Por B.M.H. | El Imparcial

El inicio de una investigación oficial por parte del FBI al presidente Donald Trump por los presuntos vínculos con Rusia y al interferencia del Kremlin en el proceso electoral del pasado 8 de noviembre podría suponer el primer paso hacia un juicio al magnate que acabara con un proceso de impeachment, un proceso recogido en la Constitución de Estados Unidos y al que sólo se ha recurrido en dos ocasiones en la historia del país.

Un impeachment, cuyo origen se retrotrae al colonialismo británico, no es otra cosa que un proceso revocatorio basado en la culpabilidad jurídica del presidente o cualquier otro cargo público en casos de “traición, soborno, cohecho, altos delitos o faltas”.

Hasta la fecha, sólo dos presidentes, Andrew Johnson, en 1868, y Bill Clinton, en 1998, han tenido que enfrentarse a dicho procedimiento, dándose la casualidad de que ambos eran demócratas. El tercer caso, el de Richard Nixon, este republicano, no llegó a producirse, pues dimitió por el escándalo del Watergate antes de que el Congreso de Estados Unidos diera luz verde al procedimiento.

Recogido en la Constitución desde 1789, el impeachment tiene un desarrollo muy sencillo. El proceso de destitución se inicia en la Cámara de Representantes, que debe aprobar la una Comisión Judicial que certifique la veracidad de los delitos cometidos. Tras ello, se necesita de mayoría simple de los 435 congresistas para ser aprobada. De ahí, la pelota se traslada al Senado, donde debe contar con el apoyo de dos tercios de la Cámara.

De lograrse su aprobación bicameral, la destitución se haría efectiva sin posibilidad de apelación. En el caso de Clinton, por ejemplo, el impeachment no llegó a materializarse después de que el Senado lo rechazara después de demostrarse que el presidente había mentido y obstruido a la justicia durante la investigación sobre su conducta sexual con la becaria Monica Lewinsky.

En estos momentos, sendas cámaras están en manos de los republicanos, el teórico bando de Trump, pero no son pocos los conservadores que se han mostrado abiertamente en contra de las políticas del presidente e includo se han mostrado muy críticos con cómo la Casa Blanca está gestionando el asunto de Rusia tanto de puertas para dentro como en los medios de comunicación.

Pero Rusia no es el único motivo por el que los críticos con el presidente piden un proceso de destitución. Las acusaciones de nepotismo o que no haya hecho pública su declaración de la renta, algo inédito entre los inquilinos de la Casa Blanca, también podrían ser argumentos de peso para iniciar el impeachment.

Llegado el caso de la destitución de Donald Trump, la Constitución de Estados Unidos no contempla la convocatoria de nuevas elecciones, sino la sustitución del magnate por el vicepresidente, Mike Pence. Sin embargo, ya ha habido varios expertos jurídicos que sostienen que dado que de lo que se le acusa al magnate es de pervertir el proceso electoral, este debería ser convocado de nuevo con unos nuevos comicios presidenciales, algo inédito en la historia de la primera potencia mundial.

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