Libres de hormonas, antibióticos, residuos de metales pesados, sin uso de colorantes y saborizantes artificiales, así como de organismos genéticamente modificados, son algunas de las características de los productos orgánicos que últimamente están a nuestro alcance. Entre ellos encontramos un producto que desde más de ocho años se trabaja bajo este regímenes alimenticios, el chicle orgánico Chicza.

En 1994, un grupo de consultores de Asesoría Forestal Participativa –dedicados a la creación de empresas forestales- llegó a Quintana Roo con la meta de que el chicle natural de la región volviera a la boca de la gente, además de darle el valor justo y su conservación a la selva tropical maya en el sureste de México.

Gracias a esos principios y esfuerzos, hoy la goma de mascar es producida de manera sustentable por 56 cooperativas, de 2 mil miembros que forman el Consorcio Chiclero, el cual administra la producción, logística, finanzas y promoción comercial de Chicza. Tiene presencia en 26 países de Europa, así como en Canadá, Estados Unidos y México.

“Nuestro producto, además de ser 100% mexicano, no es masivo. Debe de ir a un cliente consiente, que sabe que lleva a la boca”, así lo señala José Manuel Aldrete Terrazas, director general del Consorcio Chiclero, en una entrevista ofrecida a la revista Expansión.

La goma de mascar, en una presentación de 30 gramos, con un costo desde 186 pesos y en diferentes sabores -limón, yerbabuena y menta- cuenta entre sus otras características que la hacen única en el mundo, se trata de un chicle 100% biodegradable, natural y certificada como orgánica. Este año lanzará su versión de dos pastillas, principalmente para el sector turístico, restaurantes y aerolíneas.

Además, el producto se descompone con gran facilidad pues sus componentes naturales se convierten en polvo y regresan a la tierra en cuestión de semanas –mientras que uno común tarda unos cinco años en desintegrarse–, e incluso pueden servir como composta.

Por otra parte, los chicleros -integrada por unos mil 500 productores mayas-, se han convertido en defensores de sus tierras, ya que las selvas no sólo se han transformado en el lugar de trabajo de las familias, sino también significan una mejora para los indígenas. Parte de las ganancias obtenidas son destinadas a cuestiones sociales, entre ellas, becas para la educación, programas de fondo para el retiro, seguro de vida y salud.

“Chicza es la muestra que el medio ambiente no está peleado con el sector empresarial”, así lo argumenta Manuel Aldrete Terrazas, en la pagina web de la empresa chiclera: www.chicza.com

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