historia de la Cultura en México e hicieron, José Canchola, una actriz y el propio Nacho, en lo que antes se llamaba teatro en atril, es decir, leyendo los papeles, un fragmento de Pico Pérez en la Hoguera. Nacho se adjudicó el papel de Pico, pero lo extraordinario es que al actuar fingía, no paródica sino miméticamente, la voz de Revueltas. Este teatro “en capella”, sin escenografía, ni movimientos escénicos, ni vestuario, ni maquillaje, merece un adjetivo de los que no se pueden prodigar: fue inolvidable.

Sabido es que el movimiento de 1968 demandaba la libertad de los presos políticos, en particular los del movimiento ferrocarrilero, quienes fueron sentenciados por el delito de “disolución social”, el cual estaba establecido en el artículo 143 bis del Código Penal Federal, ´por eso el 68 exigía su derogación. Esas dos demandas se consiguieron: la libertad de Valentín Campa y Demetrio Vallejo, la de los muchachos del 68 y la derogación del artículo 143. En la obra, Pico Pérez se declara confeso del delito de “desilusión social”. Hay que añadir que Revueltas amaba sus obras de teatro y que su sueño era convertirse en director de cine.

A Revueltas le prohibieron los herederos de José Rubén Romero utilizar el nombre de Pito Pérez y Nacho Hernández me insistía que en el carteloncito que anunciaba este fragmento de representación se pusiera el nombre del personaje original. Yo preferí dejarlo como estaba en la obra publicada por Revueltas.

En otro momento, Nacho me platicó que una vez había hecho un “collage” de textos de Monsiváis y había dado unas 38 representaciones. Lo que lo enorgullecía era que no Carlos, sino Doña Esther, su mamá, había asistido a cada una de las funciones. Los que la conocimos sabemos que no acostumbraba ir a las conferencias de su hijo y mucho menos a, por ejemplo, cuando en El Quid, Alfonso Arau y Carlos hicieron un espectáculo de cabaret. Es, pues, notable que hubiera ido a las funciones de Nacho. Pensamos que podríamos reponer, como homenaje a Monsiváis, la puesta en escena de Nacho, pero eso nunca ocurrió.

Ignacio Hernández, imagen cortesía Carmen Galindo.

Otra representación memorable fue Orquídeas a la luz de la luna, obra teatral de Carlos Fuentes en que las dos protagonistas son Dolores del Río y María Félix. Antes, en la Claudia Nervo de Zona Sagrada se transparenta la Félix y la relación con su hijo Enrique Álvarez Félix, en la época en que estaba casada con Jorge Negrete. La Félix y “Quique” habían aceptado interpretarse a sí mismos, pero la obra no se filmó, aunque no por culpa de la Félix. Sin embargo, la lectura de Orquídeas a la luz de la luna bastó para que acabara para siempre la relación de Fuentes con la Félix e incluso propició que la actriz en una entrevista televisiva llamara a Fuentes, no mujer que no es peyorativo, sino con el neologismo de “mujeruco”. Nacho realizó la obra con Juan Jacobo Hernández y creo que el propio Nacho, trasvestidos en las más famosas divas del cine nacional. Fue tal el acierto que cada vez que se representa la obra se realiza con travestis.

La hija de Rappaccini, en versión de Octavio Paz, también dirigida por Nacho, recibió el honor de que el poeta asistiera a alguna función y en Voces en el umbral, de Víctor Hugo Rascón Banda participó la actriz Selma Beraud, una de las personas más cercanas a Revueltas.

Posdata: Poco se comentó en los diarios sobre el fallecimiento (por un infarto me cuenta Selma) de Nacho Hernández, pero está en línea un texto excelente que el lector puede encontrar con poner en su buscador Vilma Fuentes: Nacho Hernández a la luz de la luna.

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