El 7 de octubre de 1992 se reunieron en San Antonio, Texas, el presidente de México Carlos Salinas de Gortari, el presidente de Estados Unidos George Bush y el primer ministro de Canadá Brian Mulroney, para firmar el texto final en el cual se pactaron las reglas y obligaciones de un Tratado de Libre Comercio para la América del Norte (TLCAN).

Las negociaciones comerciales que dieron vida al TLCAN estuvieron encabezadas por Jaime Serra Puche, Carla Hills y Michael Wilson, quienes estuvieron presentes esa mañana en San Antonio para firmar el documento final con los jefes del poder Ejecutivo de los tres países.

El texto del TLCAN fue enviado inmediatamente para su discusión y votación a los congresos de México y Estados Unidos, y al Parlamento de Canadá, donde una vez aprobado entró en vigor el 1° de enero de 1994.

Lo que nadie ha explicado es por qué al mismo tiempo que con grandes esperanzas se suscribía el TLCAN se estaba gestando una explosión de violencia y delincuencia que paralizaría a México en los siguientes días.

El 1° de enero de 1994 comenzó la violencia política que frenaría a México, primero con el alzamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, que puso a prueba la estabilidad política de México. El 23 de marzo el candidato presidencial del PRI Luis Donaldo Colosio fue asesinado en Tijuana, y el 28 de septiembre José Francisco Ruiz Massieu también sería privado de la vida. Cada uno de esos eventos generó una presión en los mercados contra el peso, con señales de fuga de capitales.

El 8 de octubre de 1994, dos años después de la ceremonia donde Carlos Salinas de Gortari, George Bush y Brian Mulroney anunciaron en San Antonio las ambiciosas metas para la construcción del bloque industrial y comercial de la América del Norte integrado por México, Estados Unidos y Canadá, la Secretaría de Relaciones Exteriores solicitaba en silencio la detención con fines de extradición del diputado Manuel Muñoz Rocha, por su presunta participación en el homicidio de José Francisco Ruiz Massieu, informando al gobierno de los Estados Unidos que el procurador Víctor Humberto Benítez Treviño ya lo tenía localizado en Texas.

La avalancha de violencia política y eventos criminales que cayó sobre México desde los primeros minutos de 1994 desencadenó la crisis económica más grave que ha sufrido nuestro país en toda su historia, bautizada por los organismos financieros internacionales como el “efecto tequila”. Quebró al sistema bancario mexicano, rescatado con el Fobaproa-IPAB; miles de empresas cerraron y cinco millones de mexicanos se fueron del país en busca de trabajo a Estados Unidos.

Así fue el choque traumático de las aspiraciones de modernización económica de México, frustradas ante la cruda realidad que se escondía en los sótanos de la política delincuencial encubierta desde adentro de las instituciones que deberían haberla investigado y sancionado. Frente a esa crisis fallaron en su cometido los órganos de seguridad del Estado que nunca vieron esos nichos delincuenciales.

De esa fractura institucional que lesionó la seguridad nacional y el patrimonio económico de México trata este libro. Sin plantear hipótesis alguna, presento objetivamente las pruebas documentales que muestran el vaciamiento de las funciones del Estado mexicano frente a una cadena de hechos delictuosos que hasta la fecha permanecen impunes.

El informe “Libertad en el mundo 2016”, del organismo de observación internacional para derechos humanos Freedom House, señala:

El poder en México ha cambiado de manos dos veces a nivel nacional desde el año 2000. Sin embargo, los actores políticos dominantes a menudo gobiernan de una manera muy opaca, lo que limita la actividad política y la participación ciudadana y abre la puerta a la corrupción y al crimen organizado. Los intentos de procesar a funcionarios por su presunta participación en actividades corruptas o criminales a menudo han fracasado debido a la debilidad de los casos presentados por el Estado. El sistema de justicia mexicano está plagado de retrasos, imprevisibilidad y corrupción, lo que favorece a una impunidad generalizada.

El año 1994 fue, así, el año en el que ocurrió un reacomodo radical de las fuerzas políticas y económicas de México.

Manuel Muñoz Rocha, pieza clave para esclarecer el crimen de José Francisco Ruiz Massieu. Foto: Elizabeth Ruiz/Cuartoscuro

Manuel Muñoz Rocha, pieza clave para esclarecer el crimen de José Francisco Ruiz Massieu. Foto: Elizabeth Ruiz/Cuartoscuro

La visita del embajador Carlos Fuentes

El 28 de septiembre de 1994 desayuné con el embajador Carlos Fuentes con motivo de que el brillante escritor mexicano visitó San Antonio para dar una conferencia la tarde anterior en la Universidad de Texas en San Antonio (UTSA); durante ese encuentro pude platicar con él sobre muchos temas, entre ellos el futuro de nuestro país.

Un auditorio abarrotado había aplaudido al prestigiado literato y diplomático, a quien luego le fue ofrecida una cena privada en el Club Giraud, a orillas del río San Antonio, por los directivos del periódico San Antonio Express-News. Esa noche Carlos Fuentes tuvo el gusto de reencontrarse y platicar con varios intelectuales y periodistas estadounidenses, entre otros la inteligente columnista Susan Yerkes. Cuando terminó la cena lo llevé en mi automóvil a su hotel y convinimos en desayunar en el hotel Fairmont a las ocho, para luego llevarlo al aeropuerto, donde tomaría el vuelo de regreso a la Ciudad de México a las 11:30. Al despedirnos nunca nos imaginamos la sorpresa que nos esperaba a la mañana siguiente.

Durante el desayuno el embajador de las letras y la cultura de México hizo gala de su agudeza intelectual exponiendo sus vastos conocimientos sobre la situación mundial, para luego entrar a hacer una revisión de los problemas de nuestro país; ahí me hizo saber su preocupación sobre la aparición de un fenómeno que le inquietaba: la formación de un grupo de poder político-criminal que podía llegar a tomar el control de México usando una agenda económica con ramificaciones internacionales. Lo analizamos, quedamos de volver a reunirnos y salimos del restaurante rumbo al aeropuerto.

Nuestra sorpresa fue que al llegar nos estaban esperando visiblemente sobresaltados varios miembros del consulado para darnos una noticia de la Ciudad de México: José Francisco Ruiz Massieu acababa de ser asesinado. Pedí prestado un teléfono celular para llamar a México y me confirmaron la noticia. Platiqué unos minutos en privado con el embajador Fuentes, y habiendo visto que ya tenía en las manos su pase de abordar, nos despedimos y me trasladé al consulado.

Unas semanas después, a partir del 19 de octubre, la preocupación que me manifestó el embajador sobre una criminalización político-económica en ascenso tocaría directamente a la ciudad de San Antonio, cuando me llegó el aviso del Departamento de Justicia de Estados Unidos sobre el ingeniero Manuel Muñoz Rocha, localizado en esa ciudad texana.

>Fragmento del libro “El eslabón perdido. La historia secreta de los magnicidios que cambiaron la historia de México”, de Humberto Hernández Haddad (Grijalbo, 2017). Agradecemos a la editorial las facilidades otorgadas para su publicación.