Aprender a aprender

Yazmín Alessandrini

El Nuevo Modelo Educativo para la Educación Obligatoria, presentado el lunes pasado en el patio central de Palacio Nacional por el titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Aurelio Nuño Mayer, y que se desprende como el apéndice más trascendental de la reforma educativa echada a andar en 2013 por el presidente Enrique Peña Nieto, se vislumbra como uno de los proyectos de mayor calado en la historia reciente de México, porque a través de este se buscará, a partir del ciclo escolar 2018-2019 dar un viraje contundente y definitivo a una de las aristas más endebles de nuestro país y que, debemos reconocer, nos ha impedido acceder a mejores estadíos de desarrollo y competitividad.

Más allá de la retórica del discurso, el secretario Nuño Mayer de forma por demás asertiva explicó que con este modelo por fin se logrará transformar de manera profunda el sistema educativo,  lo que en definitiva abona a favor del activo más importante con el que contamos: nuestros niños y adolescentes, que si bien representan el futuro del país resulta prioritario que el trabajo que se desarrolle para impulsarlos tengan lugar en el hoy y en el aquí. Ni más, ni menos.

A grandes rasgos, este Nuevo Modelo Educativo se fundamentará y se consolidará por medio de cinco pilares: el campo pedagógico; la transformación de los planteles educativos; la formación profesional de los profesores; la equidad e inclusión, y la nueva gobernanza educativa, que si bien pareciera que se trata de aspectos que merecen proyectarse de manera individual, al final del día todos convergen y coexisten en torno a un protagonista preponderante: las niñas, los niños y los adolescentes mexicanos.

El primer reto a solventar y a superar de cara a consolidar este importantísimo proyecto será que los estudiantes dejen de memorizar y que, al mismo tiempo, aprendan a aprender, lo cual solo se logrará si los maestros, los gobernadores (¡todos!) y los padres de familia se convierten en los grandes aliados de este plan que, de materializarse adecuada y óptimamente, verá sus primeros frutos dentro de una década. Sí, Roma no se construyó en un día.

Lo que se pretende con este Nuevo Modelo Educativo, el cual, por cierto, se presenta tras 58 años de que no se había registrado un solo esfuerzo de evolución en esta materia, es detonar en lo general una educación de calidad, que se sustente en el lenguaje (el bilingüismo), las matemáticas y el aprovechamiento al máximo de las nuevas tecnologías, ponderando el conocimiento y la iniciativa del alumno para volverse proactivo y así aproveche la renovación y mejoramiento que sufrirán los planes y programas de estudio, los libros de texto y los métodos y prácticas de enseñanza.

Ahora bien, el paradigma de esta nueva revolución educativa del siglo XXI requerirá de un entramado teórico pedagógico lo suficientemente sólido para definir cuáles son los aprendizajes mínimos que deberán mostrar los niños y los adolescentes al graduarse de cada nivel educativo cursado, desde preescolar hasta medio superior, y una vez definido este panorama los estudiantes también tener bien identificada y dominada la dinámica de aprender a aprender, pues de esta manera todos los conocimientos asimilados se consolidarán y se incrementarán a lo largo de su vida cotidiana.

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