Carlos Ilich Ramírez, el “Chacal”

Irma Ortiz

La sola mención de Carlos, el Chacal, durante las décadas de 1970 y 1980, prendía los focos rojos en el tablero mundial. Fue el criminal más buscado por los atentados terroristas que perpetró en diversos países, particularmente en Francia; los titulares de los diarios se regodeaban en destacar la historia negra del Chacal, sobre todo cómo lograba escabullirse y reaparecer en otras naciones. Su solo nombre producía escalofríos.

Reconocido miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina, el joven venezolano era considerado por Estados Unidos, Israel y Francia como un feroz terrorista, mientras que naciones como Libia, Argelia, Irán, Siria y Palestina era simplemente un héroe. Incluso su historia fue llevada al cine, dadas las intrigas y el juego geopolítico de la época.

Esta semana, Ilich Ramírez recibió su tercera condena a cadena perpetua en Francia —país donde se encuentra encarcelado desde 1994, luego de que fuera capturado en Sudán—. La decisión apenas lo inmutó, su actitud sigue siendo desafiante pese a permanecer encarcelado en la prisión de La Santè desde hace 23 años.

Hoy, con 67 años de edad, Carlos acumula tres sentencias a cadena perpetua. Una, por el ataque con una granada —que había sido robada a fuerzas estadounidenses— en Saint Germain, que provocó dos muertes y 34 heridos; otra por el asesinato de dos agentes secretos galos en 1997 y de un confidente en 1975, así como 4 atentados más, que dejaron 11 muertos y alrededor de 200 heridos.


Historia

Ramírez, hijo de un acaudalado abogado de Tachira de tendencia comunista, radicó en países como Jamaica, México y Bogotá, para luego inscribirse en la Universidad Patrice Lumumba, donde fue expulsado por revoltoso. Luego formó parte del Frente Popular para la Liberación de Palestina, donde se destacó por su audacia y donde tomó el nombre de Carlos.

Su primera acción conocida fue el intento de homicidio de Joseph Edward Sieff, dueño de las tiendas Mark&Spencer, colocó bombas en diarios parisinos, en La Haya, Holanda, asaltó la embajada de Francia. Luego asesinaría a tres policías galos —por lo que fue condenado a cadena perpetua por el Tribunal de París en diciembre de 1997— para desaparecer en Yemen del Sur.

El cenit de su fama la alcanzaría luego de su espectacular incursión en la OPEP en 1975, donde tomó a 42 rehenes, que incluía a todos los ministros de petróleo de los países miembros. Su novelesca captura se produce el 15 de septiembre de 1994.


Alfredo Jalife, experto en geopolítica, se refirió a la detención del venezolano en el número 2150, de septiembre de 1994, de la revista Siempre!, que a continuación reproducimos.

Alfredo Jalife.

Sigue la investigación

Más sobre Carlos “El Chacal”    

Alfredo Jalife

Resultó cierta nuestra hipótesis  sobre el país que delató la presencia en Sudán de Carlos “El Chacal” a la CIA: nada menos que Siria (según la entrevista del especialista David Yallop, a Cambio 16-América,  29-8-94), donde había obtenido posada el terrorista.

A raíz de su aprehensión por las autoridades francesas se ha destapado la cloaca de cómo funcionan los inmundos servicios secretos de y en todas las latitudes. Se ha desatado una guerra en los medios de comunicación afectados, interesados y aludidos (Alemania, Gran Bretaña, Israel, Egipto, Francia y EU) sobre los nexos y escabrosos affaires de Carlos “El Chacal” y su bizarra extradición: en particular sobre su abogado francés Jacques Verges a quien le han llovido las salvajes acusaciones (muchas veces trianguladas en una carambola de tres bandas donde se han expuesto los archivos secretos alemanes orientales de la siniestra Stasi) de su colaboración subterránea con la CIA y los nazis.

Jacques Verger se había ganado la antipatía de la omnipotente comunidad judía en Francia por haber defendido al nazi francés Klaus Barbie. Han salido a relucir revanchas debajo de los rescoldos de la guerra fría: el periódico francés Liberation de inmediato cobró una factura pendiente, entre los miles de trueques transnacionales que se intercambiaron en varias capitales (del Medio Oriente y de Europa Occidental) por el pellejo de Carlos “El Chacal”.

El serio rotativo socialista francés, aunque sesgado en sus sentimientos, exhibió que las autoridades francesas le habían proporcionado fotos de satélites a la teocracia fundamentalista de Sudán para aniquilar a los cristianos del sur, quienes están al borde de la limpieza étnica etnocida de parte del gobierno central de Jartún.

¿Who cares? No se deben perder de vista los reflejos condicionados al crimen de los servicios secretos universales que carecen de ideología y compasión: reclutados en su mayoría por sus hazañas psicópatas. Las autoridades francesas, tan vilipendiadas por la prensa anglosajona, se asemejan a sus peores detractores.

En sí, la captura de Carlos “El Chacal” es anacrónica: su peligrosidad abultada había sido diluida por su transformación al narcotráfico, ligado a la mafia “alawita” (una secta esotérica del Islam que gobierna Damasco a fuego y sangre) de los hermanos Assad, conectada y detectada con Buenos Aires, y los cárteles de droga colombiana (estarán acoplados los mexicanos Caro Quintero y los Arellano Félix y subalternos como el Partido Popular Sirio de México). ¿Chi lo sa?

Su aprehensión cumpliría un valor psicológico al que le ha sacado fecundamente provecho electoral, el ministro del Interior gaullista Charles Pasqua, quien se ha convertido en el gran elector para los próximos sufragios presidenciales.

El ánimo de Francia, una potencia colonial en declive relativo, se había periclitado con el asesinato de 5 franceses por el fundamentalismo islámico argelino (donde también se están desplegando grandes maniobras geoeconómicas que ya abordaremos).

Carlos “El Chacal” deambulaba libremente en Damasco con un pasaporte mexicano bajo el nombre apócrifo de un “hombre de negocios” por encima de toda sospecha: Michel Assaf (Véase Siempre! #2149)

Su captura, a mi humilde juicio, posee dos valores: uno netamente doméstico en Francia y otro geopolítico en la intersección regional de Europa y el Medio Oriente.

A Carlos “El Chacal” (que me disculpen el cinismo involuntario dos hipersensibles lectores, pero me estoy explayando de la realidad operativa de los servicios secretos universales y no del reino de los ángeles ) se le dejó funcionar porque así convenía a los intereses del momento, maquillados con el alza del petróleo: cuyo objetivo último será someter, en cualquier escenario, a Europa Occidental y a Japón.

En la orwelliana época cibernética globalizada que sobrevivimos, sería prácticamente imposible que un súper maleante se escabulla, aunque se resguarde en Siria o Irán: los desaparezcan por embarazosos o los entregan cotizados.

Esa es la triste historia de los terroristas: son intercambiables o desechables en el justo momento geopolítico.

El monumental riesgo radica en la exhibición de sus verdaderos padrinos, quienes muchas veces no son los aparentes, según epifenomenología de la enciclopedia terrorista, y cuyos hilos conductores pueden desorganizar “moralmente” a muchas y muchos “capitales” en el sentido geográfico y financiero) que jugaron la “cartas” de Carlos “El Chacal”, con fines aviesos y sabuesos, y por alguien ya están rezando para que opere el milagro prematuro de un infarto certero al miocardio.

Antes de su captura, las autoridades francesas habían librado unas extrañas maniobras con alto significado geopolítico y hasta vulgarmente mercantil (similares al accionar de los mismos anglosajones, quienes ahora se desgarran las vestiduras pudibundas) y habían liberado “inexplicablemente a una jauría de terroristas: el palestino Abu Daud, el armenio Anis Naccache  (con varios pasaportes, entre ellos un libanés) y a un siriólatra de triple faz, George Ibrahim Abdallah: 1. Del FPLN; 2. Del Partido Comunista Libanés y 3. Del Partido Popular Sirio.

Todos tenían precio canjeable y estaba en juego la vida de los rehenes franceses en Beirut: por Anis Naccache (quien atentó en Francia contra Shapur Nakhtiar, el refugiado líder de la oposición iraní a la teocracia de los ayatolas), se negociaba con Irán, la planta nuclear de patente francesa contratada por el sha y que, a pesar de la “buena voluntad” de París, fue revocada por los jomeinistas, quienes también son unos grandes maestros en los quíntuples juegos simultáneos para marear a un neófito.

Son jugadas de posgrado, que le darían clases elementales al mismo Maquiavelo, las que se están desplegando en torno a la oferta y demanda de los terroristas medio-orientales.

El diario semioficial egipcio Al Ahram fustigó severamente como “estúpidos e ingenuos” los alegatos de Sudán sobre la extradición de su terrorista albergado y acusó pornográficamente al régimen del fundamentalismo islámico de los ayatolas de Teherán, de haber obligado a sus similar teocracia de Jartún, de entregar a Carlos “EL Chacal”, como parte de un acuerdo satánico entre Irán y Francia.

Tampoco se deben desechar abruptamente sin profundizar, más adelante, las motivaciones de Egipto, frontera con Sudán.

Las autoridades francesas han desmentido estentóreamente todas las transnacionales acusaciones, mientras Irán enfrascada en una batalla informativa sobre sus sospechas autorales en los dos atentados antisemitas de Buenos Aires, ha guardado un estruendoso silencio.

Se vive la bursatilización del añejo terrorismo de la guerra fría.

¿Cuánto vale Ahmad Jibril? ¿A cuánto equivaldría geopolíticamente la cabeza de otro esperpento del zoológico del horror y el terror, la “hiena” Abu Nidal? ¿Cuál ha de ser el precio en las negociaciones de paz entre Damasco y Tel Aviv para erradicar al “Hezbolá” (partido de Dios) y a los “Jenulalá” (Los locos de Dios) del Libansur?

Siria posee cada día menos cartas deletéreas en sus estrujantes negociaciones con Israel. Su penúltima carta sería el desecho de la chatarra terrorista con sede en Damasco de, por lo menos, 33 organizaciones del asesinato mundial que ya padecen insomnio inducido.

No hay que preocuparse: el sabio Hafez Assad los sabrá cotizar con justeza mercantil para la recuperación triunfal de las alturas del Golán.

 

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