Jesús Silva-Herzog Flores

Humberto Musacchio

Llevó su ilustrísimo apellido con toda dignidad, pero Jesús Silva-Herzog Flores defendió sus convicciones por encima de toda comodidad o actitud convenenciera. En una comida celebrada en la Secretaría de Hacienda, en los últimos y difíciles días del sexenio de López Portillo, expresó sin rodeos sus diferencias con algunas concepciones de su padre, el artífice de la expropiación petrolera, autor de la Breve historia de la revolución mexicana, y creador de la carrera de economía.

En modo alguno era fácil discrepar de una figura histórica, pero la rotunda honestidad de Silva-Herzog Flores lo llevaba a plantear en forma directa lo que pensaba, hecho que por supuesto le acarreó más de una dificultad con el sucesor de López Portillo, Miguel de la Madrid, quien acabó por pedirle su renuncia como secretario de Hacienda, cargo que ocupó con ambos presidentes, del 17 de marzo de 1982 al 17 de junio de 1986.

En los años sesenta, en la Escuela Nacional de Economía, se construyó una excelente fama como profesor, pues una vez que concluyó la maestría en la prestigiosa Universidad de Yale, se incorporó al magisterio de la UNAM, donde había obtenido su licenciatura.

Lamentablemente, la trayectoria de Silva-Herzog Flores en las aulas fue breve, aunque ciertamente intensa. Le tocó presenciar el movimiento por la reforma universitaria de 1966, especie de ensayo general del movimiento de 1968, que por buenas y malas razones marcó la vida mexicana.

Incorporado al sector público desde los 21 años, como funcionario y como ciudadano veía en el Estado el espacio para conciliar contrarios y resolver conflictos. Por eso mismo fue un funcionario dedicado, eficiente y —si todavía vale algo— enteramente patriota a lo largo de una carrera en la que, entre otras cosas, ocupó la gerencia del Banco de México, fue el primer director del Infonavit, las secretarías de Hacienda y de Turismo y las embajadas mexicanas en España y Estados Unidos.

Una cercanísima colaboradora suya en la Dirección General de Crédito de la SHCP contaba algo que ilustra su absoluta honestidad: pese a que la dependencia que encabezada disponía de un presupuesto para gastos menores, nunca quiso que corrieran por cuenta del erario y él sacaba de su bolsa lo necesario para la adquisición de algo tan elemental como café y galletas. Se dirá que es un asunto menor, un detalle, pero ahí precisamente está el diablo de la corrupción y hay que combatirlo sin tregua. Él lo hizo con toda convicción, sin aspavientos, con firmeza republicana.

Twitter Revista Siempre