Alejandro Alvarado

En los años 60 y 70, la época de la psicodelia, la droga era utilizada para alterar los estados de conciencia. La generación de esa época la consideraba un hecho frecuente de consumo entre los jóvenes. Como ejemplo de esto podemos señalar en Estados Unidos a la generación beat; en México a algunos escritores como José Agustín, Parménides García Saldaña, Juan Tovar y Salvador Elizondo. Actualmente el consumo está satanizado, pero han existido oleadas de aceptación y prohibición desde una perspectiva histórica larga, explica Ricardo Pérez Montfort, autor de Tolerancia y prohibición (Debate, 2016), desde momentos en que la droga es absolutamente inocua, y la gente acepta que se consuma de muy distintas formas.

“En los años 50, en la revista Life aparece un reportaje sobre María Sabina —continua Ricardo Pérez Montfort—, el cual inicia la explosión mediática y esto se relaciona, en esa década, con el descubrimiento del LSD por parte de Albert Hoffman, quien, conjuntamente con Richard Evans Schultes —quien llevaba un buen rato con el asunto de la planta de los dioses—, inician una especie de moda y rituales. Pero quienes tienen acceso a la mariguana son los jóvenes mexicanos y en ese sentido casi todos los escritores de la Onda la consumen, y hablan de ella en su literatura. El propio Parménides García Saldaña se burla de la clase media que lo acusa, a él, de ser un soldado porque fuma mariguana. Él todavía se da la “desfachatez” de escribir Pasto verde. Hay una especie de consentimiento en el que se comenta que los jóvenes se destrampan de vez en cuando, aunque existe una posición por parte de la sociedad mexicana reprobatoria. Esto puede verse en las películas de los años 60 que tratan el asunto de las drogas, por ejemplo, Juventud desenfrenada y otras de ese tipo, son películas donde los jóvenes son malvados. Son los pervertidos”.

—¿Nos puede mencionar algunos escritores consumidores de droga del siglo XIX?

—Uno de los consumidores de drogas más fuertes es un psiquiatra, don Atenor Lazcano, un personaje interesantísimo. Pero todos los poetas malditos de México son consumidores; por ejemplo José Juan Tablada o Efrén Rebolledo.

—¿Cuál era la posición de ellos con respecto a las drogas.

—Es muy ambigua; porque el hábito del consumo es una moda internacional, pero también un disfrute. Por una parte, se sorprenden de las cosas que pueden suscitarse con sustancias de este tipo, pero al mismo tiempo quieren estar en el ajo. Se decían: si Baudelaire consume opio por qué nosotros no. Eso sucede en el mundo de los intelectuales y en el de algunos funcionarios de la época de Don Porfirio Díaz. Conozco una foto maravillosa donde está Leopoldo Batres (un arqueólogo del porfiriato muy cercano a Don Porfirio), quien elaboró el proyecto de Teotihuacán, entre otros trabajos. Lo vemos en la casa de José Yves Limantour, donde había un salón al que llamaban el fumadero, porque ahí se consumían sustancias prohibidas.

—Y los escritores de la época de los hippies, ¿qué sabe de ellos y su consumo de drogas?

—De los escritores consagrados, alguna vez leí que Octavio Paz, nuestro heroico Premio Nobel de Literatura, así como confesaron alguna vez Bill Clinton y Barack Obama, los presidentes de Estados Unidos, habían probado algún tipo de droga. Imagina que Jorge Cuesta, un escritor del grupo Contemporáneos, cuya profesión era la de químico, es un caso espectacular porque no sólo consumía drogas naturales sino también las que inventaba. Salvador Elizondo es harto conocido su gusto por las drogas. Llegaba a dar sus clases y siempre que las impartía estaba bien “pacheco”. Supongo que el maestro debe haber permitido la pura buena onda a sus alumnos. En el mundo de los escritores y de los pintores ha sido muy frecuente su experimentación con las drogas.

—A propósito de los escritores hay una anécdota que cuenta David Alfaro Siqueiros en su biografía, Me llamaban el coronelazo, sobre Diego Rivera, quien le pide a un grupo de pintores que exijan al gobierno que se les permita fumar mariguana para que se inspiren mejor cuando estén trabajando. ¿Cómo funcionaba la cuestión de las drogas con esta generación de pintores muralistas?

—La anécdota que cuenta Siqueiros es sobre un día que uno de ellos les comentó a los demás pintores que él conoció a un especialista que los podría asesorar para que explotaran al máximo su experiencia en el consumo de drogas. Diego Rivera decía que lo que ellos necesitaban era fumar mariguana para expandir sus visiones y entender los colores, y que por eso, precisamente, en el mundo prehispánico se fumó mariguana, y los habitantes de este periodo fueron grandes artistas. Pero al escudriñar en su pintura no encontrarás ninguna hojita de mariguana en sus obras, ni nada de eso. Ahí el trabajo es bastante hipocritón. Siqueiros y Diego Rivera, creo, eran aventureros; pero no estoy tan seguro que fueran fumadores de mariguana cotidianos; pero en algún momento de su vida sí fueron consumidores. Tengo la impresión de que alguien de la generación de ellos, Fermín Revueltas, sí es un consumidor cotidiano de estupefacientes. Sospecho que esto se debió un poco a su posición y a su exageración; tal vez también Amado Chávez, quien es más un artista que pertenece al mundo popular. Quienes cuentan que les encantaba andar fumando mariguana es Anita Brenner y Jean Charlot. Anita decía que les gustaba echar relajo, que el vacilón es para darse un toque. Anita asocia el relajo con el consumo de mariguana. Esto es chistoso, me parece, porque vacilar es una palabra cuyo uso es cotidiano, sin embargo ella asocia la palabra vacilar con el consumo. De esta manera, se nos vincula con este consumo porque somos un pueblo relajiento. Descubro que hay una hipocresía ambigua porque ninguno se atreve, aunque entiendo que en esa época la presión del gobierno no era tan grande, a hacer un panegírico de las drogas; sino que dicen: sí, se consume y ya. No hacen alabanza porque todavía no estaba tan arraigado el ser intolerante.

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