De Cuemanco a Narvarte y Portales
Roberto García Bonilla
Guillermo Fadanelli es uno de los escritores más originales de la literatura mexicana actual; lo distingue un estilo desenfadado, lacónico, no exento de humor negro que linda el cinismo; en su escritura el estilo además de ser un elemento discursivo, es una posición que, entre otras perspectivas, se asienta en la contracultura, manifiesta en la revista Moho que el mismo fundó hace más de veinte años; además tiene una editorial del mismo nombre; en uno de los últimos títulos el escritor y crítico literario suizo Roland Jacard (1941), alumno y amigo de Cioran, publicó Retornó de Viena.
Tomemos esta obra como punto de partida para situar la obra y la trayectoria de Fadanelli, cercana al nihilismo; sus novelas si bien es cierto fluyen en la vida cotidiana, sobre todo relacionadas con la vida del escritor, también se adquieren hondura en su reflexión, a su vez, relacionada con las lecturas filosóficas con el escritor, nacido en la colonia Portales de la Ciudad de México en 1960 e influido por la literatura centroeuropea.
Recuento de los objetos
Al final del periférico la más reciente novela de Fadanelli es una reflexión del trecho y la esencia del pasado vitalizado desde el recuerdo que a la vez es como un sagrado, densificado y, ciertamente doloroso ensayo de exequias emotivas, sólo por los amores de juventud y los parientes que han dejado de existir físicamente. Es un recuento de los objetos que al ser pronunciados desde el recuerdo —y en el silencio que rodea al escritor y a los lectores— también es un rezo, desencanto o lamentación por lo que fueron; desde el automóvil de la infancia, o el primero que el protagonista adquirió; o la televisión desde la cual que se veía pasar la vida mientras se nutre la educación sentimental, tan insuflada como precaria, sin perder a lo largo del tiempo la intensidad que vivifica sin cesar los imaginarios; los mitos, por ejemplo de la inocencia y crueldad de la inocencia o de la monogamia anhelada y culposa del primer amor.
Al final del periférico, novela de madurez y aplomo, es también una reflexión sobre un leitmotiv en su obra: la Ciudad de México.
Todos los que nacimos en ella y muchos que la adoptaron como patria única la exaltamos y la deploramos: amor-odio es vínculo fundamental que en Fadanelli se torna la revisión de un jerarca que, desde la omnisciencia de sus personajes, describe como en una película preciosista e hiperrealista, transformaciones que la vuelven un megalópolis, cuya belleza coexiste, sobre todo, cuando se vivifican sus calles y sus antiguas delimitaciones como el propio límite del Periférico, territorio de Gerardo Balderas, el Tetas, y las tropelías de sus vecinos, rodeados de vidas pretenciosas, malogradas, entre escenas en las cuales —de vez en vez— encontramos animales vejados hasta la tortura; hombres impíos y mujeres expectantes.
Historias de vidas ordinarias
Con un oficio impecable, Fadanelli narra los años setenta del Canal de Cuemanco a la colonia Narvarte, pasando por la colonia Portales y Plaza Universidad y nos introduce a historias de vidas ordinarias, como la de la gran mayoría de los habitantes de la Ciudad de México, cuya exaltación se concentra, desde el silencio retrospectivo, en lugares y cosas que al situarse, adquieren, incluso, más vitalidad que la de los malogrados personajes. Esta es la literatura de aspirantes a escritores seudoanarquistas, autonombrados artistas, sin observar que Fadanelli, un escritor genuino, además del tumultuoso periplo existencia ha reposado miles de horas en el aislamiento de la lectura y la escritura.
Guillermo Fadanelli, Al final del periférico, México, Random House, 2016.



