Fracturas y codicia

Teodoro Barajas Rodríguez

Las pugnas en el PRD, la dispersión de tribus y la ambición de algunos de sus dirigentes han dejado esta organización disminuida, recortada de alcances y sin proyecto formal. El éxodo de muchos de quienes fueron miembros de la organización encabezada en momentos diferentes por Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, ambos ya fuera del sol azteca, no se detiene y con ello se abre un boquete evidente que merma posibilidades de ser competitivo en los comicios próximos.

La fragmentación de las izquierdas ha sido recurrente, la unidad como tal ha estado presente en momentos coyunturales solo que no se sostiene y el PRD parece que tendrá menos peso, ya no es momento de reflexión en el interior ni revisar los vicios incubados durante años del comportamiento troglodita de sus corrientes más enconadas por el reparto de poder que por aportaciones ideológicas.

La situación actual más bien enciende las alarmas para revisar métodos y estrategias que permitan la sobrevivencia porque el caudal de votos del PRD ha disminuido en la Ciudad de México y la zona conurbada ante Morena. En el Estado de México el perredismo está de capa caída mientras Morena ha incrementado sus posibilidades.

El abanico de aspirantes del sol azteca con miras al proceso electoral del próximo año se reduce, Miguel Ángel Mancera, Silvano Aureoles y Graco Ramírez se enlistan; el primero no tiene membresía perredista, el segundo está en diversos foros de campaña, el tercero gobierna una entidad caótica como es el estado de Morelos. Ninguno garantiza el triunfo en las urnas.

La corriente Nueva Izquierda es proclive a diseñar alianzas con el PAN aunque las agendas programáticas entre ambas fuerzas son antagónicas por su propia naturaleza ideológica, aunque ese punto es el que menos importa porque están en el ocaso.

López Obrador suma simpatías de quienes abandonan el PRD, su expartido, en Michoacán cuadros con peso específico del perredismo no han dejado de realizar activismo en favor del dirigente de Morena.

El PRD ha registrado su talón de Aquiles en la falta de institucionalidad, parece ser una organización marcada por la fuerza del caudillismo en el que afloró el culto a la personalidad que conlleva ingredientes de autoritarismo.

Una de las pruebas que supone el desdén a la institucionalidad es que a sus militantes les importa más pertenecer a sus respectivas corrientes que al partido y con ello se robustece el sectarismo porque la discusión ideológica hace mucho que se canceló.

El panorama pinta desolador para el PRD, acaso previsible, en todo caso cabe resaltar el tiempo que se ha mantenido entre tantas fracturas y codicia. La izquierda mantiene su fragmentación, como suele ser costumbre.

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