BERNARDO GONZALEZ SOLANO

En trece días, mal fario, la organización terrorista Euzkadi ta Askatasuna (Patria Vasca y Libertad: ETA), se ha comprometido a realizar una inminente operación de “desarme definitivo”, sin condiciones, en una fecha predeterminada: el próximo sábado 8 de abril, un día antes del comienzo de la Semana Santa. Si este anuncio aterrizara sin mayores estridencias, el siguiente paso sería la disolución definitiva de la banda para poner fin a una pesadilla terrorista que se inició hace casi seis décadas, el 31 de julio de 1959, en Bilbao, País Vasco. El balance mortal del terrorismo etarra suma alrededor de 900 personas asesinadas: uniformados (la mayoría Guardias Civiles) y personas —niños, adultos y ancianos— comunes y corrientes, y miles de heridos que nunca pudieron recuperar su vida normal. Una vez más, ETA trata de negociar su resto, sin aceptar claramente que ha sido derrotada por el Estado de Derecho y la democracia españolas. La realidad se impone: la banda está reducida a unas decenas de seudo guerrilleros, sin adiestramiento, sin organización, ni prestigio en la sociedad vasca. Lo quiera o no, a ETA le llegó el momento de la autoliquidación. Nada más, nada menos.

Si este anuncio se convirtiera en realidad, sería un “paso adelante” en el fin de un mal sueño, pero según fuentes del combate al terrorismo etarra, el intento es el último gesto del grupo criminal de convertir su obligado fallecimiento en un “gigantesco acto de propaganda de frente a sus viejos militantes”. Lo cierto es que ETA ya no es una amenaza real para la seguridad y la tranquilidad de España, obvio, del País Vasco, ni de Francia.

La banda ya fue derrotada tanto por las fuerzas policiacas como por el pueblo, que se negó a concederle ningún derecho de voz o de veto sobre su futuro.

El “desarme unilateral” etarra se dio a conocer el viernes 17 de marzo, en una entrevista publicada por el vespertino parisiense Le Monde, que no originó mayores repercusiones como sería de esperar. Los tiempos cambian. ETA ya no es la principal preocupación de España. El anuncio de Jean Noel Etcheverry, alias Txetx, activista de Bizi (asociación ecologista abertzale), se gestó desde la aprehensión el 16 de diciembre pasado, en Bayona, de cinco intermediarios civiles, entre ellos el propio Txetx, cuando trataban de filmar la inutilización de un arsenal etarra en Francia, para entregarlo luego a las autoridades. Se les cebó el intento y ETA tuvo que cambiar de estrategia, pues no logró involucrar a los gobiernos de Madrid y de París en su propósito de “desarme”.

El hecho es que una parte de los “arsenales” –pomposamente llamados así, cuando lo cierto es que los expertos consideran que son “mínimos”– ya ha sido incautado por la policía francesa adelantándose al sellado de zulos (construcciones de ETA utilizadas como casas de seguridad para albergar secuestrados, material explosivo y armas) de la banda. El grupo activó su desarme unilateral para evitar la incautación total por la policía, y, en definitiva, su rendición. Lo que queda de Euskadi ta Askatasuna son los restos de una organización inactiva, cuya actividad terrorista terminó definitivamente hace más de un lustro y que no cuenta con recursos financieros porque no continuó con la extorsión a los empresarios vascos desde 2011. Desde ese momento su suerte estaba echada, todo era cuestión de tiempo. Llegó el momento de que hinque las rodillas. Tal parece.

En su anuncio de desarme, ETA reclama que ni la policía de España, ni la de Francia traten de evitar la localización de los zulos y permitan la entrega del armamento. Según su plan, deberán intervenir en la localización de los arsenales “varios cientos de personas”, cercanas a la izquierda abertzale (nacionalista vasco) y la operación tendrá que ser supervisada por “verificadores” internacionales.

Este “desarme” es básicamente simbólico. Las armas no son muchas y están en desuso desde hace más de cinco años. Si trataran de utilizarlas habría que engrasarlas y más de una ya no podrían funcionar. La última incautación de armamento etarra por parte de la policía francesa, en el mes de diciembre último, solo sumó 12 subfusiles, 9 fusiles, 25 armas cortas (pistolas automáticas) y dos granadas de mano. Los expertos señalaron en aquella ocasión que las armas requisadas representaban el 20% del armamento, lo que da idea de un pobre arsenal. Fuentes policiacas calculan que actualmente ETA controla 280 armas.

La reacción del presidente del gobierno español, Mariano Rajoy al anuncio de la banda terrorista fue corto y claro: “ETA ha decidido, así lo ha dicho, desarmarse unilateralmente. Que lo haga y de paso que se disuelva… El gobierno de España hará lo que ha hecho siempre: aplicar la ley. Y no hay más que decir”.

A su vez, tanto el lehendakari (presidente del País Vasco), Iñigo Urkullu, como el líder de la izquierda abertzale Arnaldo Otegi dieron por bueno el anuncio del desame etarra, aunque en esta ocasión lo hiciera un personaje que no pertenece a los altos mandos de la banda. Por su parte, el portavoz parlamentario del PSOE, Antonio Hernando, advirtió que el anuncio “llega tarde”, aunque admitió que es “una noticia relevante”.. .”Pero ni es la primera ni tiene que ser la última en relación con la desaparición de ETA, porque la última tiene que ser la disolución definitiva”.

En general, la reacción al anuncio etarra se enfiló a exigir que el grupo terrorista se disuelva, como lo hizo María Dolores de Cospedal, secretaria general del Partido Popular (PP) y Ministra de Defensa, que emplazó a ETA a “disolverse de una vez” y “demostrar” el anuncio de desarme que han realizado. Por su parte, a Juan Ignacio Zoido, titular del Ministerio del Interior, no le sorprendió el anuncio y dijo: “después de cinco años, ETA ha tenido más que suficiente para ello…y si no es así hasta ahora es porque pretendía conseguir algo a cambio. Es evidente que no lo han conseguido por la firmeza de la política antiterrorista del Gobierno, que no ha contemplado en ningún momento ni condiciones ni transacciones”. Agregó Zoido que a “ETA le queda disolverse, entregar las armas, arrepentirse, pedir perdón a las víctimas, pagar las deudas que tiene con ellos contraídos y someterse a la legislación vigente”.

Asimismo, el Gobierno de Mariano Rajoy no descarta una “nueva escenificación de entrega de armas”, al recordar un acto anterior en el que unos etarras entregaron varias pistolas viejas a unos verificadores internacionales delante de una cámara de televisión que, más tarde, les devolvieron. En círculos gubernamentales impera el escepticismo sobre esta maniobra y no cierran la posibilidad de que pueda tratarse únicamente de otra jugada propagandística.

Hasta el momento de redactar esta crónica ni el ministerio del Interior de España, ni de Francia, han dado aún el visto bueno a la iniciativa terrorista, que contempla, además, que el proceso fuera supervisado por observadores internacionales. En España se teme que este “desarme incondicional” sea parcial y que no se entregue ni una sola arma  de las utilizadas en ataques criminales. De tal forma, ETA evitaría así que se pudiera resolver o avanzar en la resolución de los más de 300 crímenes etarras a los que la justicia aún no ha logrado poner nombre y cara.

Por lo mismo, todavía nadie puede echar a vuelo las campanas. Falta lo esencial: la disolución de ETA. De otra suerte, el gobierno de Rajoy no actuará bajo presión de nadie y mientras no se diga el “requiescat in pace”  de la banda, Madrid está dispuesta a mantener la política de dispersión de los etarras presos. Los expertos en antiterrorismo rechazan un cambio en esta política, ni a corto ni mediano plazo. Sobre todo porque en el mensaje de desarme no hay referencia alguna a su desaparición inmediata ni a la colaboración con la justicia para finiquitar los actos criminales pendientes. En pocas palabras,  ETA todavía no está dispuesta a rendirse, tal y como lo exige el Estado de Derecho.

Aunque el acto de desarme unilateral de ETA sea meramente “simbólico”, no deja de ser importante para llegar al fin de un periodo de zozobra que se alargó por casi seis décadas en España. En este proceso, la participación del gobierno de Francia ha sido muy importante, esencial. Y ETA es perfectamente consciente de ello. Por ello, desde hace muchos meses la izquierda abertzale ha tratado de dialogar con el Ministerio de Justicia francés en busca de conseguir beneficios para sus presos en prisiones galas. Las puertas no se han abierto para esas gestiones. Así, el sábado 18 de marzo, el ministro del Interior francés, Bruno Le Roux, anunció que no negociará la entrega  de armas y señaló que “sólo la autoridad judicial está habilitada” para decomisar los arsenales.

En fin, mientras llega el día D –8 de abril, el de “desarme”–, después de tres años de trabajos, acaba de aparecer un interesantísimo libro realizado por un equipo interdisciplinario, coordinado por la politóloga Izaskun Sáez de la Fuente, de la Universidad de Deusto, titulado Misivas del terror, que supone la mayor aportación hasta el momento, de la faceta más oculta del terrorismo etarra: la extorsión a los empresarios vascos, que permitió que la banda se financiera durante casi medio siglo. Esta práctica delictiva hizo que ETA sobreviviera con presupuestos anuales de entre 4.5 y seis millones de euros en los años 70 y 80, y unos dos millones en la primera década de este siglo, además de los más de cien millones recaudados en sus más de 80 secuestros. Por ejemplo, el de Emiliano Revilla, en los 80, con 1,200 millones de pesetas (7.2 millones de euros), que fue el de mayor cuantía en su historia.

Pese a todo, ETA está más cerca que nunca de su final. VALE.

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