Decía Nikita Jrushchov que los políticos son siempre lo mismo: Prometen construir un puente aunque no haya río. Esto es más o menos lo que está sucediendo con Donald Trump y su propósito de construir un muro fronterizo que, además, busca que sea pagado por México. Este martes, el magnate inmobiliario prácticamente apaciguó sus ímpetus luego que fracasara en su intento por recabar el presupuesto necesario para empezar a construirlo.

La cuestión es que el propio país está al borde de quedarse sin recursos para financiar todos los proyectos avalados, así como la operatividad de las agencias federales. De hecho, si los legisladores no aprueban el presupuesto este mismo viernes se teme que al siguiente día, las operaciones gubernamentales podrían entrar en un estado de parálisis, exactamente en el día cien de su gobierno.

Esto ha sido el resultado de su propio estilo de política dura y con la que ha querido más que gobernar, imponer. En conferencia de prensa y con visible molestia, Trump aseguró que retomaría este asunto en septiembre próximo.  Es así como los demócratas esperan que el actual mandatario recuerde que gobernar pasa también por los congresos y nos sólo por decisiones caprichosas.

Pese a todo, Trump justificó la construcción del muro en un mensaje por Twitter diciendo que “Es una herramienta muy importante para detener las drogas en su camino de inundar nuestro país y envenenar a nuestra juventud (y a muchos otros)”.

Los legisladores demócratas califican la propuesta de Trump como innegociable. Chuck Schumer, líder de la bancada en el Senado, señaló que no accederán a financiar el muro cuando los republicanos quieren retirar fondos del sistema público de salud para costear la construcción en la frontera.

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