Entrevista a Daniel Fainstein

Saray Curiel

En medio de un mundo que se debate entre las identidades y la integración social, entre lo privado y lo público, entre la concordia y el derecho a disentir; abonar en la construcción de espacios de diálogo y debate en donde sea posible expresar de forma libre y respetuosa argumentos de diversa índole, significa oponerse al triunfo de la irracionalidad. Con los acontecimientos recientes en el mundo, se ha vuelto a poner en tela de juicio el tema de las identidades frente al horizonte que deviene de la lógica de un capitalismo avasallante, que insiste en homogeneizar la experiencia humana, ¿cómo es posible conciliar los derechos universales —si los hay— con el derecho a reivindicar la propia cultura?

En el caso mexicano, la Universidad Hebraica se ha manifestado como un espacio de encuentro donde han dialogado diversas tradiciones desde una perspectiva académica inclusiva. En días recientes se impulsaron importantes cambios encaminados a la creación de la Facultad de Estudios Judaicos que viene a ser la única de su tipo en América Latina; por lo que el Dr. Daniel Fainstein dejó el cargo que tenía como rector de la institución para convertirse en Decano de Estudios Judaicos.

Daniel Fainstein es doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM, Maestro en Judaísmo Contemporáneo y Educación por la Universidad Hebrea de Jerusalén y Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Además realizó estudios rabínicos en el Seminario Rabínico Latinoamericano M. T. Meyer y una especialización en Educación y Filosofía Judía en el Jerusalem Fellows Program del Mandel Center.

Aprovechando la coyuntura por la que atraviesa la institución y la necesidad evidente de impulsar el diálogo académico sobre el concepto de identidad en el contexto actual; decidimos realizar una entrevista para ponderar la trascendencia de los Estudios Judaicos como recurso de posibilidad para la integración social ante el conflicto que genera la diferencia. Esto fue lo que ocurrió:

Es imposible no comenzar por los temas que nos resultan más apremiantes. En este mundo marcado por la movilidad poblacional, que además atraviesa una crisis evidente provocada por diversas manifestaciones antimigratorias, sobre todo en los países desarrollados, ¿cuál es su visión del conflicto pensando desde la cultura judía, una cultura de migrantes?

 

La migración enriquece

Fainstein: Los judíos somos un pueblo con enorme tradición de inmigración. Las migraciones han marcado la historia de la humanidad, no es algo nuevo. Las migraciones se dan como sabemos, a raíz de dos elementos claves que definen los procesos migratorios: los factores de expulsión y los factores de atracción. Los factores de expulsión en el mundo son claros: la miseria, el hambre, la guerra, las persecuciones. Los factores de atracción tienen que ver con sociedades que necesitan personas o mano de obra, como fue el caso de las Américas en el siglo XIX, cuando les interesaba ampliar en Argentina el grueso poblacional. Uno de los grandes líderes, Alberdi, decía “gobernar es poblar”, porque había grandes extensiones de territorio con poca población.

Hoy lo que vemos es que hay una inmigración económica, este es básicamente el caso de la migración de México hacia los Estados Unidos, que ocurre porque las personas van en busca de mejores expectativas de vida, no sólo económicas, también sociales. No se puede negar que hay políticas duras que casi penalizan o criminalizan a los migrantes, lo que por cierto pasa en Europa también; esto tiene que ver con que en las sociedades hay grupos a los que no les gusta la alteración de su status quo, a nadie le gusta que cuestionen sus valores culturales. Cuando llegan grupos diferentes en aspectos religiosos, culturales o étnicos, hay sectores que se oponen a que les alteren lo que para ellos es el estilo de vida tradicional. Aunque también hay otros sectores que tienen una actitud más creativa y se dan cuenta que la emigración y la inmigración son procesos civilizatorios muy importantes y muy enriquecedores para la sociedad. Es verdad que puede haber dificultades, pero en general son cosas muy positivas.

Pero sí creo que estamos en un momento muy difícil para la humanidad, porque hay una actitud de sálvese quien pueda, y no una política de compasión o de acercamiento a la necesidad de los otros. Tenemos también inmigrantes lite, donde intervienen los factores de atracción que condicionan los movimientos, por ejemplo, tenemos el famoso caso del brain drain, la “fuga de cerebros” que América Latina ha aportado muy ricamente a todo el mundo europeo y norteamericano. Creo que hay que valorar adecuadamente la inmigración porque en términos generales, emigración e inmigración, son fenómenos sumamente productivos y positivos para toda la sociedad, aunque se originen muchas veces por necesidades imperiosas.

Contra el twitter, la memoria

Saray Curiel: Usted ha mencionado en ciertas ocasiones el fenómeno de la inmediatez como característico de la vida moderna. Vivimos en un mundo de pragmatismo que devalúa lo mismo los Estudios Judaicos que las Humanidades en general. Si es así,  ¿cómo puede impactar a otras áreas del conocimiento el estudio de la cultura judía?, ¿cuál es su trascendencia?

Fainstein: Cierto, mira, el gran escritor, el checo Milan Kundera, tiene una metáfora muy bonita que me gusta citar. Dice que como todo se hace tan rápido, en el mundo de hoy las 138 obras de Beethoven las harían interpretando 10 compases cada vez, entonces, todas las obras de Beethoven serían los primeros 10 compases de las 138 obras. Así, dentro de 10 años sólo se tocaría una nota de cada una de las 138 obras, reduciendo  la obra de Beethoven  a 138 notas. Dentro de 10 años, toda la obra de Beethoven quedará subsumida en una única nota aguda, como la de la primera noche de su sordera. Es poderosísima esta imagen que dibuja Kundera, y él se planteó una pregunta: ¿Olvidamos porque vamos rápido o vamos rápido porque queremos olvidar?

Y creo que acá hay un tema muy profundo acerca de la civilización, y por eso creo que los estudios judaicos, como parte de las Humanidades, tienen un gran aporte que hacer con las grandes narrativas, con los grandes valores, con las grandes historias que han marcado la civilización, hay muchos valores por descubrir en los textos hebreos. También parece que es fundamental en esta época de la rapidez, de lo instantáneo, del twitter, del microblogging, de decir poco y muchas veces de manera superficial; que la gente redescubra las tradiciones textuales, los marcos de la reflexión de los pensadores, de los filósofos, de todos aquellos que han intentado preservar la memoria de la humanidad.

El diálogo, valor fundamental

Saray Curiel: En la Universidad Hebraica se impulsa el diálogo interreligioso. Tengo entendido que lo han hecho mediante un diplomado conjunto con el Claustro de Sor Juana e incluso como anfitriones de la visita del Rabino Abraham Skorka a México. Pero, ¿por qué es importante ese diálogo para la difusión de los estudios  judaicos y para construir soluciones a los problemas sociales ?

Fainstein: En el mundo académico se dice que publicas o pereces, publish or perish; y yo digo en el mundo de la realidad, o dialogas o pereces. Es decir, el diálogo, como lo enseñaba el gran filósofo Martin Buber,  es una actitud, una postura en el mundo fundamental para trascender la fragmentación y los conflictos de las sociedades contemporáneas, el diálogo en todos los niveles. Una de las fuentes de violencia, de desconocimiento y de prejuicio ha sido la provocada por las polémicas religiosas o las posturas de distintas comunidades religiosas hacia los demás. Ha habido demonización de los otros, desprecio. El antisemitismo es tal vez el ejemplo más claro y más contundente y más arraigado en la civilización de Occidente, como lo ha demostrado recientemente el Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chicago, David Nirenberg, que ha escrito un libro muy poderoso sobre la tradición antijudía. Él muestra cómo están arraigados muchos aspectos en la cultura de Occidente; independientemente de los judíos e independientemente de su conducta, hay tradiciones prejuiciosas ante ellos.

Entonces, el diálogo tiene un valor fundamental en este contexto, porque el diálogo es una forma de acercarse a los otros y de hallar en el encuentro la humanidad del otro, la diversidad del otro, la riqueza del otro y al mismo tiempo comprenderse a uno mismo también. Entonces, nosotros, en la universidad, promovemos el conocimiento del otro. Lo hemos hecho a menudo, hemos tenido expertos en la cultura islámica, no las versiones distorsionadas de los medios, sino visiones académicas serias, lo mismo del cristianismo y del judaísmo; llevamos el judaísmo a espacios donde generalmente no existe un conocimiento serio y sistemático del tema para que la gente lo tenga.

Entonces, yo creo que todas las universidades tienen que ser espacios abiertos a la diversidad religiosa en el mundo, las religiones tienen mucho peso en el mundo contemporáneo, y no son únicamente materia personal de la creencia o las prácticas individuales, sino que tienen un impacto público, positivo o negativo. Hay gente que mata en nombre de su fe o mata en nombre de Dios y pone bombas y genera terrorismo. Como ejemplo del terrorismo, el Islam es el más poderoso, pero el terrorismo no es exclusivo del islam. Por eso, lo que me parece importante de una universidad es que sea capaz de promover, por medio de un conocimiento serio de los textos y de las tradiciones religiosas, la riqueza y diversidad de cada tradición, porque a menudo generalizamos el islam, o el judaísmo, los cristianos; y en lugar de tener una visión global sobre la diversidad de posturas que existe dentro de islam, nos limitados, tanto en el pasado con el presente. Necesitamos una visión más honesta, más precisa de las grandes tradiciones culturales.

Es cierto, trajimos al Rabino Skorka, que es un gran amigo del Papa y de hecho la próxima semana van a tener un encuentro. Por otro lado, el Dr. Adolfo Roitman, que es curador de los Rollos del Mar Muerto y también ha sido profesor visitante nuestro, va a estar en el Vaticano para presentarle al Papa una nueva visión de la Biblia artística, ilustrada por un artista mexicano; se trata de una edición de arte muy especial, también promovida por un empresario mexicano. Es un proyecto muy interesante con notas escritas por judíos y cristianos, sobre el valor y el impacto de la Biblia. Esto me parece muy positivo porque a las famosas hipótesis de Samuel Huntington del choque de civilizaciones, hay que oponerle las del encuentro de las civilizaciones.

No es fácil, hay tensiones y hay diferencias, y eso hay que saber capitalizarlo en un entorno de respeto. Creo que nuestra contribución a este diálogo como institución académica tiene lugar a través de la difusión, de la enseñanza, trayendo personalidades de distintas tradiciones religiosas que pueden presentar estos temas, y específicamente llevando una visión académica seria del judaísmo a toda la sociedad mexicana.

 

El fin de la historia, irreal

Saray Curiel: Entonces podríamos decir optimistamente que ni fin de la historia ni choque de civilizaciones

Fainstein: Totalmente. La hipótesis del fin de la historia es tan ingenua, no me imagino que habrá tomado ese señor Fukuyama cuando planteó eso. Lamentablemente o gracias a Dios,  la historia no acaba, nunca termina. Hay algo interesante que plantea en este sentido Emmanuel Lévinas, el judío, la cultura judía es una cultura anacrónica en el sentido radical del término, siempre está más allá del presente histórico y no se deja ni subyugar, se alegra ante lo mesiánico; siempre tiene una perspectiva con una distancia donde la historia no es la última palabra, ni el poder tiene la última palabra; siempre hay un punto de referencia, una perspectiva para evaluar la historia desde un marco que la trasciende. Eso me parece muy importante. No tenemos que desesperar en los momentos tan difíciles que vivimos históricamente, ni tampoco tenemos que pensar que llegó la solución absoluta y se acabó la historia; ninguna de las dos opciones son reales.

Hay que saber que con una perspectiva de larga duración, la historia es compleja y tiene que ver con lo que los seres humanos decidimos y hacemos. La historia no es necesariamente un callejón sin salida, de violencia y de destrucción mutua; puede ser un espacio de encuentro, aunque complejo, difícil; porque es difícil dialogar y es difícil quitarse los propios prejuicios, es difícil construir un vocabulario común, pero es posible. Lo puedo decir por experiencia. Tengo colegas islámicos, cristianos, ateos y creo que podemos llegar a una muy buena comprensión mutua tanto en el plano personal como el plano académico, lo mismo en el plano religioso. Mucho depende de la actitud a priori, con qué actitud encaramos nuestro encuentro con los otros.

Identidad y ser humano multidimensional

Saray Curiel: Creo que siempre hay una cierta tensión entre identidad e integración social, ¿cómo pueden contribuir los Estudios Judaicos a superarla?

Fainstein: Creo que es correcto lo que dices. Para preservar una cultura o una identidad religiosa hacen falta espacios propios, al mismo tiempo hacen falta espacios de interacción con otros, de lo contrario te quedas encerrado. Creo que la Universidad Hebraica desde su origen ha sido una institución abierta, estamos ampliando esa apertura, pues al mismo tiempo que somos una Universidad auspiciada por la comunidad judía y con el mandato de transmitir la cultura judía, estamos integrándonos en distintos ámbitos con universidades públicas y privadas, con instituciones locales e internacionales para potenciar nuestro trabajo, y creo que la frase de “Judío soy y nada humano me es ajeno”, representa que las identidades pueden articularse entre lo particular y lo universal, no hay un conflicto inherente a esta integración.

Uno puede ver que me apasiona Shakespeare, o me apasiona la comida italiana o japonesa, o que me guste Beethoven, o que me guste Serrat, o Mercedes Sosa o Chava Alberstein, la cantante israelí. Digamos que para mí no significa que porque me gusta uno tengo que dejar de lado al otro, o que porque me apasiona el mundo del Talmud, eso impide que pueda leer la filosofía contemporánea. Todo lo contrario; enriquece. Yo creo que tenemos que desarrollar algo que mi maestro, el rabino Marshall Meyer, quien fue uno de los grandes líderes de los derechos humanos en Argentina durante la dictadura militar, y un hombre muy especial, enfatizaba sobre el concepto del ser humano multidimensional. Yo ceo en ese concepto, creo que tenemos que desarrollar personas multidimensionales que estén cómodos con sus identidades primordiales, originarias heredadas, pero que también puedan interactuar muy bien con todo el mundo, viendo que la diversidad enriquece, que al contrario, es un problema que las personas sólo estén cerradas en algo muy estrecho, muy pobre, yo creo que el mundo es rico y fascinante.

Somos tan ignorantes de la cultura de los otros. Yo me lo planteo en mi propio caso: hace más de 40 años que estoy dedicándome sistemáticamente a los estudios judaicos y creo que algo entiendo del tema, y no lo digo por falsa modestia. He leído miles de libros, artículos, cursos, he estudiado, he participado, he investigado, y ante ello, yo creo que recién estoy tocando la punta del iceberg. Si eso me pasa a mí con mi propia cultura, ¿qué pasa conmigo frente a otras culturas de las que no conozco ni la punta de la punta del iceberg? Es decir, todos somos ignorantes en cierto sentido frente a la cultura de los otros, nuestro conocimiento es muy superficial y hay tanta riqueza en la experiencia humana que vale la pena explorarla, y por eso a mí me fascina esa diversidad, creo que se puede integrar perfectamente bien esa riqueza y preservar las identidades, que son obstrucciones interactivas en diálogo con la actitud de apertura hacia el mundo.

Saray Curiel: La última pregunta, podría decirse, es más bien de índole personal. Si yo le pidiera a Daniel Fainstein que pensara en alguien a quien admira, alguien trascendente para la cultura judía, ¿quién sería la primera persona que vendría a su mente?

Fainstein: Bueno, yo ya lo mencioné. Tuve un maestro extraordinario que fue el Rabino Marshall Meyer, que era un hombre con una formación muy amplia. En un campamento de experiencia judía nos daba una clase de ópera, y nos enseñaba salvataje para amar, y era un hombre con una idea extraordinaria en el mundo de la actuación, y teníamos clase y poníamos obras de Shakespeare. Fue un verdadero mentor.

En otro ámbito, en la Universidad Hebrea de Jerusalén conocí a dos grandes personalidades, uno fue el profesor Seymour Fox, quien fue uno de los grandes  innovadores de la educación judía contemporánea. Era una máquina de acción, un hombre hiperactivo, con una enorme visión, un hombre brillante y al mismo tiempo un hombre que sabía que tenía que articular el mundo de la educación y de la universidad con el mundo de los diligentes voluntarios para promover acciones concretas. Un hombre muy leal, que cuando valoraba a alguien uno podía confiar en su lealtad, que también es un valor clave.

El tercero que menciono es alguien que ya ha muerto lamentablemente, alguien que fue también un colega y mentor mío, el profesor Paul Mendes Flohr, de la Universidad de Chicago, experto en filosofía judía contemporánea. Es un ejemplo tanto por la belleza y profundidad de sus textos como por su calidad humana, un hombre extraordinariamente humano, íntegro, que me ha impactado mucho y que  sigue siendo un ejemplo de lo que debe ser una académico; un hombre profundo y serio que conoce mucho de su mundo y con una gran integridad personal en la sensibilidad humana. Así menciono a las personas que conocí directamente. Del pasado hay muchísimas, te puedo mencionar a Maimónides, te puedo mencionar muchos nombres más; pero por ahora creo que estas tres figuras que tuve el privilegio de conocer y querer, y que me conocieran, para mí han sido, son, figuras fundamentales.

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