La encrucijada política de México y el Reino de Dios/II

Alejandro Solalinde

Ninguna parte puede prometer el todo. Ningún partido en sí mismo tiene la capacidad de responder a las necesidades de toda la nación. Sin embargo, cuando se convierte en gobierno, debe redimensionarse al tamaño de todo el país, para preocuparse y ocuparse del bien común. Un gobernante con una visión de estadista es capaz de conducir políticamente a su pueblo con esa grandeza de miras. Las últimas gestiones del PAN y del PRI han enfocado su acción y beneficios hacia su partido, su grupo, su familia y amigos. No han estado a la altura de los desafíos, de los cambios anhelados por el pueblo de México. Ambos, pero más el PAN, han realizado su gestión distanciados de las bases, de las grandes mayorías afectadas por el abandono político y por el modelo económico explotador.

Al igual que con el PRI de Enrique Peña Nieto, en la gestión de Felipe Calderón tuve mucho acercamiento con el PAN. Un partido que prometía mucho por sus principios cristianos y por su historia de oposición y resistencia ciudadana honesta. Era el partido católico de la gente con moral, sombra del partido oficial en el poder, cuyo personaje emblemático de la resistencia ciudadana fue Manuel Clouthier, mártir de la democracia. Maquío, como se le conoció, murió en un accidente automovilístico. Estoy convencido de que fue asesinado en un accidente premeditado, planeado desde el más alto nivel, para que nunca llegara a la presidencia de la república. Mis sospechas de este crimen están basadas en testimonios de cómo en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se practicaba este tipo de “accidentes automovilísticos”.

Una tarde noche, celebraba yo una misa en el templo del Carmen Alto (Arzobispado de Oaxaca) en la ciudad capital. Unos señores maduros, con aspecto de agentes de seguridad, se encontraban en primera fila, con evidentes signos de intoxicación etílica. Finalicé la celebración y uno de ellos pidió hablar conmigo. Accedí y nos sentamos él y yo solos a platicar en el patio del atrio. Sí, sí estaba tomado, pero sí pudo sostener bien la conversación. Me aclaró que no era confesión, sino un desahogo, porque no soportaba ya el peso de su conciencia. Él pertenecía a Guardias Presidenciales; había sido enviado por Los Pinos, según refirió, a realizar algunos “trabajos” para el gobernador Heladio Ramírez López, como el de una periodista que había estado investigando los vínculos del gobernador con el narcotráfico. Cuando ella había reunido los resultados de sus pesquisas, los llevaba en su auto al Distrito Federal, acompañada de una amiga, cuando este oficial le provocó el accidente mortal, con mucha experiencia. Del barranco recogió la documentación comprometedora, simuló causas de ingestión de alcohol. Me reveló todo con detalles, pero esto baste para recordar que muy probablemente esta técnica para asesinar disidentes, o adversarios, se aplicó con Clouthier. Años de “accidentes” y “suicidios”.

Ciertamente, desde esta pérdida, el PAN se empezó a desviar de sus principios y se comenzó a corromper precisamente desde Salinas de Gortari. Sin Maquío, Acción Nacional fue otro. Militantes clave, honestos, fueron renunciando al partido, por lo mismo.

Con el gobierno de Felipe Calderón tuve un contacto como no lo había tenido antes con ningún gobierno. En especial, traté más con Margarita Zavala, a quien considero lo salvable de la gestión calderonista. Y algunas personas honestas más, como por ejemplo Carlos Castillo Peraza, los Clouthier.

Entiendo que el PAN es un partido conservador de origen, pero hay cosas de justicia y se sentido común en las que pudieron haber tomado mejores decisiones en favor de la gente más relegada de nuestro sistema político y económico; en favor de los intereses de México. Y no lo hicieron. Los panistas en poco se han diferenciado del PRI; ellos siempre han mirado al norte, no han tomado en cuenta el sur, como si no existiera. Han mostrado más cercanía con Estados Unidos; se han preocupado más por sus intereses y los del PRI.

Tuvieron la oportunidad histórica de obrar una increíble transformación del Estado mexicano; abonando a la democracia, con el fermento de sus principios cristianos en los que dicen creer. No se reflejaron en la función pública, y sí en cambio acabaron corrompiéndose y coludiéndose con lo peor de la clase política; de hecho, PRI Y PAN son inseparables; son PRIAN. Constituyen la simbiosis más letal que ha sufrido la nación.

Cuando el PAN asume por primera vez la presidencia, Fox nunca entendió que lo que el pueblo de México votó fue por el cambio; esperaba un cambio; una alternancia, algo diferente. El pobre de Fox no tuvo la talla de un mandatario regular, mucho menos la de un estadista. Quemó la mejor oportunidad que ha tenido el PAN. Con él, las estructuras del poder priista se mantuvieron intactas. Pero sobre todo arruinó las relaciones exteriores de México con América Latina, especialmente con Cuba.

También a los panistas, al igual que a los priistas, les propuse hasta la insistencia, que me dieran la oportunidad de explicarles el Reino de Dios, para contribuir a su fortalecimiento espiritual, como blindaje frente a la corrupción imperante en la política. Tampoco ellos aceptaron escucharme. Les quería hablar como misionero del Reino, no para adoctrinarlos, sino para que dieran un mejor servicio a México.

Pudieron haber construido una estructura de participación ciudadana, pero no lo hicieron. Con el PAN comenzamos a perder el país, irreversiblemente. El PRI, su socio, ha terminado el trabajo.

¿Cómo creerle ahora, cuando habla de alternancia, o de construcción ciudadana, si tuvieron ¡todo! para llevarlo a cabo en 12 años y no lo hicieron?

¿Cómo creer en un PAN que nunca miró hacia abajo?

¿Cómo creer que ahora va a ser diferente si sigue secundando al PRI en iniciativas que están destruyendo a México?

¿Por qué habríamos de creer en su interés actual por México, cuando generaron tanta violencia, corrupción y desigualdad?

El Reino de Dios es un proyecto maravilloso del joven Jesús de Nazaret que enseña, inculca que el poder político debe ser un servicio de autoridad, las personas que encabecen la autoridad deben ser servidores de la comunidad, quienes miran por el bien común y no por sus propios intereses. En política seguir la fe cristiana es buscar la democracia como espacio para tomar en cuenta a todas y todos, generar igualdad y oportunidades para todas y todos. El Reino de Dios se preocupa por escuchar a toda persona facilitando la decisión ciudadana y no la imposición de quién ostenta el poder. Jesús decía que los cristianos bautizados debemos ser luz, lo contrario en la política es la opacidad; el decidir a espaldas del pueblo, el no ser transparentes, diligentes, los hace grises; no culpo a los panistas católicos por su incongruencia política, porque finalmente ellos son feligreses de una jerarquía que tampoco ha luchado por la democracia.

Twitter Revista Siempre