Es momento de actuar diferente

JULIO A. MILLÁN B.

Ante las tendencias proteccionistas que dominan la escena mundial, se ha puesto en duda la continuidad del proceso de globalización. México se prepara para una inevitable renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y además busca diversificar mercados.

El país no cuenta con una política industrial que fortalezca las cadenas productivas y de valor, considerando que, de acuerdo con el INEGI, el valor agregado de exportación de la manufactura global (VAEMG), que muestra la participación de nuestra economía en las cadenas globales de valor, es de 45.6 por ciento. Además, hoy en México el sector externo de las mercancías representa 37.3 por ciento del producto interno bruto.

Desde que México apostó por la apertura comercial (se puede decir indiscriminada) y la globalización como modelo de crecimiento, se orientó a los ciclos económicos con Estados Unidos y Canadá. A pesar de que nuestro país cuenta con una extensa red de tratados internacionales (12 con 46 países), 83.7 por ciento de nuestras exportaciones se concentra en el TLCAN (con Estados Unidos la proporción es de 81 por ciento y con Canadá de 2.7 por ciento). A su vez, el TLCAN permitió sustituir la monoexportación de petróleo por manufactura, en especial la relacionada con la industria automotriz.

No obstante la apertura comercial, en los últimos 20 años el crecimiento promedio de la economía mexicana ha sido de apenas 2.6 por ciento. Hemos desaprovechado el bono demográfico; se generó un rezago en el campo; y algunas industrias sobreviven de manera precaria, como la textil y de vestido, calzado, la juguetera, la industria de la madera, la alimentaria, la fabricación de muebles y la industria petroquímica, entre otras, que se sostienen gracias a grandes esfuerzos.

La participación de estas actividades económicas es crucial para aprovechar la demanda interna, para consumir lo que se fabrica competitivamente en el territorio nacional y para conservar niveles de empleo y proteger la legalidad.

El país debe aprender de los errores del pasado en materia comercial; es momento de actuar diferente, ser creativo y enfocarnos en nuestras competencias.

Antes de que México fortalezca una política empresarial y de Estado para organizar la producción adecuadamente y así tener la posibilidad de abordar los mercados de Europa, Asia o América Latina, debe robustecer su tejido empresarial, así como generar complementariedades y eslabonamientos que favorezcan un mayor desarrollo y que profundicen las capacidades de su sector productivo, fomentando lo hecho en México, tanto con insumos mexicanos como de otras latitudes, para competir en los mercados mundiales. De hecho, el objetivo debe ser ir más allá e iniciar desde la creación (proceso de innovación) hasta la producción misma. La marca Hecho en México debe caracterizarnos alrededor del mundo y, por supuesto, también en nuestro mercado interno, como elemento crítico de la cadena de valor.

Como en su momento muchos sugerimos, México debe contar con un mercado administrado cuyo objetivo sea crear ventajas competitivas y aprovechar las comparativas, a fin de neutralizar las distorsiones generadas por la competencia desleal y la apertura indiscriminada, que limitan una participación más justa de todos los agentes económicos y, consecuentemente, un buen aprovechamiento de los acuerdos comerciales.

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