El pasado 5 de febrero se cumplieron 100 años de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Por ello, recordamos las palabras que José Pagés Llergo escribió en la editorial del #138 del 15 de febrero de 1956, en donde afirmaba que la Carta Magna “necesita vitaminas”.

Hace 61 años, Pagés Llergo escribió que la Carta contiene derechos, obligaciones, y fue redactada, discutida, y aprobada por una sola corriente sin que intervinieran otras como los villistas o zapatistas y que esto pudo generar ciertas contradicciones y problemas de aspecto militar.

“Esa Constitución unificó todas las aspiraciones revolucionarias, sobre todo en las fórmulas concretas contenidas en los artículos tercero, veintisiete y ciento veintitrés”, y afirma que ese conjunto de normas que tantos criticaron y censuraron, dio la solución a “los problemas más imperiosos del país”, sin dejar de lado la necesidad y posibilidad del momento.

Explicó que sin tomar en cuenta “disposiciones relativas a la pureza electoral”, todas las disposiciones habían sido acatadas, ya que aquel Código posee un “espíritu libertario”, que pide respeto a las garantías individuales, las cuales, dice, han estado muy ausentes de la vida nacional.

A pesar de que es una de las constituciones más elogiadas del mundo, y de que con cada remembranza se le recuerda como el documento regulatorio más noble, perfecto y eterno, dijo: “no quiere decir que aceptemos que el destino de la nación mexicana quedó invariablemente definido en 1917”.

Bajo este argumento, indicó que fueron algunos revolucionarios quienes consideraron que las disposiciones del documento son un tanto audaces y peligrosas, y que ellos fueron quienes abrieron “caminos de reivindicación moral” mismos que el pueblo había buscado “con las armas en la mano”.

Y explicó que ellos son quienes buscan que ahora se revise la Constitución dado que la situación del mexicano cambiaba y sigue cambiando con el paso de los años.

“En este sentido, volver al vista hacia el pasado, pretendiendo encontrar en el ayer soluciones para los problemas de hoy, resulta una actitud negativa, un error que puede costarnos, otra vez, sacrificios y pérdidas irreparables”, como el del movimiento revolucionario de 1910.

Desde 1956 ya se advertían los efectos de una Constitución “rebasada” por diversos aspectos tales como el desarrollo del país, sus formas de gobierno cambiantes y la influencia sobre todo de los problemas internacionales y sus efectos, así como los diversos tratados y acuerdos.

Pero conserva su esencia más pura de alcanzar cierta plenitud nacional, de cumplir cientos de propósitos por lo que asegura que una modificación y rectificación de cada uno de sus preceptos “es una tarea necesaria y patriótica para los mexicanos de nuestros días”.

“A 39 años de su promulgación, la ley fundamental del país debe ser objeto de esa escrupulosa y pormenorizada revisión de que hablamos, para ajustarla con mayor precisión a las necesidades que no podían preverse en 1917, pero que hoy imponen su presencia en nuestra vida pública”.

Pagés Llergo aseveró, con un argumento certero, que a pesar de todas aquellas necesidades de cambios y modificaciones, no se debe permitir que nadie pase por encima de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

“Si un ordenamiento legal es erróneo, perjudicial o anacrónico, debe derogarse. Pero mientras tanto hay que cumplirlo. Sin esa vigencia de las leyes no puede concebirse la libertad ni la civilización”.

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