Patricia Gutiérrez-Otero
El sábado 25 de febrero, en el salón Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, se presentó un libro singular, “Los Católicos”, un homenaje al escritor Vicente Leñero, publicado por Proceso, revista de la que Leñero fue accionista mayor junto con Julio Scherer y Enrique Maza. El espacio fue insuficiente para la gente que quiso entrar. Muchos quedaron fuera; varios esperaron hasta el final para saludar a los presentadores.
El libro “Los Católicos” se conforma de varios testimonios sobre el Vicente Leñero creyente (con su carga de agnosticismo que en nuestra época no puede disociarse), principalmente de mujeres y hombres que por unos veinte años se unieron en un pequeño grupo de raigambre cristiana para entablar una intensa e íntima charla sobre su fe, su manera de vivirla, sus dudas, sus anhelos; sin evitar cuestionamientos en cuanto a la institución clerical y la dolorosa antelación de la muerte y lo que viene después de que el cuerpo perece. Reuniones acompañadas de comida y vino, de amistad encarnada.
Entre los amigos en la fe cristiana que participaban en esas reuniones que convocó la psicoanalista Estela Franco —esposa, camarada, amiga, cómplice de Leñero durante unos cincuenta años, y madre de sus cuatro hijas, que aún trata de aprender a vivir sin él— estaba Javier Sicilia y su exmujer, Socorro Ortega, y luego Isolda, actual compañera atea de Sicilia; Ignacio Solares esposo de Myrna Ortega; Francisco Prieto marido de Alicia Molina; Analú Valle Prieto y Eduardo Garza, su esposo; y en los inicios una de las hijas de Vicente, Mariana, y Ricardo, su agnóstico esposo. Muchos de ellos estuvieron en la mesa de presentación en la que hubo una sintomática mayoría masculina (cuatro varones y dos mujeres).
¿Cuál era la fe de Vicente Leñero, el católico contestatario de la institución clerical y de los dogmas? La del amor al prójimo, la de la escucha, la del apoyo. En esos actos estaba Dios. ¿Cuál era su evangelista preferido? Mateo, porque él narró hechos sin mucha interpretación de ellos, de la manera más periodística y objetiva posible. ¿Cómo era su actitud ante ese prójimo? La de una generosidad que todos subrayan: generosidad para apoyar a los novatos, generosidad en leer los textos que le llevaban, comentarlos y subrayarlos sin pedir nada a cambio; generosidad en su escucha atenta, incondicional, curiosa y crítica. Ser cristiano para él consistía en estar atento al otro.
En otras entregas hablaré más de esos intercambios de fe y duda, fuente de estos escritos. Agradezco que se dé a la luz la visión que la compañera de vida de Leñero y algunos de sus amigos católicos brindan sobre este hombre que marcó su época de manera casi sigilosa y nos dejó un gran legado de honestidad y fe.
Además opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés y la Ley de Víctimas, que se investigue Ayotzinapa, que trabajemos por un nuevo Constituyente, que se respete la educación, que Graco sea destituido, que recuperemos nuestra autonomía alimentaria y nuestra dignidad.
@PatGtzOtero