Comedia sin solución, de Germán Cueto

Daniel Téllez

El periodo que va desde la aparición de la primera hoja volante del grupo estridentista, hasta su migración a Xalapa, en 1926, para dar origen a la revista Horizonte, es de vertiginosa transición. La poesía era considerada como el más importante de los géneros de las letras. Una nómina extraordinaria de poetas poblaron numerosas publicaciones periódicas que, estimuladas por los ímpetus vanguardistas, empujaban a los autores decimonónicos hacia la puerta de salida del anquilosado mapa literario. Géneros como la novela y el teatro, que años antes gozaban de poco prestigio, se erigieron en ese momento como posibilidades de vitalísima renovación del panorama desolado en que se hallaban.

Dos figuras del grupo estridentista asumieron de manera destacada la tarea de renovar estos terrenos y combatir la inercia desde su espíritu desbocado entre los lindes de lo moderno y lo vanguardista: Arqueles Vela y Germán Cueto. El primero, autor de La señorita etcétera (1922) y El café de nadie (1925), novelas atípicas, hasta entonces, en el panorama literario y antecedente de las que, años después, escribirían Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet y Gilberto Owen. El segundo, Cueto, que se incorporó tardíamente al grupo estridentista y cuyo reconocimiento giró sobre su trabajo escultórico, principalmente, incorpora con la publicación de Comedia sin solución, en las páginas de la revista Horizonte, en marzo de 1927, una rara avis en la historia literaria del teatro mexicano de los alocados años veinte.

Entre la parquedad en la producción de obras teatrales y el atraso en el estreno de propuestas de comedias “exitosas” y de “probada” calidad, regularmente de compañías españolas, argentinas y ocasionalmente italianas o francesas, el panorama no era alentador puesto que narradores y poetas se acercaban al género dramático como un ejercicio ancilar. Para contrarrestar esto, el “Grupo de los siete autores dramáticos”,[1] de 1925, pugnó porque la dramaturgia que pasaba penurias para ser publicada, ahora saltara inmediatamente del papel al escenario. No sólo ellos, también otros dramaturgos, como los que en 1929 fundarían “La Comedia Mexicana”,[2] abrieron espacios para el teatro local; sin embargo, el impacto sobre el público —al final— no fue fructífero. Estas propuestas no representaron nada nuevo, ni estaban a la altura de las innovaciones vanguardistas teatrales de las que ya se tenía información en nuestro país. Pese a todos los experimentos teatrales —populares y nacionalistas— los esfuerzos de ruptura continuaron. La puesta en escena, en 1924, de El Teatro Mexicano del Murciélago, a iniciativa el poeta estridentista Luis Quintanilla, ha sido vista como el primer intento de un teatro nuevo experimental aunque nacionalista. El carácter folclórico y el corte urbano de sus cuadros no terminaron por convencer al público mexicano que sólo permitió una breve temporada de debut y despedida del Murciélago.

En este escenario, Comedia sin solución de Germán Cueto es una propuesta renovadora en el ámbito de la producción teatral de ruptura desde el punto de vista estructural de la pieza.[3] Pasó inadvertida para la crítica teatral de la época e incluso a los ojos de los miembros del grupo estridentista. Si bien es cierto que en 1927 ya se vivía la etapa final del grupo, llama la atención que se haya publicado por primera vez en las páginas de Horizonte, cuyos contenidos revolucionarios y de corte popular dieron entrada a la pieza de Cueto que bien se puede situar en los terrenos del vanguardismo, si no cosmopolita como dictaba el credo estridentista, sí urbano estrictamente. Cabe mencionar que el trabajo artístico de Cueto, por esos años, era de absoluta experimentación y creación como escultor. Había practicado con todos los materiales y conocía las tendencias que imperaban en el mundo del arte. Comedia sin solución fue la primera de contadas obras dramáticas que Cueto escribió.

A 90 años de su publicación, Comedia sin solución prácticamente no se conoce, no se ha leído y, por tanto, ha pasado inadvertida en el corpus de las obras estridentistas. No es admisible que la crítica teatral de la década de los años veinte, encabezada por Armando de María y Campos, por citar sólo un nombre, no se haya percatado de la apuesta innovadora de Cueto. Sólo se explica, este desdén, suponiendo que la pieza de Cueto haya ido en sentido contrario a los intereses del temperamento de uno de los críticos más conservadores del medio teatral. En este caso, el juez teatral queda en entredicho, así como todo el aparato crítico que durante más de cincuenta años, después de la desaparición del grupo estridentista, recurrió mecánicamente a la descalificación de toda su producción literaria.

Si utilizamos uno de los términos favoritos de algunos escritores innovadores de la dramaturgia mexicana, Comedia sin solución, de apenas siete páginas, inaugura un nuevo “estado de cosas” en el teatro mexicano. Este teatro breve y sintético de Cueto, como el de Xavier Villaurrutia, años después, es un teatro de posibilidades y, aún más, de asuntos metafísicos, porque lo que ahí sucede es una estampa del profundo pesimismo de la condición humana a través de un magistral equilibrio entre memoria, instante y olvido. Esta mirada nihilista, que suscribe Cueto a través de tres personajes sin rostro, Ella, Uno y El Otro, prepara el camino para la posterior producción mexicana de obras con ese carácter dramático, bajo el rubro de teatro del absurdo o existencialista que se gestaba en Europa.

El acercamiento de Germán Cueto con el grupo estridentista, su participación durante la célebre exposición de El Café de Nadie y el reconocimiento que su trabajo escultórico despertó al interior del grupo y hacia el exterior; de lo que da cuenta Germán List Arzubide en su libro memorioso El movimiento estridentista, además de los contactos que Cueto tuvo con la vanguardia internacional puesto que en dos ocasiones viajó y residió en Europa: antes de su integración al movimiento estridentista e inmediatamente después de la publicación de Comedia sin solución, explican la germinación de muchos proyectos artísticos a iniciativa de él y en colaboración de otros artistas, durante el movimiento y después de que el grupo ya se había extinguido.

En suma, el escrutinio de Comedia sin solución, estrenada hasta 1997, es una tarea aplazada por la crítica teatral puesto que no existe una formal valorización de esta pieza. El distanciamiento cronológico, desde su publicación hasta el día de su estreno, abrió la puerta para el desdén y el olvido. El cambio en la percepción sobre los aportes del estridentismo, obedece a que en las dos últimas décadas, investigadores de la literatura se han acercado al movimiento para interpretarlo en el contexto de su tiempo. Atrás han quedado resabios de argumentos desfavorables que durante décadas se repitieron mecánicamente desde el púlpito de la mayor parte de la crítica. Este breve acercamiento a Comedia sin solución, pieza sintética de Germán Cueto, artista hermético y “no reconocido en su valor” como escribió Fernando Gamboa, se suma a la perspectiva que considera que la vanguardia mexicana goza de amplia simpatía y salud entre los lectores y estudiosos que se acercan, desde distintos ángulos, a sus obras y principios tutelares.

[1] Se conocieron también como el Grupo de los Pirandellos. Toman su nombre por la simpatía que generaba en ellos el dramaturgo italiano Luigi Pirandello, autor de Seis personajes en busca de autor, comedia representada por primera vez en 1921. En México, según dan cuenta algunas reseñas, se conoció y empezó a leer esa comedia sólo a partir de 1924.

[2] En el lapso de cuatro meses y medio que duraron las tres temporadas de la “Comedia Mexicana”, subieron al escenario veintitrés obras. Negativos resultados obtuvo esta propuesta, principalmente por la egolatría de sus miembros y la escasa calidad de las propuestas escénicas. Se estrenaron obras de Julio Jiménez Rueda, Amalia Castillo Ledón, Carlos Díaz Duffó, Carlos Noriega Hope y Federico Gamboa, entre otros.

[3] Uso el término pieza en función de la brevedad de Comedia sin solución. A Rodolfo Usigli se le atribuye el sentido del término “pieza” en el lenguaje teatral mexicano. El mismo Usigli y otros dramaturgos como Hugo Argüelles y Carlos Solórzano, por ejemplo, han afirmado que este género fue establecido a principios de siglo en Europa como consecuencia de los postulados de Ibsen, Strindberg y Chéjov.

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