BERNARDO GONZÁLEZ SOLANO

Los no amorosos o los pragmáticos obstinados deben saber que en el mundo de la Internet todavía existen las cartas manuscritas, o por lo menos firmadas por el remitente con elegantes estilográficas cargadas con tinta negra. Hasta hace no muchos años los enamorados se enviaban cartas amorosas o de despedida, como la que acaba de enviar desde Londres la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, el 29 de marzo, en Bruselas. El proceso de divorcio entre el United Kingdom y la Unión Europea (UE) se inició ese día, miércoles para mayor seña, después de 44 años de matrimonio que, como es costumbre, tuvo sus altas y sus bajas. Muy británica, la señora May sentenció: “No hay marcha atrás”. El envío de esta misiva, de seis folios, tuvo lugar 14 días después de los Idus de marzo. ¿Fecha afortunada o desdichada? La historia pesa.

Las palabras de despedida, que activaron el “Brexit” provocaron las primeras chispas entre Londres y Bruselas. Tenía que ser otra mujer la que reaccionara, la canciller de Alemania, Ángela Merkel, que, también a su manera, sin arredrarse, recordó a la sucesora de Margaret Thatcher que no podrá negociar, a la vez, la ruptura y la nueva relación con la UE y sus 27 socios.

Las palabras de la primera ministra en su carta alertaron a la canciller germana: “(será necesario) acordar los términos de la futura relación de socios al mismo tiempo que nuestra retirada de la Unión Europea”. No sería nada raro que un asesor de doña Angela Merkel le dijera al oído una vieja coplilla popular en tierras españolas: “El que honra a la Gran Bretaña, y homenaje le tributa, ese no es hijo de España, es un hijo de… la Gran Bretaña”.

Sin duda que el miércoles 29 de marzo “No es un día feliz. Ahora se trata de controlar los daños”, comentó un taciturno Donald Tusk, el polaco que preside el Consejo de Europa y que recibió la susodicha carta de manos del todavía embajador británico ante la UE, Tim Barrow, a las 13.20 horas exactamente. La carta contiene 2,200 palabras, más que suficientes para exponer los motivos para el divorcio. Theresa May no podía desaprovechar la oportunidad, e incluso parece amenazar con “debilitar” la cooperación en materia de seguridad (tema que ha puesto en boga el presidente de EUA, Donald Trump, en sus relaciones con la OTAN), si no logra su objetivo económico: disfrutar del mercado único y de una Europa sin fronteras. Varias representaciones comunitarias consideraron que ese comentario era simple y llanamente, un chantaje.

La misiva, como si fuera antigua carta lacrada, de la diplomacia de otros tiempos, se redactó con mucho cuidado, hasta conciliador, con frases como “seguiremos siendo los mejores amigos y aliados”. Y agrega May que el nuevo acuerdo comercial entre ambos tenga “mayor alcance y ambición que cualquiera anterior”. Aunque aclaró: “no hay marcha atrás”.

Angela Dorothea y Theresa son hijas de vicarios protestantes, o lo que es lo mismo “dos aleznas no se pican”. Antes de que comenzaran las negociaciones del “Brexit” ya habían chocado. Así, la doctora en física, egresada de la Universidad de Leipzig, advirtió a la política inglesa: “Las negociaciones deben clarificar primero cómo desenredar nuestra relación de interdependencia…Y sólo entonces, cuando ésta cuestión esté resuelta –y si es posible, justo después–, empezaremos a hablar sobre nuestra relación en el futuro”.

Es más, la canciller alemana reconoció que esta fecha “es un día que hubiésemos deseado que nunca hubiera llegado”, no obstante, reafirmó, que también supone “un nuevo punto de partida” para la UE. En conferencia de prensa después de que el gobierno británico invocara el artículo 50 del Tratado de Lisboa para abandonar la UE, dijo: “perdemos a un socio fuerte e importante”. Esta salida, agregó, llena de incertidumbre la región, por lo que prometió “trabajar intensamente para garantizar que el efecto en la rutina diaria de la gente sea el mínimo posible“. Y, sin muchas explicaciones, defendió que la UE ha logrado mantener la paz en Europa después de dos guerras mundiales, “es una historia de éxito que continúa”.

Asimismo, Ulrike Demmer, portavoz del gobierno germano, otra mujer en los altos niveles de mando en el Viejo Continente, aseguró que su país está “bien preparado” para hacer frente a las negociaciones sobre el Brexit: “Podremos posicionarnos en todas las cuestiones que surjan”. Además, instó a “no olvidar que el Reino Unido sigue siendo un socio –como miembro de la OTAN y como país europeo–, y en este sentido, hay muchos desafíos conjuntos que superar”, todo ello desde el ámbito de la cooperación.

Como suele suceder en las grandes jugadas internacionales, esta ocasión no podía ser la excepción. En los pequeños detalles –como movida de ajedrez de gran maestro–, se encuentra al diablo. En Bruselas la carta de May hizo saltar las alarmas. Muchos ojos diplomáticos advirtieron algo incontestable: la palabra “seguridad” se menciona once veces en la misiva. Y no sólo se cita el término, sino que se advierte una velada amenaza: “En términos de seguridad, un fallo a la hora de llegar a un acuerdo supondría que nuestra cooperación en la lucha contra el crimen y el terrorismo se vería debilitada”.

La pérfida Albión, personificada en la carta suscrita por Theresa May, contrasta el ánimo hostil con el tono conciliador en la mayor parte del escrito: “La seguridad de Europa es más frágil hoy que en cualquier otro momento desde la Guerra Fría. Debilitar nuestra cooperación para garantizar la prosperidad y la protección de nuestros ciudadanos sería un costoso error”.

La señora May no tuvo que esperar mucho por la respuesta. Ese mismo día el negociador-jefe del Parlamento Europeo, Guy Verhofstadt, sobre la marcha lanzó una clara advertencia a la primera ministra británica: “La seguridad de nuestros ciudadanos es demasiado importante como para negociar con ella…Podemos llegar a un buen acuerdo de seguridad y podemos llegar a un acuerdo comercial y económico”, subrayó el parlamentario, al tiempo que trazaba una línea gruesa entre las dos negociaciones.

Lo que estaba en la mesa no permitía que nadie tomara las cosas a la ligera. No era para menos. Se rompía una relación de 44 años, y las próximas negociaciones para concretar la separación pueden durar dos años, por lo menos. Hay mucho camino por recorrer y asuntos por resolver.

Frente al Parlamento británico, minutos después de la entrega oficial de la carta en Bruselas, May dijo: “En cumplimiento de la voluntad del pueblo, el Reino Unido sale de la Unión Europea…Este es un momento histórico para el que no puede haber marcha atrás”. Pero no olvidó las buenas maneras: “Dejamos las instituciones europeas, pero no nos vamos de Europa y compartimos sus valores liberales y democráticos… Entendemos que habrá consecuencias para el Reino Unido por el hecho de dejar la UE. Sabemos que perderemos influencia sobre las reglas que afectan a la economía europea. Sabemos también que las empresas británicas que negocian con la UE tendrán que alinearse con los principios acordados por instituciones de las que ya no formamos parte, al igual que hacemos con otros mercados exteriores. Aceptamos todo eso”.

Una vez más, Europa le dio cuerda a su reloj histórico y ya empezó a correr el plazo de dos años para que el Reino Unido abandone definitivamente la UE. El viernes 31 de marzo los 27 países miembros de la Unión ya tuvieron en sus manos las directrices para la negociación Bruselas-Londres. De hecho, las pautas de la misma ya se encuentran en los distintos Tratados del funcionamiento de la UE. En conjunto, todo será discutido el próximo sábado 29 de abril en una cumbre extraordinaria.

El siguiente paso lo dará la Comisión Europea con una propuesta de negociación y cuando le den luz verde –con mayoría cualificada reforzada dentro del Consejo Europeo–, dará inicio el enfrentamiento con uno de los servicios diplomáticos más eficientes y admirados del mundo. Sin embargo, ambas partes saben que un acuerdo entre ellas es necesario, pero no a cualquier precio. El Foreign & Commonwealth Office (mejor conocido como el Foreing Office: Ministerio de Relaciones Exteriores del Reino Unido), sabe hasta dónde puede estirar la liga, sin llegar a un rompimiento.

Londres sabe que las libertades de circulación son sagradas y los derechos de los europeos, intocables. El Brexit tiene que ser un mensaje para todos: debe ser claro que estar fuera es mucho peor que estar dentro y que la UE no puede ser un club a la carta. La suerte está echada. VALE.

Twitter Revista Siempre