La encrucijada política de México y el Reino de Dios/III

Alejandro Solalinde

De mantenerse la tendencia en las preferencias electorales, Morena y Andrés Manuel López Obrador estarían tomando las riendas del país a partir de 2018. Y sí, pareciese que está de moda sumarse al movimiento moreno. Cada día son más los militantes de otros partidos que se pasan a él; cada día son más las personas que deciden optar por esta nueva alternativa “que no hemos probado” sin ser necesariamente del partido.

Sin embargo, ni Andrés Manuel ni Morena la tienen fácil: el país es un polvorín de mecha corta. Dañado en su economía, atrasado en su producción, fragmentado socialmente, herido por la violencia, la corrupción y la injusticia, México vive uno de los peores capítulos de su historia. Y ya, lo último que le faltaba a la fracasada gestión del grupo Atlacomulco, es que le reventaran el destape de las fosas en sitios de administraciones priistas, como Veracruz. ¡México es ya un territorio fosado! El descubrimiento de restos por aquí y por allá y por todo el país es un clamor acusatorio contra este sistema político que además de corrupto y abandonador de su ciudadanía, se manifiesta ahora como un peligro para la ciudadanía, pero señaladamente para las personas jóvenes, toda vez que son ellas y ellos las víctimas de desapariciones forzadas, tortura generalizada y asesinatos.

López Obrador y la amplia base social de membresía morena y otra que no milita, pero comparte la línea y la expectativa del cambio, estarían recibiendo, el próximo año, un país en ruinas. Ni Andrés Manuel, ni toda la gente que se sumaría al proyecto de nación podrían hacer milagros; la construcción de México requiere de la participación de todas y de todos, como nunca se ha visto. Suponiendo aun que la transmisión de poderes se hiciera pacífica y sin trampas. Este país será ingobernable sin la participación de todo el pueblo mexicano.

De ahí la importancia de mirar las cosas de otra manera: para el presente período electoral, no hay que esperar como cosas normales que Morena se convierta en el nuevo partido de Estado, ni que López Obrador sea el mandatario presidencialista en turno. ¡Eso se tiene que acabar! Peña Nieto tiene que ser el último presidencialista, para dar paso a un mandatario que respete la división de poderes, que promueva una ciudadanía madura, bien informada y con voz propia.

En ese sentido Andrés Manuel ya aceptó que un consejo ciudadano de contraloría social y ética lo acompañe, lo observe, como garantía de transparencia y honestidad; un grupo representativo autónomo, independiente, del cual yo también formo parte. El que nada debe nada teme. Solo un hombre derecho aceptaría este desafío, y más sabiendo que en él está Solalinde.

Andrés Manuel conoce mejor que nadie los problemas nacionales; ningún obispo ha visitado tantas comunidades y escuchado tantos clamores y necesidades como él. Él está bautizado, y aunque ni siquiera se le haya ocurrido, para mí, es un consagrado por su bautismo y está anunciando la Pascua nacional, el paso del desastre que sufrimos, a la esperanza de una transformación real que beneficie no solo a las 15 familias más ricas de México, sino, ahora sí, a más connacionales. Para mí, Andrés es un misionero itinerante laico que edifica el Reino de Dios desde la política entendida como bien común. Es una voz profética imparable.

Pero tampoco es el mesías. No sé cómo le tendrá que hacer, pero encabezará una ruta nacional para superar con toda la ciudadanía, especialmente con las víctimas, los jóvenes, con las mujeres, muchos males que nos aquejan, y construir el país que queremos. ¡No va a ser ni fácil, ni pronto, pero lo lograremos!

Un reto enorme es superar los estragos del sistema capitalista que mantiene el país en la dependencia, generando enorme desigualdad, mientras instituciones como la Iglesia católica, encomendadas a sembrar valores mediante la buena noticia del Reino de Dios, no lo están haciendo como debieran.

La oligarquía representada por el PRI, el PAN y partidos comparsas le pelean al pueblo su derecho al cambio. Ellos no buscan el bien de México, sino mantener sus privilegios e intereses económicos y políticos de una minoría. Prueba de ello es que en los 18 años de gobernar ellos, pusieron sus ojos en Estado Unidos y se olvidaron del campo, de los indígenas, de los trabajadores, de los jóvenes, de los pobres, de las mujeres, de la vergüenza y hasta de Dios. Y, por si fuera poco, metiéndonos a su admirado Donald Trump.

Morena y López Obrador no tienen intereses que defender, pero sí tienen un montón de reos. Para empezar, ¿cómo le van a hacer para superar la herencia genética priista que llevan en las venas? ¿Cómo vacunarse contra la grave contaminación de la mayor parte de la clase política? ¿Cómo aprender las lecciones de los fracasos de otros partidos? ¿Cómo no caer en el tribalismo salvaje, destructor de la unidad? ¿Cómo fortalecerse espiritualmente con valores humanos y cristianos, para no sucumbir como casi todos, ante la corrupción?

Los morenos tendrán que hacer un inventario y un recuento de daños nacionales, renunciarán a la pretensión de convertirse en un partido de Estado y hacer equipo con el resto de la ciudadanía.

Andrés Manuel se pronunció en contra de la corrupción, deslindándose insistentemente del PRIAN, para tomar otro camino caracterizado por la honestidad.

Morena no es un partido más de izquierda; ni siquiera es de Andrés Manuel, es un movimiento, una izquierda en movimiento. Morena es un conjunto de luchas en pro de un cambio favorable, articulado. Representa un recurso ciudadano. A partir del gasolinazo, más gente de todos los estratos sociales comparten la idea de que la llegada de Andrés Manuel a la presidencia, como triunfo de las mayorías, contendría el hartazgo ciudadano, dando cauce a la gran indignación, fruto de tantas frustraciones. Si aún hay dudas y temores sembrados por el PRIAN, es tiempo de comprobar que el único peligro han sido ellos. No es momento de dudas. ¡No podemos tolerar más de lo mismo! No hay tiempo de improvisaciones. La buena noticia es que, en el nuevo proyecto de nación, también ellos están invitados, si recapacitan y cambian de actitud.

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