Las mujeres en la Constitución de la CDMX

 

En alguna ocasión se me preguntó —mucho antes de siquiera imaginarme que sería considerada para ocupar el honroso cargo de Diputada Constituyente de la Ciudad de México— qué es lo que queríamos las mujeres en esta, ahora, nueva Constitución.

En esa ocasión propuse una serie de reflexiones y herramientas para que todas fuéramos parte y cómplices, de ese cambio tan importante que estaría viviendo nuestra ciudad, a fin de lograr una sociedad más justa, más equitativa, más igualitaria, más incluyente.

Sostuve, y ahora sostengo con mayor fuerza, que la participación de la mujer como artífice de una revolución y tejedora de este nuevo siglo, se destaca como el eje sobre el que se fundamentan sus derechos, y sobre la forma en que las mujeres intervenimos para generar una sociedad con igualdad y justicia por medio del ejercicio pleno de nuestros derechos.

Y es que, la situación de desventaja de muchas de nuestras mujeres en los diversos contextos que representa el crisol de situaciones económicas, culturales, sociales o laborales, que hay en nuestro país, se acrecienta cuando además, de la condición propia de vulnerabilidad como mujer, se suman otras, como lo es la edad o la condición económica o social. Formando un cúmulo de elementos que la afectan negativamente.

Por ello se requiere de la participación y sensibilidad de todos y cada uno de nosotros, tanto en el sector público, como de la sociedad en general; funcionarios, académicos, organismos no gubernamentales, grupos empresariales, asociaciones de trabajadores y sociedad civil, para superar la grave afectación que sufren muchas mujeres para ejercer plenamente sus derechos. Y esa tarea, se realizó a cabalidad en la discusión y aprobación de una Constitución capitalina que se encamina a propiciar un marco incluyente y plural, en el que las condiciones desventajosas no sean la constante y en el que todas y todos sumemos como país incluyente y no discriminatorio.

Y es por ello que me congratulo con esta oportunidad que tengo, de dirigirme a ustedes, para comentarles algunos logros alcanzados en la nueva Constitución capitalina, en relación al empoderamiento de las mujeres como un esfuerzo más, para alcanzar una completa evolución en el respeto y protección de los derechos humanos en nuestro país.

En la Carta Magna, la Ciudad de México asume como principios, entre muchos otros: el respeto a los derechos humanos, la cultura de la paz y la no violencia, la dignificación del trabajo y el salario, la erradicación de la pobreza, la no discriminación, la inclusión; reafirmando a la ciudad como una ciudad de libertades y derechos en donde toda persona tiene derecho a la sexualidad; a decidir sobre la misma y con quién compartirla; a ejercerla de forma libre, responsable e informada, sin discriminación, con respeto a la preferencia sexual, la orientación sexual, la identidad de género, la expresión de género, sin coerción o violencia, en donde se respetará la autonomía progresiva de niñas, niños y adolescentes. Porque toda persona tiene derecho a ser respetada en su integridad física y psicológica, así como a una vida libre de violencia.

Por ello la Constitución Política de la Ciudad de México protege los derechos de las mujeres, obligando a todas las autoridades a adoptar medidas para prevenir, investigar, sancionar y reparar la esterilización involuntaria o cualquier otro tipo de método anticonceptivo forzado, así como la violencia obstétrica; garantiza que toda persona podrá acceder a cargos de la función pública, en condiciones de igualdad y paridad, libre de todo tipo de violencia y discriminación; y sobre todo, es enfática al señalar en su artículo 11, que es una ciudad incluyente, en donde se reconoce la contribución fundamental de las mujeres en el desarrollo de la ciudad, promoviendo la igualdad sustantiva y la paridad de género, para ello, las autoridades deberán adoptar todas las medidas necesarias, temporales y permanentes, para erradicar la discriminación, la desigualdad de género y toda forma de violencia contra las mujeres y niñas.

Por otro lado, esta primera Constitución de la Ciudad de México, reconoce el matrimonio entre personas de la comunidad lésbico, gay, bisexual, transgénero, travesti, transexual e intersexual (LGBTTTI), lo cual quedó establecido en el artículo 16: “Se reconoce en igualdad de derechos a las familias formadas por parejas de personas LGBTTTI, con o sin hijas e hijos, que estén bajo la figura de matrimonio civil, concubinato o alguna otra unión civil”.

Y es de destacar que el texto constitucional, en el mismo apartado, resalta que la ciudad deberá enfocar sus esfuerzos con el fin de garantizar el pleno ejercicio de los derechos a personas en situación vulnerable o susceptibles de sufrir discriminación, exclusión, maltrato, abuso y violencia.

El reconocimiento y protección de los derechos de mujeres, niños, niñas y adolescentes, jóvenes, adultos mayores, personas con discapacidad, comunidad LGBTTTI, personas en situación de calle, indígenas y de quienes están encarcelados, son un tema que destaca en el texto constitucional.

En cuanto a la “autodeterminación personal y al libre desarrollo de una personalidad”, la Constitución de la Ciudad de México reconoce el derecho a que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con dignidad, y es esta vida digna, la que contiene implícitamente el derecho a una muerte digna.

Las mujeres debemos ser solidarias con otras mujeres, con aquellas mujeres y niñas que son maltratadas, humilladas, mal pagadas, insultadas, golpeadas y violadas, con las que son ignoradas; con las trabajadoras, con las obreras de las maquiladoras y con muchas para quienes el salario es insuficiente; con las familias que han quedado en la orfandad económica y emocional por los feminicidios; con las empleadas domésticas, con las desempleadas, que sufren la angustia de la incertidumbre; con las estudiantes, que padecen la falta de credibilidad en sus capacidades; con las amas de casa, con las madres abandonadas, con las mujeres golpeadas, con las sexoservidoras, con las campesinas, con las indígenas (rurales y urbanas) y con las niñas, quizá las más olvidadas. De ahí la importancia de una Constitución de la Ciudad de México, que como norma suprema, garantice los derechos de las mujeres, su protección y su ejercicio pleno.

Por ello, nuestra nueva Constitución es y debe ser un factor de cambio, de equilibrio en nuestra todavía desigual sociedad, para que cada una de las mujeres, alcance el ejercicio pleno de sus derechos.

Porque, contrariamente a lo que muchos sostienen, la desigualdad no promueve el desarrollo, sino que lo estorba; porque el nivel de civilización de una sociedad se mide por el respeto con que se trata a las mujeres y por el grado de influencia que ellas alcanzan en esa sociedad.

>Ministra en retiro, diputada constituyente y notaria pública 182 de la Ciudad de México.

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