BERNARDO GONZÁLEZ SOLANO

La verdad es algo muy difícil de lograr. Sobre todo cuando se espera de un gobernante. La mentira es consustancial con el mundo de la política. Por ejemplo, con ánimo de desenmascarar la mentira, varios medios de comunicación en tierra del Tío Sam, se han empeñado en poner en claro los infundios que diariamente expresa Donald John Trump, el novísimo mandatario de la Unión Americana, que paradójicamente es el mismo “republicano” que acusa en EUA a los medios de comunicación de “publicar falsedades” (“Fake News”). The Washington Post, el famoso periódico que llegó a la cima por la publicación del caso Watergate que desembocó en la salida de Richard Milhouse Nixon de la Casa Blanca, se abocó a la tarea de sacar a la luz las innumerables mentiras del sucesor de Barack Obama. Hasta cierto punto, una tarea fácil, pues en sus primer mes el Post  detectó 133 mentiras, mondas y lirondas, lo que supone una media de cuatro al día. Su tema favorito para mentir es la “inmigración” (24 aseveraciones falsas), seguido de los comentarios sobre su vida personal (18) y el empleo (17).

Por ser un contumaz mentiroso, todo lo que dice (y casi lo que hace), en ruedas de prensa, en comunicados oficiales y en Twitter, el Washington Post  y seguramente otros periódicos y medios de comunicación ponen en cuarentena las aseveraciones presidenciales, para que reporteros especializados en verificar dichos y hechos comprueben si Trump dice la verdad o adultera la realidad. Como cuando el magnate habla de la “herencia” recibida por Obama y trata de desacreditarla. De hecho, la situación económica que legó al país el mulato nacido en Hawai, es lo que está sosteniendo al nuevo gobierno, sin riesgo inmediato de una crisis financiera como hace poco más de ocho años, cuando llegó a Washington el esposo de Michelle. Lo mismo sucede cuando se refiere a una tasa del crimen inexistente (está más baja que nunca en los últimos 47 años) o a un inventado acto terrorista en Suecia. Así, Trump no es un mentiroso contumaz, sino además  inventa cuando menos se espera.

De tal suerte, no es fácil deducir cuándo el presidente de la última gran potencia mundial miente a propósito, cuando es provocativo o cuando es un indocumentado sin cultura. Para que nada falte, enrede, invente o “gobierne”, Twitter es su arma favorita. Y todo lo que se le ocurre lo transmite por las redes sociales, como si la Unión Americana fuera un país regido por la “tuitercracia”. Consuela saber que la prensa no quiere soltar la presa para que, a corto plazo, se desenmascaren las mentiras que propala el personaje “naranja”. Y la verdad flote, sobre el fango de la mentira de Trump.

No todo es deleznable en la era de Trump. Satisface saber que Donald se ha convertido en una “mina de oro” para los cómicos de la televisión nocturna al crecer los niveles de audiencia y los ingresos de publicidad en los programas que hacen las críticas más hirientes al presidente de EUA. En  el Late show, de CBS, Stephen Colbert  se centra en la política, lo que le ayudó a desbancar al Tonight Show, otro programa televisivo de la NBC, a cuyo frente está Jimmy Fallon, como el programa nocturno más visto por tres semanas consecutivas. El arribo de Trump a la Casa Blanca afiló el sentido de enfoque de Colbert y su equipo. Su nuevo programa revirtió la tendencia de la audiencia y ahora alcanzó tres millones de personas, 30% por encima de los mínimos del verano pasado.

El show produjo un aumento de los ingresos de publicidad.

A su vez, Saturday Night Live ha logrado tener su mayor nivel de audiencia promedio en 24 años con un 26% superior a la de un año antes. La edición del 11 de febrero último fue el episodio más visto en ocho años, la audiencia encendió la televisión para ver la personificación de Trump con Alec Baldwin, y a sus compañeros representar a otros personajes que ahora están en la residencia presidencial. Todo esto significa que las televisoras cobran más dinero a los anunciantes, solo por la parodia de Donald Trump. Es decir, que el nuevo presidente de EUA es redituable en televisión cuando se le parodia. Algo es algo.

Eso es la excepción. El viernes 24 de febrero, Trump prometió “uno de los mayores rearmes de la historia de EUA” y una “masiva dotación presupuestaria para nuestras amadas Fuerzas Armadas”. Asimismo, el 45º mandatario estadounidense ese mismo día demostró que “el enemigo está dentro” al prohibir la entrada a la conferencia de prensa cotidiana a nueve medios independientes entre los que se cuentan The New York Times, Los Ángeles Times, CNN, Política, The Guardian y BBC. La agencia AP y la revista Time decidieron no participar en la dichosa conferencia, en protesta por la decisión de excluir a estos medios.

Al hablar ante el Comité de Acción Política Conservadora (CPAC), Trump dijo: “Vamos a poner una petición de dotación presupuestaria masiva para nuestras Fuerzas Armadas…Creo en la paz a través de la fuerza”, y se preguntó: “¿Cuándo fue la última vez que ganamos una guerra?”. El “hombre naranja” pronunció ese día un discurso de 48 minutos a un auditorio de seguidores convencidos, pero no especificó como planea llevar a cabo ese rearme, ni tampoco porque EUA necesitan gastar más de 600,000 millones de dólares (570,000 euros) en Defensa, una cifra que no incluye 20,000 millones más para la NASA –cuya mitad presupuestaria la dedica a programas militares–, 40,000 millones para la CIA, amén de una cifra indeterminada para otras 16 agencias de espionaje, y dos tercios de la dotación económica del Departamento de Energía, destinados al desarrollo y conservación de las 6,800 bombas atómicas que tiene en estos momentos la Unión Americana, de acuerdo al cálculo del Fondo Ploughshares. Una organización de Washington sin ánimo de lucro. La misma fuente calcula que Rusia cuenta con 7,000 armas nucleares.

Estos datos disgustan a Trump. Nada contento le pone que el Kremlin disponga de 200 bombas nucleares más que la Casa Blanca. Para este momento, ya había declarado a la agencia de Noticias Reuters que “nunca vamos a quedar por detrás de ningún país”, aunque sea un país amigo, en bombas atómicas”. Por la misma vía de comunicación, el mandatario del norte dijo que en su conversación telefónica con le presidente ruso, Vladimir Putin, el 28 de enero, Trump declaró que el tratado START de limitación de arsenales nucleares entre EUA y Rusia “es un mal acuerdo”. Ese Tratado, firmado por George Bush padre y el secretario del Partido Comunista de la Unión, Mijail  Gorbachovj, prevé que ambos países tengan el mismo número de armas atómicas.

Washington no se ha preocupado por tener más que Moscú porque la precisión y los sistemas de lanzamiento  son más importantes. Es un análisis de de cantidad contra calidad.

Trump no parece compartir ese argumento, no obstante que esas 13,800 bombas atómicas son más que suficientes para destruir varias ocasiones Rusia y EUA , sino, probablemente, toda la Humanidad y, la vida en el planeta Tierra. En diciembre pasado, él presidente electo dijo en referencia a unas declaraciones de Vladimir Putin, “pues que haya una carrera de armas nucleares”. La beligerancia de Trump es una mala noticia para el Kremlin, que había apostado por una mejoría de las relaciones con EUA. De hecho, los vínculos entre el ruso y el estadounidense se han convertido en la mayor fuente de problemas de Trump, que le pueden costar más que la cabeza de su consejero de Seguridad Nacional, el general retirado Michael Flynn.

Para Moscú, la idea es impedir otra carrera atómica, y el pacto para reducir el Arsenal es “fundamental para la seguridad nacional”. Trump quiere que EUA se rearme, pero al mismo tiempo busca agradar al Kremlin con un giro en su política externa. Un mes antes de ser investido, el magnate envío otro de sus mensajes por Twitter escrito con mano dura: “EUA debe fortalecer y expandir en gran medida su capacidad nuclear hasta que el mundo entre en razón con respecto a las armas nucleares”. Días antes de ocupar la Casa Blanca, dijo que ofrecería retirar sanciones contra Rusia a cambio de un acuerdo de reducción de armas nucleares con Vladimir Putin. Sin embargo, en una entrevista más reciente a la agencia Reuters regresó a la línea argumental más dura: EUA está perdiendo su predominio militar y hay que recuperarlo sacando los dientes.

Por eso no apoya el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START III) con Rusia y prevé ampliar el arsenal nuclear para que la Unión Americana “esté en la cima de la competencia” en ese campo. No es fácil saber en qué tejado está la pelota en estos momentos. Trump ha calificado el tratado de unilateral, pero para Rusia el START III es un “documento fundamental para la seguridad mundial”, elaborado de forma equitativa respecto a cada signatario del acuerdo y Rusia va a insistir en que se prolongue” dijo el presidente del Comité de Defensa y Seguridad del Senado ruso, Víctor Ozerov.

Como acostumbra, Trump vilipendió el START III catalogándolo como uno de los “malos acuerdos” negociados por Barack Obama. Rusia, sin embargo, ha sido y sigue siendo partidaria de la reducción de las armas nucleares, pero en forma equitativa, proporcional y sin alterar el equilibrio de los poseedores de la bomba.

En fin, para casi terminar el mes de febrero, Trump no podía permanecer callado y anunció, con muchos días de anticipación, que no asistirá a la cena de la Asociación de  corresponsales de la Casa Blanca el próximo 29 de abril, Gala que se celebra desde principios del siglo XX. Tal parece que la guerra contra los periodistas es a muerte. ¿Quién ganará? Trump ya empezó a desvariar. VALE.

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