Debemos definir dónde está el interés nacional

Alfredo Ríos Camarena

Es inevitable, dadas las circunstancias, seguir abordando el tema de las relaciones bilaterales y trilaterales con Estados Unidos y con Canadá.

En estos días el tema central se relaciona con las diferentes versiones respecto a la llamada telefónica entre ambos presidentes y la supuesta, o real, amenaza, que llega al extremo de especular sobre una invasión, o acción bélica, por parte de Estados Unidos hacia México; lo que históricamente no es una novedad, pues, durante muchos años ha sido una lamentable y abusiva constante que, en su peor momento, llegó a la mutilación del territorio nacional.

Por eso, no deja de ser una siniestra sombra la que se ciñe sobre México ante la locura del actual presidente norteamericano, que es capaz de amenazarnos para obtener los objetivos que se ha planteado.

No creemos que realmente vaya a suceder un acontecimiento bélico que rompa la paz continental, pero sí es fundamental que esta cuestión no deje en duda nuestra actitud.

Ya se aclaró que esta supuesta amenaza fue producto de un mal chiste, de una broma macabra, o bien, de una forma de presión, que tiene que ver con los temas de seguridad; es verdaderamente cínico el argumento de que el Estado mexicano es incapaz de combatir el narco, cuando el destino final de esos productos —que lesionan la salud pública— está condicionado por la inevitable demanda de los consumidores estadounidenses.

Pedir más colaboración a México es absurdo y es desconocer que en los últimos años el tráfico de las drogas ha estado bajo el control de la DEA; para poner un ejemplo, basta recordar que la captura y recaptura del Chapo Guzmán, se debieron, no solo a las fuerzas nacionales, sino a la información de inteligencia por parte de los organismos de Estados Unidos.

No es el control de las drogas, es la presión de un individuo que está acostumbrado a imponer —caprichosa y cínicamente— su voluntad a través de la fuerza, y las filtraciones son una forma más de tratar de debilitar el Estado mexicano.

Frente a esto, requerimos unidad nacional, corazón caliente y cabeza fría de nuestros gobernantes, que deben definir con claridad y abiertamente dónde está el interés nacional.

Ya anunció el presidente Peña los principales objetivos en relación con la frontera norte, habrá que precisar cuál es el interés nacional y, por supuesto, no lo es la defensa de las grandes empresas trasnacionales, beneficiadas con el TLCAN, que, si bien ha permitido crecimiento económico y empleo, también ha sido un instrumento de enriquecimiento de las grandes trasnacionales.

Los mexicanos estamos dispuestos a realizar un enorme sacrificio ante la devaluación, la baja del precio del petróleo, el alza de las gasolinas y todos los problemas que se nos vienen encima; a cambio de esto, pedimos patriotismo y dignidad, defensa de nuestros connacionales aquí y allá, rechazar la estúpida propuesta del pago del muro y promover una corriente de solidaridad con los distintos grupos sociales y políticos que rechazan el avasallamiento de los intereses mexicanos.

Lo primero que debemos hacer es denunciar el TLCAN y acogernos a las normas de la Organización Mundial de Comercio; de una vez por todas pongamos un ¡hasta aquí! a ese tratado, que nos ha conducido a una mayor dependencia económica y comercial con el imperio. Por eso, debemos recurrir a otros escenarios comerciales y al fortalecimiento del mercado interno.

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