Crisis en los partidos tradicionales

Carlos Alberto Pérez Cuevas

No hay enigmas. Si un problema puede plantearse,

también puede resolverse. Ludwig Wittgenstein

Hace unos días se llevó a cabo una de las elecciones más emblemáticas de la historia francesa. Las expectativas de muchos de los ciudadanos que participaron, pero sobre todo de los que no lo hicieron, quedaron superadas; pero los mas sorprendidos fueron los actores y la clase política.

Todo indicaba un triunfo de Marine Le Pen, después de muchas acciones que realizó, los encuentros con Donald Trump y las propuestas radicales contra la Unión Europea y su conformación política y económica lograron penetrar en un amplio sector de la sociedad francesa y hacerse de su apoyo. Sin embargo, no fue suficiente para que ganara en la primera ronda electoral.

La estrepitosa derrota del partido del presidente François Hollande demostró que en todo el mundo existe un hartazgo hacia los partidos políticos tradicionales y las viejas clases políticas que viven envueltos en escándalos personales y de corrupción. Las elecciones francesas pusieron en el escenario como un contendiente serio y real a Emmanuel Macron, que ahora se disputará en la segunda vuelta la posibilidad de erigirse presidente de la nación francesa, ya que la mayoría de las fuerzas políticas perdedoras han hecho un llamado a votar por este candidato y evitar que la ultraderechista Le Pen pueda alzarse con la victoria.

Para algunos analistas serios, tanto Le Pen como Macron representan dos posturas radicales con una visión contraria a la integración europea; graficaban, como ejemplo, que votar por uno u otro sería como decidir la forma de muerte, “con cicuta o con arsénico”, uno más inmediatamente letal que el otro pero al fin y al cabo ambos venenos mortales.

El resultado final de esta elección es una sociedad fraccionada, sin embargo, sus instituciones y su sistema electoral reflejado en la segunda vuelta obligan a las fuerzas políticas a decidirse para sumar su potencial electoral a una u otra opción de triunfo, con lo que se garantiza una mayoría estable y continuidad institucional.

Si hacemos un análisis comparativo, los fraccionamientos de la sociedad y de las elecciones es un tema recurrente en la mayoría de las democracias del mundo. Esto es por la crisis de los sistemas políticos y de partidos tradicionales.

En el caso de nuestro país observamos una gran dispersión, una gran cantidad de partidos políticos y una imposibilidad para los sondeos de determinar con claridad quién puede ser el triunfador en una elección, grave realidad la que vivimos porque al estar fraccionados y no tener instituciones ni un sistema electoral de segunda vuelta el resultado son triunfos sin mayorías sólidas, sin fuerza ni respaldo, generando una confrontación permanente, pues sumados los perdedores siempre serán una mayoría que supera la del triunfador. Doble problema: aquí estamos fraccionados y friccionados.

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